De dioses y hombres (con permiso)
El poder del papanatismo y sus sacerdotes hace ¨¦poca. Hasta ese chico que no nos merecemos, el tenista Rafael Nadal, es v¨ªctima de la cultura papanatas: sus fotos, en calzoncillos, para Armani expresan estereotipos irritantes. El del dinero: ?realmente necesita hacerse esas fotos publicitarias el tenista? Y el t¨®pico del sex symbol: puestos a hacerse fotos en calzoncillos, ?era imprescindible que el chico se depilase de arriba abajo?
Ya s¨¦ que hoy j¨®venes cool y hetero se depilan hasta lo m¨¢s ¨ªntimo. Como mujer torturada por la depilaci¨®n desde la adolescencia me hab¨ªa complacido pensar que ese sacrificio, en beaut¨¦, era exclusivo de las mujeres. ?Ya ver¨ªan los hombres lo que es bueno si se depilaran! Y hete aqu¨ª que, cuando eso sucede, en lugar de alegrarme de compartir tal martirio, ver a Nadal despojado de pelos incorrectos me mueve a compasi¨®n. ?Lo que hay que hacer para ser icono global! Nadal es uno de los dioses del momento. Su depilaci¨®n, supremo esfuerzo, no es balad¨ª: sex symbol sin pelo, ?el mejor entre los mejores?
Los dogmas del papanatismo que transforman a los hombres en dioses y viceversa est¨¢n a la orden del d¨ªa
Los dogmas del papanatismo que transforman a los hombres en dioses y viceversa est¨¢n a la orden del d¨ªa. La baja por enfermedad del gran Steve Jobs ha conmocionado -?ah, amigos, qu¨¦ decepci¨®n que un dios de la modernidad tecnol¨®gica se ponga enfermo!- a los mercados: las acciones de Apple han bajado y la empresa ha tenido que asegurar, mediante exorcismos medi¨¢ticos rituales, a los sacerdotes del templo de las finanzas que los resultados eran mejores que nunca y que detr¨¢s del dios Jobs hab¨ªa un equipo perfectamente capaz. ?Un equipo? Menuda excentricidad: los papanatas se gu¨ªan por nombres propios. El personaje es la marca. As¨ª hemos conocido la figura del heredero de Jobs: Tim Cook. Sin esas marcas personalizadas por el ¨¦xito milagro no hay cotizaci¨®n que valga.
Todo el mundo sabe, en cambio, que Facebook es el nombre de guerra de Mark Zuckerberg y nada se resiste a su toque m¨¢gico. Eso es la divinidad. 50.000 millones de d¨®lares (valoraci¨®n a oj¨ªmetro de sabios estadounidenses) avalan al superdi¨®s. Nadie comprueba, por supuesto, que tal valoraci¨®n pueda ser rentable, pero ?qu¨¦ importa? ?No tiene Mark, a sus 26 pimpantes a?os, 500 millones de amigos que dotan de contenido el campo de juego que ¨¦l les ha puesto, sin costo, en Internet? ?No es un dios quien logra que otros le hagan el trabajo mientras ¨¦l dice (en Davos, 2009) que su negocio es "la intimidad de las personas"? Un hombre tan listo como para vivir de los dem¨¢s y rentabilizar lo ajeno encarna la divinidad contempor¨¢nea. As¨ª se explica en la pel¨ªcula sobre su vida Redes sociales, que aspira a no menos de ocho oscars.
Una vez logrado el celeste estatus, este divino papanatismo permite a los nombres supremos (que suelen ser masculinos, por cierto) formar un Olimpo que, de acuerdo con el ensayista suizo Yves Citton, llamar¨ªamos mitocr¨¢tico. A la aristocracia y a la meritocracia les ha sucedido hoy una ¨¦lite de mitos -basados tanto en realidades como en historias fant¨¢sticas- que parece controlar todo el poder social. La mitocracia da fe de una fascinaci¨®n milagrosa medi¨¢tica que ya quisieran para s¨ª los santos del santoral cat¨®lico o esos trapenses ejemplares -reales- que protagonizaron, en la Argelia de 1996, unos dram¨¢ticos hechos que cuenta otra pel¨ªcula, esta vez tan minoritaria como recomendable: De dioses y de hombres (Xavier Beauvois, 2010).
Situados en ese Olimpo, los dioses pueden decir impunemente las mayores tonter¨ªas o exhibir imp¨²dicamente su ignorancia. Dos premios Nobel nos ilustran: Mario Vargas Llosa descubre ahora la Civilizaci¨®n del espect¨¢culo, t¨ªtulo casi id¨¦ntico al de La sociedad del espect¨¢culo, que Guy D¨¦bord utiliz¨®, en 1967 y 1988, para escribir un retrato certero de nuestro mundo. Un premio Nobel no deber¨ªa ignorarlo y menos ningunearlo. Por su parte, Paul Krugman, a quien admiro, sostiene (en su art¨ªculo ?Tiene soluci¨®n Europa?) que el problema de Europa es "no tener una sola cultura", como Estados Unidos, se supone (!). ?Se puede simplificar hasta tergiversar la realidad europea por muy premio Nobel que uno sea? Cuando los hombres se creen dioses, el papanatismo aplaude. En eso estamos.
Margarita Rivi¨¨re es periodista.
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