La fiscal de Tucson pide la pena capital
El acusado del crimen, Jared Lee Loughner, se prepara para comparecer ante el juez - El Gobierno federal le imputa dos asesinatos y Arizona estudia a?adir m¨¢s cargos
Con un corte en la sien derecha provocado durante la lucha que mantuvo con los hombres que evitaron que la matanza fuera mayor; con la cabeza rapada, esposado y vistiendo el uniforme de preso color camel de la penitenciar¨ªa del condado, Jared Lee Loughner compareci¨® ayer ante un juez de la ciudad de Phoenix que le acus¨® del asesinato de seis personas y de herir a otras 14, incluida la congresista Gabrielle Giffords, de 40 a?os, que sigue en estado cr¨ªtico.
Loughner no mir¨® directamente a los ojos a nadie salvo al juez que le ley¨® los cargos. Impasible y sereno, el joven de 22 a?os que provoc¨® una masacre el pasado s¨¢bado en Tucson mov¨ªa sus ojos muy r¨¢pidamente de un lado a otro y solo posaba su mirada en el techo, evitando el escrutinio visual de la prensa y al p¨²blico que asist¨ªa a la vista. El juez dict¨® que Loughner seguir¨¢ en la c¨¢rcel a la espera de juicio y le deneg¨® la fianza. Preguntado si entend¨ªa los derechos que se le leyeron, el pistolero contesto con un "s¨ª" muy claro. Contest¨® a todas y cada una de las preguntas que le hicieron.
Arizona recurre a una obogada del 'caso de Oklahoma' para la defensa
Giffords responde a los est¨ªmulos externos, informan los m¨¦dicos
Junto a Loughner se encontraba la letrada que finalmente representar¨¢ al acusado despu¨¦s de que la justicia de Arizona reconociera tener un conflicto de intereses a la hora de juzgar a Loughner, asesino no convicto del juez John Roll. Judy Clark, fiscal en San Diego y que form¨® parte del grupo de abogados que represent¨® a Timothy McVeigh, acusado de volar un edificio federal en la ciudad de Oklahoma en 1995 causando la muerte de 168 personas, representar¨¢ finalmente a Loughner. McVeigh fue ejecutado en 2001 con una inyecci¨®n letal en Indiana.
Para la fiscal de Pima County -condado al que pertenece Tucson-, Barbara LaWall, si existe otro caso que pide a gritos la aplicaci¨®n de la pena de muerte es el del tiroteo de Arizona que ha acabado con la vida de seis personas y tiene a la congresista de EE UU Gabrielle Giffords debati¨¦ndose entre la vida y la muerte. La sangre se paga con sangre en el sistema judicial estadounidense.
Loughner fue acusado el pasado domingo por el Gobierno de EE UU de cinco cargos, dos de ellos de asesinato -el del juez federal John Roll y el del asistente de la congresista, Gabriel Zimmerman- y otro de intento de asesinato -el de Giffords-. Ayer, un juez de Phoenix aumentaba esos cargos y extend¨ªa los delitos de asesinato para las siguientes v¨ªctimas: la ni?a de nueve a?os Christina Green; Dorwan Stoddard, de 76; Phyllis Schneck, de 79, y Dorothy Morris, de 76.
Tucson intenta conjurar el estigma de sangre que ya siempre llevar¨¢ la ciudad con explicaciones que no parecen convencer a nadie, ya que lo sucedido no se adec¨²a a los par¨¢metros del sentido com¨²n. "Tardaremos tiempo en recuperarnos", dice Robin Acevedo a la puerta del Centro M¨¦dico en el que se encuentra hospitalizada la congresista Giffords, mientras se sacude las manos para que le entren en calor. "Hemos vivido los ¨²ltimos meses con mucha tensi¨®n", prosigue Acevedo, enfermero, ciudadano norteamericano pero de padres mexicanos que tras 30 a?os en el pa¨ªs siguen viviendo sin papeles. Acevedo se refiere a la promulgaci¨®n de la ley que la gobernadora republicana del Estado, Jan Brewer, dict¨® para declarar proscrito a cualquier sospechoso de no tener en regla su estatus de residencia por su simple apariencia f¨ªsica. "Hemos vivido con miedo", dice. "Pero nunca pensamos que algo as¨ª podr¨ªa pasar", prosigue Acevedo, a pesar de que quiere dejar claro que no vincula el tiroteo con los grupos antiinmigraci¨®n. Pero dicho est¨¢. M¨¢s palabras que se suman a otras que se sumaron a unas terceras, y que han creado un clima de violencia verbal cuyas consecuencias tienen sumido al pa¨ªs en un debate pol¨ªtico cuyas consecuencias est¨¢n por ver.
Mucho se hablaba ayer en los corrillos formados a las puertas del hospital de que el hecho de que la pol¨ªtica dem¨®crata llegara al hospital evacuada en helic¨®ptero 38 minutos despu¨¦s de que la bala le atravesara la cabeza fue determinante en su salvaci¨®n. Eso y que el proyectil no le cruz¨® el cerebro de lado a lado, que entrase por la parte trasera del cr¨¢neo y saliera por la delantera y que solo tocase el lado izquierdo, ya que en los casos en los que la bala afecta a ambos lados del hemisferio cerebral los ¨ªndices de mortalidad son alt¨ªsimos.
Giffords se encontraba ayer estable y los m¨¦dicos confirmaban que la paciente ten¨ªa capacidad para responder a est¨ªmulos externos moviendo un dedo o apretando la mano. "Puede sonar muy simple, pero la posibilidad de que pueda hacerlo es un buen signo, en un paciente con da?os cerebrales, de que el hemisferio dominante del cerebro no ha sido da?ado", declaraba un doctor del equipo m¨¦dico que atiende a la congresista. Si Giffords salva la vida, su recuperaci¨®n le llevar¨¢ meses. Y pasar¨¢n semanas antes de que se sepa c¨®mo ser¨¢ esa recuperaci¨®n. Lo mismo pasar¨¢ con Tucson, tocada ya de por vida por la violencia sin sentido de las armas de fuego.
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