Natalia es una ladrona
Salimos del teatro Marquina con las manos felices de aplaudir a Natalia Dicenta, que para nosotros dos, que la conocemos desde que los tres ten¨ªamos 10 a?os, siempre fue hija de Lola Herrera y de la electricidad: de ni?os la llam¨¢bamos pimball, porque era como la bola de acero de las m¨¢quinas recreativas, todo el rato movi¨¦ndose y soltando destellos. Calle Prim abajo, mientras a nuestra espalda se van haciendo menos brillantes y m¨¢s peque?os con cada paso, como si la distancia fuese una cuenta atr¨¢s, los carteles de la obra que acabamos de ver, que se titula Al final del arco¨ªris y cuenta de un modo muy divertido la trist¨ªsima historia del regreso a los escenarios de Judy Garland, la actriz de El mago de Oz y Ha nacido una estrella, nos decimos que no hemos visto una obra de teatro, sino una radiograf¨ªa en movimiento ni una actuaci¨®n, sino una incautaci¨®n, que tiene las mismas letras dentro pero es otra cosa. Me hab¨ªan contado que Natalia Dicenta sal¨ªa disfrazada de Judy Garland, pero en realidad se la ha tatuado. No la recrea, la resucita. No es que se haya aprendido sus canciones, es que si le pinchas las sangra. No es que la interprete, es que se ha hecho un trasplante. Cada vez que vuelva a ver a Judy Garland en una de sus pel¨ªculas o escuche cualquiera de sus discos, me asombrar¨¦ de lo bien que hace de Natalia Dicenta. Si yo fuese Liza Minelli la demandar¨ªa por robarme a mi madre.
Dicenta no recrea a Judy Garland sino que la resucita; no la interpreta sino que se la ha tatuado
Pero resulta que la obra, que tiene un texto maravilloso de Peter Quilter muy bien traducido al espa?ol, est¨¢ bien dirigida por Eduardo Bazo y Jorge de Juan y tiene otros dos actores magn¨ªficos sobre el escenario, Miguel Rell¨¢n y Javier Mora, la fui a ver con Juan Urbano, y ya saben que ¨¦l suele saltar de lo particular a lo general lo mismo que quien cambia de canal con el mando a distancia, de manera que no hab¨ªamos llegado todav¨ªa al paseo de Recoletos cuando todo lo que cuenta Al final del arco¨ªris ya estaba siendo una met¨¢fora del aqu¨ª y ahora que nos toca vivir y ¨¦l cantaba, con toda la mala intenci¨®n del mundo, una de las canciones de Natalia Garland, The man that got away: "El camino va a ser ¨¢spero, / solitario y duro; / la esperanza se evapora, / no hay descanso, /solo el d¨ªa y la noche, / y la noche y el d¨ªa". Y muri¨¦ndose de la risa, dice: "O sea, que tienes que cambiar la e min¨²scula por la may¨²scula y despu¨¦s imaginarte a la presidenta de la Comunidad de Madrid en plan Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, sentada en la ventana de su cocina y cantando eso: que cuando las cosas estaban de color hormiga "el hombre que se fue" le prometi¨® que si le sacaba el palo de la rueda y le ayudaba a ganar las elecciones ser¨ªa vicepresidenta del Gobierno, y ahora que ya se est¨¢ haciendo una copia de la puerta de La Moncloa, si la ha visto no se acuerda. "La noche duele, / las estrellas han perdido su brillo, / y todo a causa del hombre que se fue".
Cuando Judy Garland hizo El mago de Oz no sab¨ªa que casi todos los caminos de oro van a dar a la oscuridad, y Al final del arco¨ªris cuenta la ¨²ltima curva de ese viaje de una mujer que corr¨ªa con el ¨¦xito por fuera y el fracaso por dentro: lo gan¨® todo, un Oscar, un Grammy, un Globo de Oro, un Tony y millones de d¨®lares, pero nunca tuvo nada. Todo el mundo la adoraba a condici¨®n de poder explotarla, y ella, que hab¨ªa probado el veneno de la fama, se hizo adicta a todos los dem¨¢s para poder mantenerse en pie: barbit¨²ricos, anfetaminas, alcohol, pastillas para dormir y para despertarse, maridos que fingieran quererla... No sirvi¨® de nada y como cuenta la obra en la pen¨²ltima escena, se suicid¨® a los 46 a?os. Su entierro tambi¨¦n fue brillante, llevaban su ata¨²d Frank Sinatra, Dean Martin y de ah¨ª para abajo, y asistieron a su funeral m¨¢s de 20.000 personas. Pero todo fue una farsa porque ese f¨¦retro, en realidad, estaba vac¨ªo: Judy Garland no ha muerto, como puede comprobar f¨¢cilmente todo aquel que vaya al teatro Marquina a verla actuar en Al final del arco¨ªris.
En cuanto a Esperanza Hepburn, ahora dice que igual es m¨¢s ¨²til qued¨¢ndose en casa, con su autonom¨ªa, que saliendo de gira por ah¨ª. Bueno, pues que se acerque ella tambi¨¦n al Marquina y sume dos y dos. La ficci¨®n lo explica todo, como bien tiene que saber una antigua ministra de Cultura.
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