Abrazos y codazos
Nos dirigimos a toda velocidad hacia los paisajes desconocidos de un mundo distinto pero no tenemos mapa de carreteras para llegar al destino. No sabemos c¨®mo se llega ni qu¨¦ hay all¨ª. S¨ª sabemos algo: este siglo en el que ya estamos instalados pertenece por el momento a dos grandes pa¨ªses, que ahora ya abarcan un tercio de la econom¨ªa mundial y una cuarta parte de su poblaci¨®n. Pero poco podemos decir de c¨®mo ser¨¢ la relaci¨®n entre las dos superpotencias y de ambas con el resto del mundo. La ¨²nica referencia, que viene de la guerra fr¨ªa, no vale, aunque algunos, en Pek¨ªn y en Washington, se empe?en en utilizarla.
Nunca una relaci¨®n bilateral entre dos naciones ha sido tan crucial para todos. Contar con la hoja de ruta hacia este futuro con dos superpotencias no es un problema que deba preocupar ¨²nicamente a chinos y estadounidenses. Hasta el momento hemos contado con teor¨ªas para todos los gustos: un pa¨ªs doble, transpac¨ªfico, de nombre Chim¨¦rica, seg¨²n la imaginaci¨®n ya superada del historiador Nial Ferguson; un G-2, reducci¨®n dr¨¢stica de la gobernanza econ¨®mica mundial del G-20; o ahora, los tambores reticentes que anuncian esta nueva guerra fr¨ªa y un mundo tensado por una nueva bipolaridad.
No hay mapas para orientarse en la relaci¨®n entre EE UU y China; casi todo est¨¢ por descubrir
El ascenso chino parece distinto al de cualquier otra superpotencia en la historia. Desde Pek¨ªn se insiste en que ser¨¢ pac¨ªfico y se recuerda la tradici¨®n de una pol¨ªtica exterior fundada en la buena vecindad y no en la expansi¨®n. No lo ven as¨ª muchos pa¨ªses asi¨¢ticos, que recelan cada vez m¨¢s del gigante que crece a sus puertas. Estados Unidos tambi¨¦n ascendi¨® de forma relativamente pac¨ªfica (v¨¦ase la guerra con Espa?a por Cuba y Filipinas) hasta que rompi¨® el per¨ªmetro americano de su influencia y se convirti¨® en un imperio y la mayor superpotencia militar de la historia.
No sirve como t¨¦rmino comparativo el de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. A diferencia del peculiar capitalismo dirigido chino, la econom¨ªa sovi¨¦tica fue un fracaso espectacular y nunca jug¨® papel alguno en relaci¨®n a las econom¨ªas occidentales. China tiene una aproximaci¨®n pragm¨¢tica y nada ideol¨®gica a sus relaciones exteriores, sin voluntad proselitista, ci?¨¦ndose meramente a la defensa de sus intereses. Pero sigue siendo un pa¨ªs totalitario, sometido a la f¨¦rula del partido ¨²nico, sin libertades p¨²blicas, sin pluralismo y sin Estado de derecho.
La visita de Hu Jintao a Washington es un buen momento para avistar este futuro. Su preparaci¨®n nos ha ofrecido uno de los mayores despliegues de discursos y art¨ªculos de las voces m¨¢s autorizadas en pol¨ªtica internacional, tanto de la Administraci¨®n norteamericana como de sus think tanks. En los d¨ªas inmediatamente anteriores, tres miembros del Gobierno han echado presi¨®n sobre China: Hillary Clinton respecto a los derechos humanos, Robert Gates respecto al desarrollo militar y Timothy Geithner sobre el yuan y la competencia desleal que sufren las compa?¨ªas extranjeras.
El ex secretario de Estado Henry Kissinger, pionero de la apertura hacia Pek¨ªn, ha apostado abiertamente por "la construcci¨®n de un orden mundial emergente como una empresa conjunta", a trav¨¦s de "una comunidad pac¨ªfica" que organice el siglo XXI lejos de cualquier pol¨ªtica de bloques, con mecanismos de consulta en todos los ¨¢mbitos, la elaboraci¨®n de objetivos a largo plazo y la coordinaci¨®n de posiciones en las conferencias internacionales.
El fil¨®sofo del fin de la Historia, Francis Fukuyama, ha advertido, sobre las ventajas del sistema pol¨ªtico chino para tomar "con gran rapidez decisiones de amplio alcance y complejidad con relativa eficacia, sobre todo en el terreno econ¨®mico", en abierto contraste con "la polarizaci¨®n y la rigidez ideol¨®gica" del sistema norteamericano, inquietante observaci¨®n aplicable al conjunto de los pa¨ªses occidentales. La idea de un modelo chino atractivo refuerza la imprescindible inclusi¨®n de una exigente pol¨ªtica de derechos humanos en la agenda de las relaciones internacionales de EE UU y de la Uni¨®n Europea, algo que no ¨²nicamente afecta a China.
Quien mejor ha descrito este reto ha sido Li Xiaorong, uno de los disidentes que Obama quiso recibir en los preparativos del viaje, en un art¨ªculo publicado por la New York Review of Books: "EE UU debe predicar con el ejemplo. Debe tener un efecto en los cambios positivos en China y en todo el mundo por su respeto a los derechos humanos y su reforzamiento de la democracia en casa y su liderazgo global en el fomento de los derechos humanos como principio conductor de su pol¨ªtica exterior. Cuando EE UU elimina la tortura, protege la prensa libre o pone la asistencia sanitaria al alcance de todos, quienes promueven los derechos humanos y se expresan contra los abusos en ambientes hostiles pueden mantener la cabeza bien alta y continuar el dif¨ªcil combate que sostienen con grandes riesgos personales".
Para este viaje con China hacia lo desconocido no sirven solo los hombres de negocios; se necesitar¨¢ cada vez m¨¢s a los militantes de los derechos humanos.
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