?Qu¨¦ ser¨¢ de la revoluci¨®n?
?Qu¨¦ va a ser de la revoluci¨®n tunecina? ?Dar¨¢ a luz una verdadera democracia? ?O asistiremos al ya conocido escenario del retorno al statu quo anterior? ?Cu¨¢l ser¨¢ el futuro papel del Ej¨¦rcito, tan decisivo para la destituci¨®n de Ben Ali? Estas son algunas de las preguntas que cabe hacerse tras la magn¨ªfica victoria de los tunecinos, que han proclamado alto y claro sus deseos de libertad.
Estas inevitables preguntas -el amanecer de las victorias populares es siempre incierto- definen dos grandes temas de preocupaci¨®n. El primero tiene que ver con la posibilidad real de que renazca y viva una democracia en un contexto geopol¨ªtico -el de los pa¨ªses ¨¢rabes- cada vez m¨¢s hostil. El segundo, con las aspiraciones de la sociedad tunecina, dif¨ªciles de aprehender tras haber sido acalladas durante tanto tiempo.
Ser¨ªa decisivo conseguir en T¨²nez una rep¨²blica aut¨¦ntica: lo contrario que la revoluci¨®n iran¨ª en 1979
El peso del contexto lo ha simbolizado la reacci¨®n -alucinante desde nuestro punto de vista, pero muy previsible- del coronel Gadafi, que se solidariz¨® con Ben Ali hasta el final. Est¨¢ claro que teme por la perennidad de su propia dictadura. Exceptuando el caso de Marruecos, monarqu¨ªa multisecular que conjuga poder temporal y espiritual, los reg¨ªmenes de Tr¨ªpoli, Argel y El Cairo se parecen al que Ben Ali hab¨ªa instaurado en su propio beneficio. Y todos utilizan la misma justificaci¨®n: la de servir de murallas contra el islamismo radical. A prop¨®sito del sacrificio de ese vendedor ambulante que se inmol¨® prendi¨¦ndose fuego y, de hecho, desencaden¨® la rebeli¨®n, muchos observadores han evocado el de Jan Palach, antecedente lejano, qu¨¦ duda cabe, pero tambi¨¦n signo precursor de una revuelta m¨¢s vasta en los pa¨ªses del Este que conducir¨ªa a la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Muchos han especulado tambi¨¦n con la hip¨®tesis de la propagaci¨®n del movimiento tunecino; a Egipto, por ejemplo, donde las recientes elecciones han sido una caricatura. Pero en Egipto, precisamente, son los Hermanos Musulmanes quienes estructuran la oposici¨®n, y solo predican la democracia para hacerse con el poder. El arresto en Argel de un antiguo l¨ªder del FIS, Al¨ª Balhadj, puede ser interpretado como una advertencia a esa parte de la opini¨®n p¨²blica, cuando otra parte, la juventud, aspira por el contrario a una verdadera vida democr¨¢tica. Un contexto pues en el que el autoritarismo no ha dejado de reforzarse y dentro del cual el nuevo T¨²nez aparece como un islote peligroso para quienes se niegan a ceder una parcela de su poder. De hecho, la situaci¨®n tunecina ha centrado la atenci¨®n de la ¨²ltima reuni¨®n de la Liga ?rabe, celebrada en Charm el Cheik.
Pero, por el momento, el Gobierno de transici¨®n mantiene el rumbo de la democratizaci¨®n: amnist¨ªa general, legalizaci¨®n de todos los partidos pol¨ªticos, incluidos los islamistas. Estas decisiones son perfectamente leg¨ªtimas. Al mismo tiempo, dan pie a una segunda inquietud. No sabemos, en efecto, lo que hay bajo la tapa que Ben Ali hab¨ªa colocado sobre la sociedad tunecina. Al d¨ªa siguiente de la partida al exilio del presidente tunecino, la prensa norteamericana public¨® una hermosa foto en la que se ve¨ªa a una muchedumbre llevando a hombros a un abogado togado que esgrim¨ªa el estandarte de la libertad. Es cierto que la sociedad tunecina tiene formaci¨®n, muchos licenciados universitarios y una burgues¨ªa ilustrada -abogados, m¨¦dicos, funcionarios, empresarios...- que ha estado en la vanguardia de la rebeli¨®n. Pero, hoy mismo, cierto n¨²mero de mujeres -la condici¨®n de la mujer tunecina es tan moderna como en nuestros pa¨ªses- teme que, como concesi¨®n a los islamistas, cuyo n¨²mero y peso real se ignora, el nuevo poder las haga retroceder. Las mujeres temen que, de una forma soterrada pero real, los islamistas hayan conseguido cierta influencia sobre la sociedad tunecina. Y la prueba es para ellas la omnipresencia de la cadena catar¨ª Al Jazeera, cuyos informes y reportajes se han visto suplantados progresivamente por el levantamiento en masa de los blogueros e internautas, punta de lanza de la rebeli¨®n. La cuesti¨®n es saber si, tras una fase liberal, la revoluci¨®n tunecina no corre el riesgo de evolucionar hacia el modelo que predica Al Jazeera, el de una rep¨²blica islamista moderada, democr¨¢tica tal vez, pero sin duda islamista, con todo lo que eso implica, sobre todo para la condici¨®n y la posici¨®n de la mujer.
Queda claro pues hasta qu¨¦ punto el reto de la revoluci¨®n tunecina es importante; para los mismos tunecinos, por supuesto, pero tambi¨¦n para toda la regi¨®n. Ser¨ªa decisivo conseguir que, mediante el restablecimiento de una rep¨²blica aut¨¦ntica, inspirada exactamente en los principios legados por Burguiba, la rebeli¨®n tunecina fuera todo lo contrario que la revoluci¨®n iran¨ª que, en 1979, depuso a un dictador para instaurar otra dictadura: la de los mul¨¢s.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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