Aprender junto al Viejo Profesor
La vida o el azar quisieron que el estudiante universitario catal¨¢n que yo era en el a?o 1973 fuera a ver a Enrique Tierno a Marqu¨¦s de Cubas y al poco rato saliera militando en un partido clandestino, el PSI, del que no hab¨ªa o¨ªdo hablar. M¨¢s tarde entr¨¦ a formar parte de su peque?o grupo de profesores junto a Manolo Mella y Matilde, y as¨ª segu¨ª a su lado aprendiendo durante casi 10 a?os, hasta que vi c¨®mo el pueblo de Madrid lo acompa?aba enfervorizado y conmovido al cementerio de la Almudena, mientras pensaba en el injusto destino de mi maestro y sent¨ªa la influencia que ejerci¨® sobre todos aquellos que estuvimos y nos mantuvimos a su lado. Matilde y yo somos sus ¨²ltimos disc¨ªpulos directos, los ¨²ltimos profesores que entramos en su reducido equipo acad¨¦mico de la UAM y all¨ª seguimos 30 a?os despu¨¦s; y ello es un sello de distinci¨®n, orgullo y prestigio que nos esforzamos en merecer.
Hu¨ªa de la comodidad y la ignorancia y valoraba la originalidad y el riesgo
Tierno destilaba la cordialidad ilustrada del aut¨¦ntico profesor, capaz de explicar, escuchar y polemizar. Transmit¨ªa serenidad y equilibrio, ten¨ªa el pathos esc¨¦nico caracter¨ªstico del maestro. Nunca me sent¨ª adoctrinado o condicionado, y menos reconvenido o atado; nunca pidi¨® adhesiones inquebrantables o fidelidades absolutas y, sin embargo, nunca me he sentido m¨¢s identificado con un talante y unas formas que ganaron mi lealtad e influyeron tanto en mi formaci¨®n.
Era accesible, incluso afable, exigente con ¨¦l y con los dem¨¢s. Hu¨ªa de la comodidad y la ignorancia y valoraba la originalidad y el riesgo. La cr¨ªtica la dirigi¨® siempre a las personas, grupos y partidos con los que se identificaba, quer¨ªa o pertenec¨ªa. El silencio fue, en cambio, el mayor reproche: con ¨¦l expresaba indiferencia.
El aprendizaje con el Viejo Profesor, como con el anciano sabio, no se ajustaba a los tr¨¢mites de la ense?anza reglada, no era un especialista; era un intelectual, no en el sentido de hombre culto que aprende y sabe pero no utiliza sus conocimientos para producir, influir o intentar cambiar la realidad; estaba motivado por la acci¨®n, sus conocimientos fueron instrumento que aplicaba a un fin, cambiar lo que se le presentaba como defectuoso o injusto. Tierno era el de la raz¨®n mec¨¢nica y la raz¨®n dial¨¦ctica, el del intento de superar la contradicci¨®n entre positivismo y marxismo y de otros tantos esfuerzos de esclarecimiento. Como suele decir Ra¨²l Morodo, fue un demoledor de t¨®picos y coautor del himno de Madrid, un himno al que nunca se escucha la letra.
Tierno fue siempre m¨¢s que la funci¨®n que le toc¨® jugar. Fue m¨¢s que un profesor, m¨¢s que un catedr¨¢tico, m¨¢s que un l¨ªder pol¨ªtico de un partido, m¨¢s que un diputado y m¨¢s que un alcalde. Todo lo ha sido bajo esta sombra de su personalidad tan enormemente compleja que no deja indiferente a nadie.
Est¨¦ donde est¨¦, con aquella mal¨¦vola o ben¨¦vola sonrisa, mantiene tan fresco su recuerdo que parece que fue ayer cuando muri¨®.
Antonio Rovira es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAM.
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