Las armas, por favor
Hace a?o y medio el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, al rechazar un recurso presentado por Batasuna contra el Estado espa?ol, argument¨® que los actos de los demandantes deb¨ªan analizarse como parte de una estrategia para llevar a t¨¦rmino su proyecto pol¨ªtico: completar y sostener pol¨ªticamente la acci¨®n de una organizaci¨®n terrorista para alcanzar fines que consisten en perturbar el orden constitucional o alterar gravemente la paz p¨²blica. Transcurrido a?o y medio de aquel fallo, una conclusi¨®n se impone: los dirigentes de la ilegalizada Batasuna no han hecho nada para demostrar que no forman parte de ese proyecto pol¨ªtico.
En pol¨ªtica, hacer y no hacer son siempre las dos caras de una estrategia y elaborar una estrategia es siempre optar por una acci¨®n entre varias posibles. Cuando todas las opciones se reducen a una, ya no hay opci¨®n, no hay pol¨ªtica, hay guerra que, al final, es pol¨ªtica por otros medios: exterminar al adversario, convertido en enemigo, con la meta de conquistar todo el poder. Mantener el lenguaje de guerra, como hace ETA cada vez que propone un "alto el fuego", quiere decir que su estrategia no ha cambiado, que hasta el d¨ªa de hoy lo ¨²nico que cambia son sus movimientos t¨¢cticos.
La t¨¢ctica actual, la que la lleva a proclamar el alto el fuego -sin adjetivos, porque ya sabemos por experiencia lo que quiere decir permanente para ETA: permanente mientras sirva a la t¨¢ctica- consiste en poner t¨¦rmino a la creciente debilidad de Batasuna, asfixiada por su exclusi¨®n de la legalidad -por sentencia del Tribunal Supremo, ratificada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos- y del acceso a las instituciones p¨²blicas. No se trata solo de una cuesti¨®n de dinero, de que no cobran del Estado por sus concejales, alcaldes y dem¨¢s. Esto cuenta, desde luego, pero no es lo que m¨¢s importa. Lo que importa es que, en una democracia, no se puede hacer pol¨ªtica solo desde la calle. Eso era posible y hasta obligado para la acci¨®n revolucionaria en Estados no democr¨¢ticos: a Lenin le tra¨ªan al pairo las elecciones. Pero no es posible en Estados democr¨¢ticos, donde la "lucha de masas" exige a Batasuna, como acaba de decir Otegi, estar en "igualdad de condiciones con el resto de formaciones pol¨ªticas".
Bien, vale: hay que estar en igualdad de condiciones con el resto de las formaciones pol¨ªticas. Esa es la primera regla del juego. Pues que empiecen, porque hasta ahora no lo han estado nunca. Batasuna es una organizaci¨®n pol¨ªtica, sin duda; hoy ilegal, pero no por eso clandestina: sus dirigentes hablan por los codos, publican autoentrevistas cada semana y act¨²an a la luz del d¨ªa. Pero es una organizaci¨®n pol¨ªtica que forma parte de una estrategia en la que la presencia de una "organizaci¨®n armada" -como definen a ETA- ha sido y sigue siendo fundamental: no pueden vivir sin ella. Hacer pol¨ªtica con las espaldas cubiertas por el permanente, general y verificable empleo o amenaza de bombas y pistolas introduce una peque?a diferencia con el resto de las formaciones pol¨ªticas, ?o no? Pues entonces, hasta que no acepten la igualdad de condiciones que reclaman, el ¨²nico sitio desde el que podr¨¢n seguir haciendo pol¨ªtica ser¨¢ el de la ilegalidad, que no es ni silencio ni clandestinidad: ser ilegal en democracia no comporta tantos inconvenientes como serlo en dictadura; tal vez alg¨²n engorro, el de disfrazarse de legales, pero poco m¨¢s. Lo que ocurre es que siendo ilegal no se puede aspirar a hacer pol¨ªtica desde las instituciones del Estado. Ese es el problema.
?Puede volver Batasuna a la legalidad y ocupar concejal¨ªas, esca?os y dem¨¢s en las instituciones democr¨¢ticas del Estado espa?ol? Pues claro que puede: en el momento en que lo decida. Es una cuesti¨®n de estrategia. Hasta hoy su estrategia consiste en formar parte de un proyecto que completa y sostiene pol¨ªticamente a una organizaci¨®n terrorista, por repetirlo con las palabras del Tribunal Europeo. Desde hoy, cuando quiera, puede cambiar de estrategia y empezar a trabajar, en igualdad de condiciones con las otras formaciones pol¨ªticas, por ese nuevo proyecto pol¨ªtico que, en la senda de Aznar y de Carod, ha anunciado Otegi en su ¨²ltima autoentrevista desde la c¨¢rcel: una segunda transici¨®n.
Vamos a ello, las condiciones son propicias, las masas est¨¢n listas, la comunidad internacional a partir un pi?¨®n, el Estado es d¨¦bil y del Gobierno mejor no hablar. Todo incita a emprender por fin el gran proyecto de la segunda transici¨®n. S¨®lo que, no como la primera, con asesinatos a mansalva. Esta vez, por favor, depositen las armas a la entrada.
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