EE UU se alza contra la violencia pol¨ªtica
La matanza de Tucson abre el debate sobre la necesidad de recuperar el civismo y no augura nada bueno para el Tea Party, un grupo que recurre al discurso agresivo
La matanza de Tucson, que sorprendi¨® al pa¨ªs en medio de un profundo cambio de rumbo pol¨ªtico, ha sido interpretada mayoritariamente como un recordatorio de la necesidad de recuperar un clima de civismo en la actividad partidista y de poner l¨ªmites en la disputa de las ideas. La mayor¨ªa de los compa?eros de la congresista dem¨®crata Gabrielle Giffords, que sigue luchando contra la muerte en un hospital del sur de Arizona, han coincidido en que la mejor manera de rendirle homenaje es aplacar el ardor del debate -atizado por el Tea Party, el ala m¨¢s conservadora del Partido Republicano- que se mantiene desde poco despu¨¦s de que Barack Obama fuera elegido presidente.
Un congresista de Virginia, Gerald Connolly, resumi¨® en un comunicado el estado de ¨¢nimo reinante en Estados Unidos. "Esta tragedia sirve como una dolorosa lecci¨®n de que tenemos, como naci¨®n, que redoblar nuestros esfuerzos para promover el civismo y respetar los diferentes puntos de vista en nuestros discursos pol¨ªticos", declar¨®.
Durante el debate de la reforma sanitaria hubo 42 ataques contra congresistas
Los pol¨ªticos suelen decir cosas semejantes despu¨¦s de un suceso violento y las cosas vuelven por donde sol¨ªan poco tiempo despu¨¦s. No es improbable que ocurra lo mismo en esta ocasi¨®n, pero, hoy, observado desde la herida que Tucson ha abierto, no se pueden augurar buenos tiempos para el Tea Party y quienes como ellos llevan meses repitiendo un mensaje en el que, aunque solo sea en t¨¦rminos ret¨®ricos, se recurre permanentemente a im¨¢genes y medios violentos.
En una situaci¨®n como esta, nadie quiere abiertamente se?alar culpables por lo sucedido. Al fin y al cabo, el ¨²nico responsable parece ser el sujeto de 22 a?os llamado Jared Loughner, que se encuentra bajo custodia policial y a quien los responsables de la investigaci¨®n describen como un perturbado y un perdedor solitario que fracas¨® en la universidad y fue rechazado por el Ej¨¦rcito.
Loughner parec¨ªa compartir, no obstante, con el Tea Party y algunos de los que respaldan a esa fuerza dentro del Partido Republicano, la paranoia sobre la persecuci¨®n del que se creen v¨ªctimas de parte del Estado. En algunos escritos en Internet se hab¨ªa referido al Gobierno como un instrumento de lavado de cerebros y de aniquilaci¨®n del individuo. Las mismas historias que se han escuchado desde hace tiempo en los m¨ªtines del Tea Party.
Esa coincidencia ha sido suficiente para que algunos comentaristas y pol¨ªticos de la izquierda apunten con el dedo hacia el Tea Party y su principal valedora, Sarah Palin. "Yo le echo mucha culpa a la ret¨®rica que se ha escuchado ¨²ltimamente", dijo la congresista dem¨®crata Carolyn McCarthy. Un ex candidato presidencial dem¨®crata, Gary Hart, ha sido a¨²n m¨¢s contundente: "Lo que ha ocurrido es el resultado directo de una ret¨®rica agresiva e irresponsable".
Ciertamente, es dif¨ªcil separar el ataque de Tucson de alguna de la propaganda republicana exhibida en la ¨²ltima campa?a electoral. El propio rival de Giffords, Jesse Kelly, a quien gan¨® por un margen muy estrecho, realizaba recolecciones de fondos en sesiones de tiro con fusiles M-16 y posaba constantemente en ropas militares en sus anuncios.
Cosas similares se han visto constantemente en un a?o en el que se ha registrado un aumento considerable de la violencia pol¨ªtica. En los primeros tres meses de 2010, los m¨¢s duros del debate sobre la reforma sanitaria, se denunciaron 42 ataques contra oficinas de congresistas, casi todos dem¨®cratas, entre ellos Giffords.
Uno de los principales responsables de la investigaci¨®n, Clarence Dupnik, un dem¨®crata sheriff del condado de Pima, al que pertenece Tucson, ha aludido claramente a la naturaleza pol¨ªtica que reside en el transfondo de este asunto. "Cuando veo a la gente desequilibrada", dijo, "y c¨®mo responden a la violencia que sale de algunas bocas para derribar al Gobierno, [pienso que] la amargura, el odio y la intolerancia que se extiende por este pa¨ªs se est¨¢ convirtiendo en [algo] escandaloso".
Resulta muy peligroso, tambi¨¦n para los dem¨®cratas, politizar en exceso este asunto. Violencia pol¨ªtica ha habido en la historia de este pa¨ªs de todos los signos. Est¨¢ m¨¢s fresca en la memoria la bomba con la que un activista de extrema derecha mat¨® a 168 personas en Oklahoma en 1995. Pero tambi¨¦n hubo violencia de extrema izquierda que dej¨® varios muertos en los a?os sesenta. La misma Giffords, que pertenec¨ªa a la corriente centrista del Partido Dem¨®crata, fue duramente insultada en webs de izquierda despu¨¦s de que, el mi¨¦rcoles pasado, se negara a votar por Nancy Pelosi como presidenta de la C¨¢mara de Representantes. Una de esas p¨¢ginas, que ya ha sido retirada, dec¨ªa: "Para nosotros est¨¢s muerta".
Pero, aun siendo peligroso, es tentador para los dem¨®cratas unir lo sucedido a la ret¨®rica extremista utilizada por los republicanos en los ¨²ltimos tiempos. Est¨¢ en el recuerdo de muchos pol¨ªticos que todav¨ªa ocupan esca?os en el Congreso el efecto positivo que tuvo para Bill Clinton el atentado de Oklahoma. Su entonces principal asesor, Dick Morris, hoy un columnista de extrema derecha, se jactaba de eso sin pudor en su momento.
La reacci¨®n de Obama ha sido hasta ahora muy prudente. Despu¨¦s de que el s¨¢bado elogiara el trabajo de Giffords y condenara el ataque sin hacer la menor alusi¨®n pol¨ªtica, ayer se mantuvo en bajo perfil, recibiendo informaci¨®n en privado sobre la investigaci¨®n pero sin sumarse al debate en marcha. Los dirigentes del grupo parlamentario dem¨®crata tampoco quisieron, oficialmente, juzgar la situaci¨®n en t¨¦rminos pol¨ªticos, y dijeron que estaban en contacto con sus colegas republicanos para discutir distintas iniciativas de car¨¢cter bipartidista.
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