Las salidas y las voces
Manuel Garc¨ªa-Pelayo -primer presidente de Tribunal Constitucional- menciona en El Estado de partidos (Alianza, 1986) la tendencia sociol¨®gica de los dirigentes a concentrar el poder a costa de los afiliados en esas empresas pol¨ªticas. La pesada y costosa maquinaria partidista encargada de hacer funcionar el sistema democr¨¢tico, una compleja estructura organizativa p¨²blico-privada gobernada por estatutos restrictivos, elecciones indirectas y severa disciplina, suele estar gestionada por l¨ªderes designados mediante cooptaci¨®n para largos mandatos que mantienen relaciones asim¨¦tricas con los militantes de la base.
La constitucionalizaci¨®n a partir de la Segunda Guerra Mundial de unos partidos situados anteriormente extramuros del Estado y la financiaci¨®n con dinero presupuestario de sus campa?as electorales y gastos corrientes no han hecho sino ampliar la zona de eventuales colisiones entre la garant¨ªa constitucional objetiva que protege a esas organizaciones y el amparo de los derechos fundamentales subjetivos de los afiliados. Es cierto que los partidos desempe?an funciones b¨¢sicas en el sistema democr¨¢tico tales como expresar el pluralismo pol¨ªtico, concurrir a la formaci¨®n de la voluntad popular, legislar a trav¨¦s de los grupos parlamentarios y seleccionar a los gobernantes de la Administraci¨®n central, auton¨®mica y municipal. Pero tambi¨¦n es verdad que esas asociaciones pol¨ªticas voluntarias est¨¢n formadas por ciudadanos que ingresan libremente en sus filas y que son titulares de derechos fundamentales -a la libertad de expresi¨®n o a la tutela judicial entre otros- cuyo contenido esencial no puede ser ignorado en caso de conflicto con la c¨²pula del partido.
Cascos y Asunci¨®n escogen v¨ªas diferentes para expresar sus quejas contra el PP y el PSOE
Albert O. Hirschman dedic¨® una de sus geniales investigaciones interdisciplinarias (Salida, voz, lealtad, Fondo de Cultura Econ¨®mica, 1970) a estudiar las respuestas dadas por los miembros de las organizaciones empresariales, comerciales o pol¨ªticas descontentos con su funcionamiento. El agudo enfoque de Hirschman ayuda a entender las contestaciones de dos ex ministros del PP y del PSOE enfrentados con las actuales direcciones de sus respectivos partidos.
La r¨¦plica dada el pasado 1 de enero por Francisco ?lvarez-Cascos a la Comisi¨®n Nacional Electoral del PP por haberle preterido como candidato a la presidencia de Asturias ha sido la salida del partido. No le faltaban, en verdad, m¨¦ritos de guerra al aspirante al cargo, que ingres¨® hace 34 a?os en la Alianza Popular de Manuel Fraga, desempe?¨® la secretar¨ªa general del partido desde 1990 a 1999 y fue vicepresidente y ministro de Fomento del Gobierno de Aznar entre 1996 y 2004.
El emboscado candidato a la presidencia asturiana libr¨® su batalla entre dos luces, azuzando a su clientela pol¨ªtica para que exigiera p¨²blicamente su designaci¨®n y declar¨¢ndose al tiempo oficiosamente disponible a recibir el encargo. El fracaso de su intentona permite imaginar que un sector significativo de los populares (dentro y fuera de Asturias) detestan a Cascos al menos tanto como lo aman sus seguidores. La salida del PP en nombre de la dignidad herida es probablemente una coartada del perdedor para ocultar la escasa confianza en que su voz (los argumentos y las propuestas de cambio) pudiera darle la victoria.
Aunque su cursus honorum no sea tan brillante, el historial del socialista Antonio Asunci¨®n tambi¨¦n tiene peso: alcalde de Manises y presidente de la Diputaci¨®n de Valencia, fue despu¨¦s secretario de Estado de Instituciones Penitenciarias y ministro del Interior. En el ejercicio de sus derechos estatutarios, trat¨® de forzar durante el ¨²ltimo trimestre de 2010 unas primarias para disputar al secretario general Jorge Alerte (incapaz de levantar el vuelo electoral pese a las involuntarias y generosas ayudas dispensadas por Francisco Camps) la candidatura para la presidencia de Valencia. La comisi¨®n encargada de velar por la limpieza de esas elecciones internas, sin embargo, lleg¨® a la conclusi¨®n de que Asunci¨®n no cumpl¨ªa los requisitos necesarios para competir porque una parte de los avales exigidos eran falsos.
Pero la respuesta de Asunci¨®n no fue optar por la salida sino hacer o¨ªr la voz: adujo que la verificaci¨®n de los avales no se hab¨ªa hecho en presencia de sus interventores y recurri¨® ante la jurisdicci¨®n ordinaria como instancia arbitral. Despu¨¦s de que el juzgado admitiera a tr¨¢mite su demanda el 30 de noviembre, la Comisi¨®n de Garant¨ªas de los socialistas le abri¨® un expediente disciplinario por haber calificado de pucherazo la anulaci¨®n de los avales y le suspendi¨® de militancia.
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