De Wikileaks a Al Yazira
Dos acontecimientos del pasado fin de semana son ¨®ptimos para tomarle la temperatura -fiebre alta- al conflicto ¨¢rabe-israel¨ª. El primero es la incorporaci¨®n de un nuevo actor a la publicaci¨®n de filtraciones sobre el proceder de la diplomacia mundial y su absoluto desprecio por la opini¨®n p¨²blica, que Wikileaks facilit¨® a cinco grandes peri¨®dicos, entre ellos EL PA?S. El agente difusor es la cadena de televisi¨®n de Qatar Al Yazira, y sus probables hackers hay que buscarlos entre el personal de la Autoridad Palestina (AP); y el segundo, la libre absoluci¨®n pronunciada por Jerusal¨¦n del comando que en mayo de 2010 asalt¨® un barco turco con ayuda humanitaria para Gaza, en el que murieron nueve activistas desarmados.
La TV ¨¢rabe est¨¢ emitiendo el contenido de 1.500 documentos que presuntamente expresan la posici¨®n de la AP en las negociaciones con Israel de estos ¨²ltimos a?os. En lo que se asegura que son minutas fidedignas, el presidente Mahmud Abbas aceptaba que Israel se anexionara casi todas las grandes colonias en los territorios ocupados, notablemente en la periferia de Jerusal¨¦n, vastamente ampliada desde la conquista de su parte ¨¢rabe en 1967; se resignaba a un condominio sobre los lugares sagrados del islam en la Ciudad Vieja; y endosaba la repatriaci¨®n de solo un pu?ado de los cuatro millones de refugiados y sus descendientes, expulsados o desplazados en las guerras de 1948 y 1967. La AP sosten¨ªa, sin embargo, en p¨²blico que reivindicaba todo Jerusal¨¦n Este y, de conformidad con las resoluciones de la ONU, la retirada israel¨ª a las l¨ªneas anteriores a ese ¨²ltimo conflicto. El ment¨ªs oficial palestino oscilaba entre un gen¨¦rico: "es un mont¨®n de mentiras", a la defensa puramente t¨¦cnica de que no cab¨ªa calificar de concesiones nada que no fuera final, oficial, y firmado. O sea que no hay problema.
La imagen resultante era la de unos gobernantes desesperados por obtener un Estado a cualquier precio, y todo ello in¨²tilmente, puesto que Israel rechazaba, una tras otra, cada oferta. Pero los documentos hablaban tambi¨¦n por omisi¨®n de la actitud del Gobierno que preside el l¨ªder del Likud, Benjam¨ªn Netanyahu. Israel quiere la paz de la victoria, con una retirada m¨ªnima y f¨®rmulas que permitan el control de todo aquello que abandone, lo que equivale a vetar una verdadera soberan¨ªa palestina. Buena parte de la opini¨®n israel¨ª desde?a las resoluciones de la ONU con el argumento de que el mundo que consinti¨® el Holocausto no puede dar lecciones al Estado sionista. Israel¨ªes de inclinaci¨®n liberal, que respetan personalmente al pueblo palestino, argumentan que el territorio de la inmensa mayor¨ªa de los Estados del planeta se ha consolidado por la fuerza, y a santo de qu¨¦ tendr¨ªa Israel menos derecho que ellos al fruto de su proeza militar. Solo Israel puede decidir a qu¨¦ tienen derecho los palestinos. Por eso, nunca bastar¨¢n las concesiones.
Las conclusiones de la investigaci¨®n sobre el asalto a la flotilla contienen asimismo alguna novedad. Israel ha investigado centenares de casos en los que su Ej¨¦rcito ha sido acusado de cr¨ªmenes o desafueros contra el mundo palestino. Cuando se denunciaba un atropello supuesto o real, de inmediato se investigaba, como exige el lema de "la pureza de las armas" de que blasona el Ej¨¦rcito israel¨ª. Y un n¨²mero respetable de esas investigaciones se traduc¨ªa en condena de oficiales y soldados, pero sin que casi nunca comportaran sanciones. Pocos Ej¨¦rcitos investigan tanto. El caso paradigm¨¢tico es el de Ariel Sharon, obligado a dimitir como ministro de Defensa por su responsabilidad indirecta en la matanza de cientos de civiles palestinos en los campos de Sabra y Chatilla, perpetrado por milicias cristianas en la invasi¨®n de L¨ªbano de 1982. Dimiti¨®, pero sigui¨® como ministro sin cartera y en 2001 lleg¨® a jefe de Gobierno. La comisi¨®n que investigaba al comando no encontraba en este caso culpables. Tambi¨¦n aqu¨ª se encastillaban posiciones.
Ambos acontecimientos revelan la inutilidad de negociar. Habr¨ªa que volver a la primera casilla del conflicto o, como dicen optimistas incurables, abandonar la idea de dos Estados, palestino e israel¨ª, codo con codo en una superficie menor a la de Catalu?a, para propugnar un solo Estado, plenamente democr¨¢tico, como si hubiera sionistas que pudieran aceptarlo con la perspectiva de una pr¨®xima mayor¨ªa demogr¨¢fica ¨¢rabe-musulmana que negar¨ªa la judeidad del pa¨ªs. Ese es el plan que avista cada d¨ªa con mayor des¨¢nimo la diplomacia del presidente Obama.
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