Los matones del r¨¦gimen buscan el caos
Los militares defienden la transici¨®n pol¨ªtica contra los fieles a Ben Ali - La polic¨ªa, detestada igual que el dictador, pierde presencia en las calles
Los soldados tunecinos no dejaban ayer estacionar taxis en ning¨²n lugar donde hubiera aglomeraci¨®n de personas. El miedo a un atentado era palpable en la capital. Una psicosis. Porque tras la detenci¨®n el s¨¢bado de Ali al Seriati -jefe de la guardia personal de Zine el Abidine Ben Ali, el s¨¢trapa derrocado-, los esbirros del r¨¦gimen se emplean a fondo para que la gente a?ore al dictador fugado el viernes a Arabia Saud¨ª. Instaurar el caos es su objetivo en esta etapa de volatilidad pol¨ªtica. Sin embargo, pese a los choques armados entre militares contra polic¨ªas fieles a Ben Ali que ayer sacudieron el coraz¨®n de T¨²nez, algo es evidente: el Ej¨¦rcito cumple con su misi¨®n y se enfrenta a muerte a los matones del dictador dondequiera que tratan de sembrar la anarqu¨ªa.
El Banco Central y el palacio presidencial, escenarios de choques armados
Los militares, desplegados ayer como nunca en la reciente historia tunecina, notoriamente m¨¢s que en d¨ªas anteriores, daban muestras de que no iban a dejar pasar una. Eran ayudados por polic¨ªas, pero los soldados estaban al mando. La polic¨ªa, tan detestada como el dictador, pierde presencia en las calles. Pero el Ej¨¦rcito -casi 30.000 hombres- tiene muy complicado garantizar el orden si no puede contar con al menos parte de los 160.000 miembros de las fuerzas de seguridad.
Los civiles -muchos hombres pasan el d¨ªa en las esquinas observando acontecimientos- celebraban la detenci¨®n y besaban a los soldados. "?Viva T¨²nez libre!", gritaban. Imposible saber la intenci¨®n de los detenidos, pero la proximidad a la central del PDP hace sospechar que intentaban atentar contra el l¨ªder del PDP, Nejib Chebbi, o su esposa, Maya Jribi, tambi¨¦n una importante dirigente pol¨ªtica. Si eso hubiera ocurrido, las consecuencias habr¨ªan sido devastadoras.
Dif¨ªcil lo tienen los matones afectos a Ben Ali. Porque el odio al aut¨®crata es tan extendido entre los 10 millones de tunecinos como el respeto y cari?o por el Ej¨¦rcito, que ayer, poco a poco, se hac¨ªa con el control de la seguridad en todo T¨²nez. Eran los militares quienes principalmente se hac¨ªan cargo de las inspecciones de los veh¨ªculos, de registrar cualquier bolsa grande que llevara todo transe¨²nte. Porque, seg¨²n relatan vecinos de T¨²nez, muchos polic¨ªas y efectivos de la guardia personal de Ben Ali se dedican a otros menesteres escabrosos.
"Llaman aleatoriamente a las casas para preguntar la direcci¨®n, qui¨¦n se encuentra en la vivienda y ofrecen protecci¨®n. Pero luego las asaltan, especialmente si hay mujeres solas", comentaba un vecino. Tambi¨¦n han utilizado ambulancias y taxis para disparar contra tiendas, dep¨®sitos de agua en las casas. Han robado c¨¢maras, m¨®viles y dinero a periodistas de la televisi¨®n alemana. Y ya sin luz, veh¨ªculos todoterreno circulaban a gran velocidad por varios suburbios repartiendo plomo, aunque toda la poblaci¨®n permanec¨ªa guarecida en sus casas.
El centro de la ciudad fue escenario de choques entre el Ej¨¦rcito y grupos de polic¨ªas contra los matones, apostados a menudo en tejados. Se prolongaron durante horas. Ya ca¨ªda la noche, dos leales a Ben Ali fueron abatidos desde helic¨®pteros -su tronar se escuchaba sin cesar- en los alrededores del Banco Central y las refriegas en las inmediaciones del palacio de Cartago, entre soldados y fieles a Ben Ali desemboc¨® en una desbandada de sicarios que disemin¨® el terror por los suburbios colindantes. Tambi¨¦n hubo tiroteos en los alrededores del aeropuerto.
Por la ma?ana, las Fuerzas Armadas difundieron por radio que los vecinos que desearan defender sus barrios -una muestra de evidente recelo hacia gran parte de la polic¨ªa- se pusieran ropa o alg¨²n distintivo blanco. Los polic¨ªas que colaboraban con los soldados tambi¨¦n llevan desde ayer chalecos blancos.
Pero tambi¨¦n se conversaba sobre las enormes dificultades para comprar, por ejemplo, agua embotellada o papel higi¨¦nico. Ya hay cierto desabastecimiento en el mercado central y las verduras y hortalizas han duplicado su precio en 48 horas. Grupos de vecinos elaboraban en algunos barrios listas de productos que escasean y d¨®nde pueden hallarse. Es una coyuntura insostenible que augura nuevos brotes violentos si los ahora rebeldes que propagan el terror prosiguen por este camino. Tienen enormes intereses que proteger, por muy bastardos que sean. A medio plazo, T¨²nez, dependiente de las inversiones extranjeras y del turismo y sin la inyecci¨®n de divisas procedentes del petr¨®leo o gas de que disfrutan otros pa¨ªses ¨¢rabes, va a pagar un alto precio por esta inestabilidad pol¨ªtica y de seguridad que ha manchado a una naci¨®n c¨¦lebre por su calma social.
Pero el conflicto tiene otras v¨ªctimas inocentes inesperadas. Poco despu¨¦s del mediod¨ªa, tres hombres, dos en posesi¨®n de pasaportes suecos y un tunecino, fueron capturados a unos 40 metros de la sede del opositor Partido Democr¨¢tico Progresista, cuyos dirigentes negociaban con el primer ministro la formaci¨®n de un Gobierno de unidad nacional. Los dos suecos "portaban fusiles de corto y largo alcance y pistolas", confirmaba en el lugar de los hechos un oficial. Los tres fueron golpeados por polic¨ªas mientras los manten¨ªan boca abajo. Los supuestos mercenarios o terroristas reci¨¦n llegados del extranjero eran en realidad cazadores que ya llevaban una semana en el pa¨ªs. La polic¨ªa admiti¨® por la noche el error cometido. No necesitaron atenci¨®n m¨¦dica, pese a la paliza recibida.
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