La ¨¦tica del dopaje
El COI deber¨ªa dedicarse a promover la equidad y la igualdad de los atletas a nivel global m¨¢s que a esa lucha sin cuartel contra el dopaje. Est¨¢ condenada al fracaso y conculca libertades b¨¢sicas de los deportistas
El caso Contador y la Operaci¨®n Galgo han desatado vientos de Fronda moralista. Las autoridades se han apresurado a recordar su pol¨ªtica de tolerancia cero; los atletas no involucrados, a pedir que se persiga a los "tramposos", y fiscales y jueces andan a la b¨²squeda de quienes pudieran haber incurrido en el tipo previsto en el C¨®digo Penal (art¨ªculo 361 bis) desde el a?o 2006: la facilitaci¨®n del dopaje. Pocos, muy pocos, se han aventurado a preguntarse si realmente todo lo que hoy pasa por ser dopaje proscrito merece una reprobaci¨®n ¨¦tica y jur¨ªdica tan rotunda e incondicional. Nosotros pensamos que no, que en realidad cabr¨ªa admitir condicionalmente algunas formas de dopaje. Y trataremos de explicar por qu¨¦.
El uso de sustancias para incrementar o mejorar el rendimiento no se ci?e al ¨¢mbito deportivo
La visi¨®n "naturalista" del esp¨ªritu del deporte no es la ¨²nica posible ni tampoco la m¨¢s plausible
Dejaremos a un lado ahora los m¨²ltiples problemas que rodean al propio concepto de dopaje. Las regulaciones que se aplican internacionalmente en el ¨¢mbito deportivo, como por ejemplo el C¨®digo de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), son a menudo autorreferenciales, imprecisas y controvertidas cuando se trata de definir las pr¨¢cticas y sustancias dopantes. Por ejemplo, se extiende la noci¨®n de dopaje m¨¢s all¨¢ de la ingesta de f¨¢rmacos estimulantes o anabolizantes tradicionalmente asociados al dopaje, abarcando incluso hechos como la falta de comunicaci¨®n del paradero del atleta a la hora de someterlo a un test a lo largo de un periodo de 18 meses, o ciertos "procedimientos", como las autotransfusiones; y hasta cuenta como dopaje el mero hallazgo de todas aquellas sustancias que pueden servir para enmascarar la presencia de sustancias prohibidas, o que delatan el empleo de una pr¨¢ctica prohibida (restos del pl¨¢stico de las bolsas usadas en las autotransfusiones, por ejemplo). Todo ello, adem¨¢s, independientemente de si el deportista se ha administrado o ingerido la sustancia de manera voluntaria o no, o de si fueron, por ejemplo, enga?ados o inducidos por su entrenador. Y las listas de sustancias y procedimientos dopantes no dejan de parecernos un tanto arbitrarias: ?por qu¨¦, de acuerdo con la lista del Consejo Superior de Deportes de 2009, el alcohol se considera una sustancia dopante en la competici¨®n de k¨¢rate, pero no en cambio en la de yudo?
Pero vayamos al fondo del asunto, y examinemos las dos razones normalmente aducidas a favor de la prohibici¨®n del dopaje. La primera es la protecci¨®n de la salud de los deportistas. Es evidente que el abuso de algunas de las sustancias prohibidas conlleva riesgos graves para la salud de cualquier persona, sea o no deportista, y admitimos de entrada que las leyes deber¨ªan protegernos de dichos riesgos y da?os cuando no deseamos asumirlos voluntariamente. Aunque debemos a?adir que no todas las sustancias prohibidas ni m¨¦todos como la autotransfusi¨®n son igualmente nocivas para la salud, y menos a¨²n si se emplean ocasionalmente. Y es igualmente evidente que el aficionado desea ver espect¨¢culo, es decir, seres humanos haciendo lo que los simples mortales solo podemos imaginar, y que este objetivo solo se logra mediante un entrenamiento, un esfuerzo y un sacrificio f¨ªsico y mental, que es, de por s¨ª, tan poco compatible con la buena salud como pueda serlo el dopaje. ?Qu¨¦ es peor para la salud, las infernales series que se inflig¨ªa ?mil Zatopek en los bosques de Ostrava aguantando la respiraci¨®n, o el cigarrillo de marihuana que se fum¨® Ross Rebagliati, campe¨®n ol¨ªmpico de snowboard en los Juegos Ol¨ªmpicos de Nagano? ?No asumen tambi¨¦n riesgos los pilotos de f¨®rmula 1? Seamos honestos: la excelencia deportiva de los atletas no depende ¨²nicamente de sus dotes naturales, sino de c¨®mo cada uno administra y saca partido a lo que tiene y hace frente a sus carencias (?juega Messi dopado por haber tomado una hormona del crecimiento?). Lo importante es que la estrategia que cada uno siga, la que cada atleta se imponga, haya sido asumida informada y aut¨®nomamente. Esto deja fuera especialmente a los menores, incapaces de prestar un consentimiento genuino que no solo no deber¨ªan poder doparse para competir, sino que en nuestra opini¨®n no deber¨ªan competir a nivel profesional en absoluto.
La otra raz¨®n habitual para prohibir el dopaje invoca el "juego limpio", que la competici¨®n se realice en condiciones de "igualdad", sin "ventajismos" ni "trampas". Pero este argumento tampoco es tan s¨®lido como se cree. Para empezar, no salta a la vista qu¨¦ cosas pueden ser consideradas trampas y cu¨¢les no. El dopaje, entendido como el uso de sustancias para incrementar o mejorar el rendimiento en una actividad humana, no es, por supuesto, una novedad en la historia, ni se ci?e al ¨¢mbito deportivo. El uso de betabloqueantes est¨¢ extendido entre quienes tienen que lograr una m¨¢xima concentraci¨®n y templar sus nervios, sea para tocar el piano en un concierto, impartir una conferencia o simplemente superar un examen. Entre artistas y literatos es secular el uso de alcohol, opi¨¢ceos y otras sustancias que supuestamente mejoran la improvisaci¨®n o creatividad. ?Han hecho "trampas" aquellos doctorandos que defendieron su tesis previa ingesta de benzodiacepinas, o los abogados del Estado que, al preparar oposiciones, echaron mano de anfetaminas y tranquilizantes?
Volvamos ahora al deporte. En el marat¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos de Atenas (2004), cuando Vanderlei de Lima aventajaba en medio minuto al segundo corredor, fue bloqueado por un espectador, sin que sus perseguidores, que aprovecharon el hecho para superarle, se inmutaran. ?Deber¨ªan haber ralentizado su ritmo? Es m¨¢s, toda idea de fair play queda comprometida o al menos debe ser complementada desde el momento en que admitimos que los deportistas nunca llegan al centro del campo, a los tacos o al poyete en condiciones reales de igualdad. Si as¨ª fuera, no asistir¨ªamos a la competici¨®n entre seres humanos, siempre desiguales, sino entre m¨¢quinas perfectamente id¨¦nticas. Y las desigualdades de inicio que les separan no son nunca ¨²nicamente las derivadas de sus diferentes aptitudes o talentos naturales, algo que, por cierto, los atletas han recibido por azar natural y no por merecimiento, sino que est¨¢n en funci¨®n de un variado conjunto de factores socioecon¨®micos y culturales.
La actual guerra sin cuartel contra el dopaje es la manifestaci¨®n de una visi¨®n "naturalista" del esp¨ªritu del deporte que no es la ¨²nica posible, ni tampoco la m¨¢s plausible. Lejos de socavar el deber de fair play, el dopaje puede ser una manera de ensalzar nuestra capacidad de superaci¨®n mediante la raz¨®n y el juicio (como han mostrado prestigiosos acad¨¦micos como J. Savulescu, B. Foddy y M. Clayton). Ello no quiere decir que deban permitirse "atajos", y que, en aras a esa dimensi¨®n "creativa" que reivindicamos para el deporte de competici¨®n, el Tour de Francia se pueda disputar con bicicletas el¨¦ctricas, ni que la carrera de 100 metros no deba medir lo mismo para todos.
En lo que se refiere al dopaje, el esp¨ªritu deportivo se vulnera cuando las pr¨¢cticas y sustancias provistas y administradas por m¨¦dicos competentes que tienen como misi¨®n principal salvaguardar el bienestar del deportista solo son alcanzables por los m¨¢s aventajados socioecon¨®mica-mente, aunque no sean los mejores atl¨¦ticamente. El esp¨ªritu del deporte se desvirt¨²a no cuando los deportistas recurren a la hormona del crecimiento, la EPO, la autotransfusi¨®n o al indetectable dopaje gen¨¦tico, sino cuando solo unos pocos pueden acceder a ellas. Y eso es lo que hoy ocurre si atendemos a otros factores como el llamado "entorno" del deportista (los masajistas, fisioterapeutas, psic¨®logos, m¨¦dicos) tan desigualmente configurado en las competiciones internacionales. Pero ?de qu¨¦ fair play estamos hablando en deportes que exigen equipamientos e instalaciones que atletas de determinados pa¨ªses no pueden ni so?ar?
Una instituci¨®n deportiva como el COI, que dice promover la equidad y la igualdad de los atletas a nivel global, mejor har¨ªa en dedicar m¨¢s esfuerzos en pos de la universalizaci¨®n de esos factores, antes que proseguir en esa lucha sin cuartel contra el dopaje que, nos tememos, est¨¢ condenada al fracaso, adem¨¢s de que conculca libertades b¨¢sicas de los deportistas.
Pablo de Lora es profesor de derecho de la Universidad Aut¨®noma de Madrid. Jos¨¦ Luis Mart¨ª es profesor de derecho de la Universidad Pompeu Fabra. F¨¦lix Ovejero es profesor de econom¨ªa de la Universidad de Barcelona.
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