Una antolog¨ªa de los horrores
Un libro de memorias de un recluta describe la Guerra de la Independencia
Una mujer indica a su hijo, de cuatro o cinco a?os, que le entregue a un soldado franc¨¦s unos alimentos. La madre se asegura antes de que ning¨²n espa?ol vea un acto de generosidad hacia el enemigo que puede costarle la vida. El ni?o corre hacia el soldado para darle su regalo. De repente, el soldado carga su fusil, dispara y atraviesa el coraz¨®n del ni?o. La madre corre pero no llega a tiempo de salvar a su hijo. Es una escena ocurrida en Ja¨¦n durante la Guerra de la Independencia. La cuenta Louis Fran?ois Gille en Memorias de un recluta de 1808, que acaban de publicar el Centro de Estudios Andaluces y la editorial sevillana Renacimiento. Se trata de la primera traducci¨®n al castellano de estas memorias, que fueron publicadas en Francia en 1892.
Gille tiene claro que contar¨¢ todo lo que ha visto. "Entre las escenas de horror que la guerra genera, hay algunas que repugna recordar, sobre todo cuando el protagonista es un monstruo a la vez que un compatriota; a pesar de todo, me he impuesto el deber de escribir todo lo que he visto, por lo que voy a cumplir con mi obligaci¨®n, por dura que sea, y contar fielmente aquello de lo que fui testigo", se?ala Gille en su libro. Sus memorias muestran la barbarie de la guerra. Asesinatos, destrucci¨®n, enfermedades, hambre... Y, en ocasiones, tambi¨¦n aparece el sentido com¨²n y la humanidad de las personas que intentan evitar brutalidades y venganzas.
Manuel Moreno Alonso, profesor de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad de Sevilla, se ha encargado de la introducci¨®n del libro. Las memorias de Gille cuentan la guerra desde abajo, desde la perspectiva del soldado, tan alejada del punto de vista de los generales. Se masca la confusi¨®n, el miedo, el agotamiento, las enfermedades que condenan a una muerte r¨¢pida... "Hay una enorme cantidad de fuentes de estudio sobre la Guerra de la Independencia. Pero si de algo se carece es de una visi¨®n desde abajo de esta guerra. Hay un concepto historiogr¨¢fico que los ingleses denominan 'historia desde abajo'. Este libro es un ejemplo de ello. Es una historia desde abajo, desde el punto de vista del soldado. Muestra la vida cotidiana de los soldados en todos sus aspectos: lo que piensan sobre su jefe, los movimientos, los padecimientos de las marchas...", comenta Moreno Alonso.
La extrema crueldad de la Guerra de la Independencia salpica el libro con escenas espantosas. "La m¨¢s violenta de las guerras napole¨®nicas es la de Espa?a. El libro presenta una antolog¨ªa de los horrores, lo que da una idea de hasta qu¨¦ extremo estuvo involucrado el pueblo en la guerra. El pueblo es un enemigo invisible que lucha en una guerra total. En los libros de mariscales y generales no se encuentran escenas de esa violencia. Es el soldado de a pie el que percibe esas cosas", asevera Moreno Alonso.
Con todo, tambi¨¦n hay momentos en que la nobleza de algunas personas pone freno a la violencia e impide que algunos energ¨²menos den rienda suelta a sus ganas de matar. "Esto siempre es as¨ª. Hay gente que ofrece su mano tendida al otro. Es un libro muy equilibrado. Al autor no se le va la mano. Es muy mesurado a la hora de hablar de todos esos horrores", resume el profesor de la Universidad de Sevilla.
El protagonista del libro relata sus peripecias en la batalla de Bail¨¦n, donde fue hecho prisionero. Tras ser hacinado en el puerto de C¨¢diz, fue enviado a Cabrera en marzo de 1809. No sali¨® de la isla balear hasta 1811. El hambre acab¨® con muchos prisioneros en Cabrera. Gille vio a dos soldados que despiezaban el cad¨¢ver de un camarada muerto. Colocaron un muslo sobre unos carbones ardientes. Y desistieron de com¨¦rselo al recordar uno de ellos que el cad¨¢ver estaba infectado por la sarna, "cosa de la que era f¨¢cil darse cuenta por la cantidad y tama?o de las pupas que lo cubr¨ªan".
Gille tuvo suerte. Finalmente, fue a parar a la localidad brit¨¢nica de Porchester y regres¨® a Francia en 1814. Pero nunca olvid¨® lo que vio en Espa?a durante la invasi¨®n napole¨®nica: una antolog¨ªa de los horrores.
Cad¨¢veres junto a los muros de C¨¢diz
Uno de los episodios clave relatados en Memorias de un recluta de 1808, de Louis Fran?ois Gille, es el hacinamiento al que se vieron abocados los soldados napole¨®nicos en el puerto de C¨¢diz durante semanas. Decenas de franceses mor¨ªan cada d¨ªa por una epidemia. No recib¨ªan ninguna ayuda.
"Los espa?oles a?ad¨ªan a este trato cruel el venir a insultarnos: incluso las mujeres de las clases m¨¢s distinguidas de C¨¢diz, aunque resulte dif¨ªcil de creer, ven¨ªan, subidas en sus embarcaciones m¨¢s elegantes, para vagar en medio de los cad¨¢veres que cubr¨ªan la bah¨ªa, a pasearse sobre nuestros pontones para disfrutar del espect¨¢culo de nuestra miseria y anunciarnos con atroz felicidad que pronto ser¨ªamos degollados", escribe Gille.
Los cad¨¢veres de los franceses eran arrojados al mar y empujados por la marea hacia los muros de C¨¢diz. Las autoridades de la ciudad, "conocedoras de que sus habitantes se alimentaban de los peces que se pescaban en esta bah¨ªa", les prohibieron arrojar los cuerpos al mar.
"Un granadero de nuestro batall¨®n enfermo de escorbuto, y teniendo una mejilla completamente devorada por un c¨¢ncer, no pudiendo soportar m¨¢s tiempo su doloroso destino, dijo adi¨®s a sus amigos que estaban cerca, sobre el puente, haci¨¦ndoles conocer la resoluci¨®n que hab¨ªa tomado de acabar con su existencia. Se vend¨® los ojos y se precipit¨® al mar sin que ninguno de los presentes tratase de oponerse a este acto de desesperaci¨®n", recuerda Gille en sus memorias.
Hay escenas de una ferocidad dif¨ªcil de olvidar. Un soldado pasa por encima del cuerpo de un moribundo, que en un movimiento ocasionado por la contracci¨®n de sus miembros le hace caer sobre ¨¦l. "Insensible al estado de agon¨ªa de su camarada, el soldado ca¨ªdo se levant¨®, y maldiciendo al desgraciado incapaz de escucharle, le dio una patada en las costillas que le hizo exhalar su ¨²ltimo suspiro", relata el autor del libro.
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