"Est¨¢s acabado", dijo el jefe del Ej¨¦rcito a Ben Ali
El general Ammar dimiti¨® y volvi¨® a ocupar el mando al huir el presidente
La revoluci¨®n tunecina fue popular y espont¨¢nea, pero sin la complicidad de las Fuerzas Armadas no hubiese tenido ¨¦xito. "El Ej¨¦rcito dej¨® caer a Ben Ali", asegura el ex jefe del Estado Mayor de los Ej¨¦rcitos de Francia, almirante Jacques Lanxade, de 76 a?os, en una conversaci¨®n telef¨®nica con este corresponsal.
"El jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito de Tierra, el general Rachid Ammar, dimiti¨® tras rehusar ordenar a sus hombres que disparasen contra los manifestantes tunecinos", prosigue Lanxade que fue tambi¨¦n embajador de Francia en T¨²nez hasta 1999.
Antes de dejar el cargo, el general Ammar le dijo, el 12 de enero, al presidente Zine el Abidine Ben Ali: "?Est¨¢s acabado!". Dos d¨ªas despu¨¦s el jefe del Estado huy¨® del pa¨ªs y Ammar recuper¨® su puesto.
A los militares no se les vincula con la corrupci¨®n ni con la represi¨®n
La prioridad de los soldados es acabar con la violencia que fomenta la polic¨ªa
Moncef Marzuki, un m¨¦dico tunecino exiliado en Par¨ªs, sostiene, en cambio, que fue Ben Ali quien destituy¨® al general cuando este se neg¨® a obedecerle. "Le reemplaz¨® por un general m¨¢s obediente", pero este tampoco acat¨® las instrucciones presidenciales.
En c¨ªrculos diplom¨¢ticos de T¨²nez se susurra que pocos d¨ªas antes de que cayese Ben Ali, la c¨²pula castrense mantuvo contactos con la Embajada norteamericana -los militares tunecinos se forman en EE UU y en Francia- que les inst¨® a no intervenir en la represi¨®n. Antes, el 6 de enero, el embajador de T¨²nez en Washington, Mohamed Salah Tekaya, fue convocado por el Departamento de Estado, que le abronc¨®. El pasado viernes el presidente Barack Obama "aplaudi¨®" al pueblo tunecino.
"No s¨¦ si el rumor tiene consistencia, pero constato que hay una convergencia de intereses entre la Casa Blanca y los jefes militares", afirma Khadija Mohsen-Finan, investigadora tunecina de la Universidad de Par¨ªs VIII.
"El Ej¨¦rcito tunecino ha sido siempre mantenido al margen de la pol¨ªtica, no estaba asociado a la direcci¨®n del pa¨ªs y se dedicaba, sobre todo, a la vigilancia de las fronteras", recuerda el almirante Lanxade. Nunca se le vincul¨® con la corrupci¨®n ni las intrigas de palacio que caracterizaron la vida pol¨ªtica bajo Ben Ali.
Pero he aqu¨ª que desde que, a principios de mes, los soldados se desplegaron en las ciudades para proteger los edificios p¨²blicos, las Fuerzas Armadas se han convertido en protagonistas.
Primero rehusaron reprimir a los manifestantes y hasta en alguna ocasi¨®n les protegieron de los embates de la polic¨ªa y de la Guardia Nacional (Gendarmer¨ªa). "Ahora desempe?a un papel estabilizador y moderador", subraya Lanxade.
Su prioridad inmediata es acabar con los brotes de violencia fomentados por los miembros del aparato de seguridad de la dictadura, empezando por la guardia presidencial. "Cuando creen que corren peligro, los tunecinos llaman ahora al Ej¨¦rcito, que acude a defenderles, y no a la polic¨ªa", sostiene el almirante Lanxade.
"No es una tarea f¨¢cil porque el n¨²mero de polic¨ªas y gendarmes cuadriplica al de los soldados", se?ala el catedr¨¢tico franc¨¦s Pierre Vermeren, autor de varios libros sobre el norte de ?frica. Las Fuerzas Armadas cuentan con 35.000 hombres de los que 27.000 integran el raqu¨ªtico Ej¨¦rcito de Tierra.
Aunque fuera apol¨ªtico, "el Ej¨¦rcito no quer¨ªa a Ben Ali", recuerda el profesor Vermeren. En 2002, el jefe del Estado Mayor, el general Abdelaziz Skik, y otros once oficiales fallecieron en un accidente de helic¨®ptero en Mejez el Bab "del que siempre se sospech¨® que pod¨ªa haber sido provocado" por Ben Ali, que tem¨ªa un golpe de Estado, prosigue Vermeren. Para sustituir a Skik, el presidente design¨® a Ammar.
Adem¨¢s de luchar contra los irreductibles del aparato policial, Vermeren vaticina que el peque?o Ej¨¦rcito tunecino puede tener que hacer frente a "intentos de desestabilizaci¨®n de Libia". En enero de 1980, un grupo de tunecinos entrenado en Libia intent¨® tomar la ciudad meridional de Gafsa. Ahora el l¨ªder libio, Muammar el Gadafi, ha mostrado p¨²blicamente su disgusto con el derrocamiento de Ben Ali.
?Existe un riesgo de que un Ej¨¦rcito convertido en actor principal le coja gusto al poder? "No est¨¢ en nuestras tradiciones", responde Khadija Mohsen-Finan. "Su papel es, por ahora, el de acompa?ar esta incipiente transici¨®n", a?ade. "Pero no conocemos a los militares", recalca. "No sabemos lo que puede pasar".
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