"A mi mujer le dieron tantos golpes que perdi¨® el ni?o que esperaba"
Los saharauis llegados en patera a Fuerteventura relatan su persecuci¨®n en El Aai¨²n
"La polic¨ªa marroqu¨ª entr¨® en mi casa de El Aai¨²n para buscarme despu¨¦s del desalojo del campamento de Agdaym Izik. Yo hab¨ªa huido al desierto. Rompieron la puerta de entrada. A mi mujer le pegaron con la porra para que dijera d¨®nde estaba yo. Recibi¨® tantos golpes que perdi¨® al ni?o que esperaba. Lo destrozaron todo. Cuando regres¨¦ a El Aai¨²n, unos d¨ªas despu¨¦s, me escond¨ª en casas de familiares; cada d¨ªa en una. Hasta que me di cuenta de que no iban a dejar de irrumpir en sus domicilios si no me marchaba. Entonces empec¨¦ a organizar el viaje a Espa?a". Aomar Daoudi tiene 35 a?os. Es una de las 22 personas que llegaron en patera a Fuerteventura el 5 de enero pidiendo asilo pol¨ªtico y una de las cinco cuya solicitud ha sido admitida a tr¨¢mite por el Gobierno. Sus otros cuatro compa?eros participaron, como ¨¦l, en el campamento de Agdaym Izik, violentamente desalojado por la polic¨ªa marroqu¨ª el 8 de noviembre. Todos hac¨ªan labores de vigilancia, de control de las entradas y salidas del campamento, seg¨²n relatan, lo que les hizo especialmente visibles ante las autoridades marroqu¨ªes.
Vigilaban el campo de Agdaym Izik, lo que les hizo muy visibles al Ej¨¦rcito
"Si regresamos, nos esperan la c¨¢rcel y la tortura", afirman. La admisi¨®n a tr¨¢mite de sus peticiones les asegura un permiso de estancia temporal en Espa?a que est¨¢ en sus manos desde el viernes. Por seis meses renovables, hasta que el Gobierno les informe de la resoluci¨®n definitiva concediendo o denegando el estatuto de refugiado -o la protecci¨®n internacional subsidiaria, si no cumplen todos los requisitos para serlo pero se considera que su vida o libertad corren un riesgo cierto-. Los 17 cuya solicitud no ha sido admitida a tr¨¢mite pueden pedir un reexamen, que tendr¨¢ que ser resuelto por la Oficina de Asilo y Refugio en dos d¨ªas.
De los 17 solicitantes que permanecen en el Centro de Internamiento de Extranjeros, el Frente Polisario reconoce a otros ocho como saharauis en riesgo, y pide a Espa?a que reconsidere su situaci¨®n. "Todos tienen miedo de volver", se?ala Daoudi. "No hay ninguna duda de que acabar¨¢n en la c¨¢rcel". Los dem¨¢s ser¨ªan marroqu¨ªes que han pedido asilo para tratar de evitar la expulsi¨®n. "El due?o de la patera era un marroqu¨ª que suele traer a Espa?a droga y gente", relata Ahmed, de 23 a?os. "?l nos junto a todos, a saharauis con otros que no lo eran". Pagaron entre 600 y 700 euros para huir de El Aai¨²n. La polic¨ªa marroqu¨ª, dicen, los vio perfectamente y los dej¨® salir. "Si te salvas y llegas a Espa?a, bien. Si no, ellos se han salvado de ti".
Ahmed nunca hab¨ªa tenido problemas con las autoridades. Trabajaba en la peque?a tienda de comida que ten¨ªan sus padres en El Aai¨²n hasta que tuvo que cerrar por la crisis y acab¨® en paro. El 10 de octubre el gobernador le deneg¨® una ayuda econ¨®mica y su madre decidi¨® que se incorporaran al campamento, con apenas 20 jaimas montadas, para reclamar derechos sociales.
El d¨ªa del desalojo -un mes despu¨¦s, cuando congregaba a unas 20.000 personas y se hab¨ªa convertido en una protesta no solo social sino tambi¨¦n pol¨ªtica-, un polic¨ªa le rompi¨® el brazo a su madre, asegura, y ni siquiera pudieron llevarla al hospital de Ben Mehdi. "La puerta estaba tomada por civiles marroqu¨ªes que nos imped¨ªan la entrada". El coche de su hermana acab¨® incendiado por los polic¨ªas. Su hermano fue detenido y est¨¢ preso en la C¨¢rcel Negra. "La polic¨ªa se ha dedicado a buscar casa por casa a todos los j¨®venes que participaron en las manifestaciones o en el campamento". ?l decidi¨® esconderse en Tarouma, cerca de Bojador, hasta que la situaci¨®n se calmara. "Pero no se calm¨®. Los controles policiales y las detenciones arbitrarias continuaron. Yo hab¨ªa sido vigilante de noche en el campamento y la polic¨ªa hab¨ªa estado tomando fotos continuamente".
Daoudi y su compa?ero Abdelgani Kebdana, de 33 a?os, s¨ª estuvieron presos antes del campamento. Por su activismo pol¨ªtico a favor de un S¨¢hara libre y su participaci¨®n en manifestaciones. "Me metieron en la c¨¢rcel por exhibir banderas saharauis", relata Kebdana. "Cuando sal¨ª, me interrogaban y vigilaban todo el tiempo". En una de las detenciones, con golpes incluidos, seg¨²n relata, le vendaron los ojos para que no viera ad¨®nde lo llevaban. "Tienen comisar¨ªas ocultas", afirma.
Tras el desalojo, en el que asegura que la polic¨ªa marroqu¨ª us¨® armas de fuego -lo que ha negado Rabat-, se fue a esconder al desierto con Daoudi y otro amigo, Kamal Bahaha, de 27 a?os, que tambi¨¦n est¨¢ con ellos. Han permanecido juntos desde el 8 de noviembre. Todos relatan las mismas historias de acoso hacia sus familiares. "A mi mujer le rompieron la mand¨ªbula y los dientes en el desalojo del campamento", dice Bahaha. "Mi hijo de seis a?os camin¨® descalzo, huyendo, los 16 kil¨®metros que separaban el lugar de El Aai¨²n. Yo me escap¨¦ al desierto, y la polic¨ªa fue a buscarme a casa de todos mis familiares. Romp¨ªan las puertas y lo destrozaban todo".
Los cinco salieron el viernes por la noche del CIE hacia la comisar¨ªa de Puerto del Rosario, donde les dieron la documentaci¨®n. Una trabajadora de la Cruz Roja les llev¨® despu¨¦s a un centro que tienen en la isla. Durante el viaje agitaban por la ventana una bandera saharaui. Casi todos tienen parientes en Espa?a y uno de ellos se fue esa misma noche a casa de su primo, que vive en una zona tur¨ªstica de Fuerteventura desde hace varios a?os. Los cinco auguran que llegar¨¢n m¨¢s pateras. "A Marruecos le viene muy bien hacer la vista gorda", opina el primo de Ahmed. "Se libra de los j¨®venes saharauis que reivindican derechos y pueden organizar revueltas y de paso tira de las orejas a Espa?a, ense?¨¢ndole que cuando quiere controla las fronteras y cuando no, no".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.