Literatura, compromiso y moral
Las historias de las vidas de los santos eran literatura comprometida, y m¨¢s a¨²n, moralista, es decir, con una moral prescriptiva. La receta era simple: presentar vidas ejemplares que pudieran servir como receta vital. Si quieres ser un buen cat¨®lico, sin¨®nimo de buena persona, debes vivir seg¨²n el ejemplo de los santos varones. Esta literatura t¨ªpicamente medieval (que hoy se deja leer con el mismo placer extra?ado que nos producen los bestiarios) tuvo un fugaz renacimiento en el siglo XIX. Preocupados por el auge de la novela realista, donde ya no se presentaban figuras nobles sino que incluso los protagonistas pod¨ªan ser hombres disolutos y mujeres extraviadas, algunos propagandistas piadosos se dedicaron a reeditar historias hagiogr¨¢ficas.
Estos relatos amenos deb¨ªan servir de ant¨ªdoto a las perniciosas novelas modernas. Contra la funesta noveler¨ªa, las vidas de los santos serv¨ªan para afirmar "la autoridad paterna, la fe conyugal, la santidad de la ley, la inviolabilidad de la propiedad, la virtud, la piedad...". Y para ense?anza y escarmiento de las fr¨ªvolas lectoras de novelas se propon¨ªa el ejemplo de las santas mujeres: Santa Genoveva, Santa In¨¦s, Santa Clotilde... Hay que decir, sin embargo, que este remake del siglo XIX no tuvo mucho ¨¦xito y la novela burguesa, con personajes de todas las cala?as, en la que abundan libertinos y prostitutas, se impuso como una representaci¨®n m¨¢s amena y fidedigna del mundo.
Luego vino el siglo XX y otras religiones tuvieron su momento de dominio: nazismo, comunismo, fascismo. Tan autoritarios como los prelados de la Iglesia cat¨®lica, sus jerarcas quisieron imponer la forma en que deb¨ªan escribirse las historias. Tambi¨¦n ellos, a su manera, prefer¨ªan personajes ejemplares. Quemaron libros de autores decadentes, prohibieron las novelas de jud¨ªos, declararon indeseables a los escritores que escrib¨ªan tramas con inclinaciones peque?o-burguesas, enviaron al Gulag a poetas y dramaturgos que no siguieran ciertas normas. Un nuevo tipo de literatura confesional, fiel a otra iglesia y con otros santos, trat¨® de imponerse en las formas del arte: hab¨ªa que presentar con buenos ojos el ascenso del proletariado, las luchas de liberaci¨®n de los pueblos, o bien proteger las sanas costumbres, o ensalzar a los pueblos superiores y a las razas puras. De esta receta no qued¨® nada bueno. La propaganda aria, comunista, falangista o indigenista es indigesta. La buena literatura sigui¨® su camino, sin santos y sin h¨¦roes de una sola pieza; regresamos a los h¨¦roes ambiguos y complejos como L¨¢zaro, don Quijote, Jacques, C¨¢ndido, Lucien de Rubempr¨¦, Julian Sorel... ?rsula Iguar¨¢n es real y terrena como Sancho; la Maga y Emma Sunz son de carne y hueso, como Fortunata y Jacinta.
?Quiere decir esto que ya no hay Novelas ejemplares, y que ya ninguna historia ni ning¨²n escritor debe proponer un "modelo moral" como se hac¨ªa en las vidas de los santos? No es as¨ª. Por mucho que la novela no tome partido, los dilemas morales son parte esencial del quehacer literario. Los lectores reconocen al ben¨¦volo y al mal¨¦volo sin que el autor deba decir que X es bueno e Y es malo. Dijo Borges: "Vedar la ¨¦tica es arbitrariamente empobrecer la literatura. La purit¨¢nica doctrina del arte por el arte nos privar¨ªa..." y sigue una lista de casi todos los escritores del mundo.
Sucede que lo que un buen escritor describe en tintas claras u oscuras no es lo que le dicta previamente una iglesia, una secta o un partido. Todos los grandes escritores antiguos, modernos y contempor¨¢neos tienen un hondo sentido ¨¦tico. Si Mar¨ªas escribe sobre la traici¨®n o Vargas Llosa sobre los horrores imperiales o Cercas sobre la ambig¨¹edad de los malvados es porque en todos hay una pasi¨®n moral y una sed de justicia. Sin el repudio impl¨ªcito a la violencia contra las mujeres es imposible incluso de leer a un escritor como Stieg Larsson.
H¨¦ctor Abad Faciolince (Medell¨ªn, 1958) public¨® el a?o pasado el libro de relatos Traiciones de la memoria (Alfaguara).
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