El ilustre linaje de Francisco Ayala
La investigadora Amelina Correa reconstruye la historia familiar del escritor
Un a?o antes del nacimiento de Francisco Ayala, el 14 de marzo de 1905, fallec¨ªa v¨ªctima de una epidemia de gripe el m¨¦dico madrile?o Eduardo Garc¨ªa Duarte. Aquel d¨ªa, para despedirse de ella, hab¨ªa bajado del Albaic¨ªn a la ciudad con su hija Luz, que quer¨ªa disfrutar del carnaval. Aquellas horas de felicidad se volvieron terribles en la memoria de Luz, una mujer c¨¢lida y sensible, que daba de comer a las palomas con su hijo Francisco (Ayala) en un viejo palomar que hoy es un convento.
Amelia Correa Ram¨®n (Granada, 1967) acaba de publicar su ¨²ltimo trabajo de investigaci¨®n, titulado La familia de Francisco Ayala y su infancia. "Cuando retom¨¦ la lectura de los primeros cap¨ªtulos de Recuerdos y olvidos desde la perspectiva de mi estudio sobre Ayala me di cuenta de que probablemente el mayor hallazgo de la fascinante inmersi¨®n en su protohistoria fue la figura de su abuelo, Eduardo Garc¨ªa Duarte", explica Correa.
"El mayor hallazgo de la protohistoria del autor fue su abuelo", dice Correa
Garc¨ªa Duarte se convirti¨® en rector de la Universidad de Granada
Resulta sorprendente que una de las personas que m¨¢s influy¨® en el futuro escritor fuese alguien a quien no conoci¨® y que nunca simpatiz¨® con su padre. Sin embargo, Eduardo Garc¨ªa Duarte fue un recuerdo que nunca hab¨ªa existido, un trozo difuso en la memoria del joven que escuchaba a su madre hablar de aquel hombre. "Mi madre veneraba su figura, la evocaba con frecuencia, y se complac¨ªa en hablarme de ¨¦l: era su hija menor y, de seguro, su predilecta", escribi¨® Ayala en Recuerdos y olvidos.
Nacido en Madrid en 1830, Garc¨ªa Duarte lleg¨® con 24 a?os a Granada tras obtener por oposici¨®n una plaza de profesor cl¨ªnico en la Facultad de Medicina. "Se trataba de una ciudad ciertamente venida a menos y sometida a un proceso de franco declive. Diversas epidemias ocasionaron un efecto devastador a lo largo del siglo XIX", aclara Correa. En aquella Granada que hab¨ªa pasado de contar con 400.000 habitantes en su ¨¦poca de esplendor a los algo m¨¢s de 60.000 a mediados del siglo XIX, Garc¨ªa Duarte fue un hombre muy querido que desempe?¨® un papel fundamental como m¨¦dico en varias epidemias de c¨®lera, durante las cuales ejerci¨® desinteresadamente para atender a los enfermos.
En una de esas epidemias, esta vez de gripe, se contagi¨® y falleci¨®. "Defendi¨® durante toda su vida, con el ejemplo personal, la necesidad de regenerar Espa?a por medio de la laboriosidad y el esfuerzo com¨²n, propugnando la educaci¨®n de individuos ¨²tiles a la sociedad guiados por ideales nobles", dice la autora.
Con el tiempo, Eduardo Garc¨ªa Duarte lleg¨® incluso a convertirse en rector de la Universidad de Granada. En la galer¨ªa de rectores del Hospital Real se encuentra un retrato suyo, en el que se aprecia el gran parecido f¨ªsico que guardaba con su nieto.
"Su presencia se manifiesta con gran intensidad en las p¨¢ginas iniciales de Recuerdos y olvidos, pues su relieve y coherencia intelectual dejar¨¢n una importante impronta en el nieto que no lleg¨® a conocer", se?ala la autora, que ha arrojado luz sobre el sustrato que configura el desarrollo de la compleja personalidad intelectual del escritor, cuyas ra¨ªces se encuentran en sus or¨ªgenes e infancia granadinos.
Otro de los personajes recuperados por Amelina Correa es el de Josefa Gonz¨¢lez, la abuela materna, de la que Ayala declar¨® desconocer incluso su nombre. "Figura borrosa" y "perfil en hueco" es como lleg¨® a denominarla en su autobiograf¨ªa. Intrigada por esta aparente desaparici¨®n, la autora realiz¨® una serie de investigaciones en diversos archivos, hasta encontrar al fin que la casi fantasmal abuela paterna de Francisco Ayala se hab¨ªa llamado Mar¨ªa Josefa Remigia Gonz¨¢lez P¨¦rez, y que era natural de Madrid. Muri¨® poco antes de cumplir 60 a?os en 1863 con un ambiguo diagn¨®stico de "lesi¨®n tr¨®fica nervio vago".
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