Humo en un resquicio legal
Un club de fumadores ourensano inscribe a una media de 100 socios diarios
Ya no hay pel¨ªculas. Solo el humo que avisa del negocio instalado en un hueco insondable de la ley. Hace a?os que no se proyectan pel¨ªculas en el Xesteira, el ¨²ltimo de los viejos cines ourensanos que baj¨® el tel¨®n en 2000 acuciado por la urgencia empresarial de las cadenas internacionales. Solo queda la estructura con el aforo de 1.130 personas con que contaba cuando, en 1941, abri¨® sus puertas y las cuatro taquillas, que en su mejor ¨¦poca llegaron a estar a pleno funcionamiento, cerradas a cal y canto.
El cine Xesteira, en pleno centro de la ciudad, se convirti¨® hace unos a?os en caf¨¦-teatro con restaurante. Ahora, en la planta intermedia que todav¨ªa mantiene la balaustrada del antiguo palco con vistas al escenario, una docena de ourensanos se toma su caf¨¦ de media ma?ana ante un peri¨®dico mientras exhala sin el m¨ªnimo pudor el humo de sus cigarros. En plena prohibici¨®n.
El cine Xesteira se ha convertido en un oasis para los adictos al tabaco
El asesor legal de la asociaci¨®n asegura que la ley se puede interpretar
En ¨¦poca de crisis, el Xesteira ha sustituido el restaurante por un club de fumadores. El 2 de enero -cuando entr¨® en vigor la ley antitabaco- se form¨® la sociedad, la primera de Espa?a seg¨²n sus promotores, y ayer, d¨ªa 9, superaba los 700 socios. Una media de 100 fumadores y no fumadores diarios hacen cola para asociarse pagando un simb¨®lico euro por pertenecer a este club.
Los promotores no dan abasto. Tanto, que se plantean restringir la entrada a esta sociedad, que surgi¨® de uno de los camareros del local que se ha convertido en el presidente del primer club de fumadores de Espa?a surgido al amparo de una ley que proh¨ªbe fumar en establecimientos hosteleros. El Xesteira lo es. Lo sigue siendo. Su enorme planta inferior est¨¢ copada por los ciudadanos que se someten a la ley y no encienden un cigarrillo mientras se toman sus consumiciones atendidos por varios profesionales que les sirven en la mesa.
Pero en la planta superior, Carlos Ram¨®n Cid, el camarero-presidente, se mata a hacer caf¨¦s y a entregar bebidas, tras una escueta barra en forma de arco, que va entregando a los socios. Botella, taza y boller¨ªa en la mano, los socios flanquean la puerta que separa la cafeter¨ªa del club. No hay m¨¢s ciencia. No hay servicio hostelero a los fumadores. El empresario que les ha cedido la sala est¨¢ encantado. Los socios fundadores, tambi¨¦n. Y los adictos a la nicotina se felicitan.
Jos¨¦ Luis Freijoso, abogado y ex alcalde del municipio ourensano de To¨¦n, es el asesor jur¨ªdico de la asociaci¨®n. Ha recibido llamadas de colegas de media Espa?a interesados en conocer qu¨¦ resquicio de la ley hab¨ªa aprovechado para poner en marcha este proyecto. Y, aunque espera "de un d¨ªa para otro" la visita de un inspector, sostiene que se centr¨® "precisamente en la propia ley". "Es una disposici¨®n adicional de apenas ocho l¨ªneas y hay un mont¨®n de cuestiones interpretativas", sostiene el letrado.
Freijoso asegura que, de momento, el club tiene todos los papeles administrativos en orden y la autorizaci¨®n de la Xunta. Y, en el caso de que la disposici¨®n se haga m¨¢s completa, cree que el local cumplir¨ªa las condiciones dadas la gran altura del recinto (m¨¢s de 10 metros) y la superficie, superior a 150 metros cuadrados, adem¨¢s del sistema de extracci¨®n. Eso, sin contar con el antiguo gallinero del teatro, que se podr¨ªa habilitar como nueva sala para los asociados.
Se trata de un club privado. Los socios alardean de pitillo en su recinto mientras aprovechan para despotricar contra una ley "exagerada, que aunque se entiende que busca un bien social, est¨¢ claro que hay cosas peores, como el mon¨®xido que desprenden los coches y sin embargo eso no lo regulan con tanta urgencia", en palabras del asociado n¨²mero uno del club, Jos¨¦ Carlos Santos. Todos abogan por la coexistencia de bares de fumadores y de no fumadores.
Quien se muestra realmente indignado es el socio Juan Carlos Mart¨ªnez. Se pregunta qui¨¦n va a pagar el coste de la deshabituaci¨®n tab¨¢quica. "Que nos encarcelen a todos los fumadores para que podamos seguir fumando en prisi¨®n", ironiza. Y apunta, como algunos otros, la "hipocres¨ªa" de un Estado que proh¨ªbe fumar, pero que tiene el monopolio del tabaco que sigue vendiendo en los bares y cafeter¨ªas -adem¨¢s de en los estancos-, en donde est¨¢ prohibido encender un cigarrillo.
De momento, el club abre diariamente desde las ocho de la ma?ana hasta la una de la madrugada -"o m¨¢s tarde, si hay gente"-, aunque se plantea cerrar un par de veces al mes, cuando hay actuaciones musicales y se abre el antiguo teatro al completo.
El viejo cine Xesteira ya no proyecta pel¨ªculas. Tampoco sirve comidas. Ahora da cobertura, en la planta del palco, a cerca de un millar de ourensanos que buscan un espacio -al margen de las improvisadas terrazas expuestas al fr¨ªo del invierno- en el que fumarse un pitillo mientras se toman un caf¨¦ instalados en el peque?o resquicio que ha dejado la ley.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.