Mubarak se aferra al poder en Egipto
El presidente anuncia por televisi¨®n reformas, pero no consigue frenar las protestas callejeras - El 'rais' asume directamente el control de la seguridad nacional
El presidente egipcio, Hosni Mubarak, se dirigi¨® anoche a la naci¨®n a trav¨¦s de un mensaje emitido por la cadena estatal Nile TV, en lo que supone la primera reacci¨®n del r¨¦gimen a la oleada de protestas. "Proteger¨¦ a Egipto" de la inestabilidad, pues "es una naci¨®n clave en la zona", declar¨®. El rais egipcio, que dijo haber asumido personalmente el control de la seguridad nacional, anunci¨® la formaci¨®n de un nuevo Gobierno, cuya composici¨®n se conocer¨¢ hoy, y dijo entender las reclamaciones de libertad de los manifestantes, pero siempre que se formulen de una manera pac¨ªfica y legal. "Estoy al lado de la libertad de cada ciudadano", dijo. "Trabajar¨¦ por la seguridad y por la libertad [de los egipcios]", as¨ª como por mejorar la econom¨ªa del pa¨ªs, a?adi¨® el mandatario.
La 'jornada de ira' se cobr¨® al menos 29 muertos y m¨¢s de 1.000 heridos
El opositor El Baradei se encuentra bajo arresto domiciliario
El mensaje del presidente egipcio pon¨ªa fin al peor d¨ªa de protestas desde que la contestaci¨®n popular contra el r¨¦gimen prendi¨® el pasado martes. La multitud, joven y enardecida, estaba furiosa. D¨¦cadas de represi¨®n y miseria estallaron en una jornada de ira de ¨ªmpetu revolucionario. El pa¨ªs m¨¢s importante y populoso del mundo ¨¢rabe, el principal aliado de Estados Unidos (tras Israel) en Oriente Pr¨®ximo, la sociedad que de alguna forma marca el patr¨®n regional, estaba anoche en llamas. En El Cairo, el humo negro de las barricadas incendiadas se mezclaba con el gas lacrim¨®geno y envolv¨ªa la ciudad en una nube de pesadilla y a la vez de euforia. Hubo un precio: al menos 20 muertos en todo el pa¨ªs, seg¨²n France Presse, y m¨¢s de 1.000 heridos en la capital.
Los egipcios, siempre pacientes y bienhumorados, soportaron la opresi¨®n y la corrupci¨®n hasta que, sin previo aviso, estallaron. La protesta que surgi¨® el martes en Internet, sin l¨ªderes, sin programa, sin otra ambici¨®n que romper cadenas, se ampli¨® en unos d¨ªas hasta abarcar a la poblaci¨®n entera, o, al menos, a la enorme poblaci¨®n urbana: solo en El Cairo viven m¨¢s de 20 de los 80 millones de habitantes de Egipto. Los islamistas de los Hermanos Musulmanes se unieron a grupos cristianos, profesionales de clase media, muchachos frustrados, obreros, comerciantes, y salieron a la calle con un valor insospechado.
La polic¨ªa utiliz¨® los recursos m¨¢s brutales, pero tambi¨¦n los m¨¢s mezquinos del manual de la represi¨®n. Los antidisturbios lanzaron tanto gas lacrim¨®geno que se ahogaron a s¨ª mismos. E intentaron encubrir su actuaci¨®n atacando a periodistas (el n¨²mero de incidentes en este ¨¢mbito es incontable y destaca entre ellos el cierre de la sede de la televisi¨®n Al Yazira), prohibiendo a los turistas que tomaran fotos desde sus hoteles y sometiendo al pa¨ªs a un "apag¨®n" de telecomunicaciones. "No podemos enviarnos mensajes, pero sabemos d¨®nde ir y qu¨¦ hacer porque la calle es nuestra, no de ellos", explic¨® a gritos un joven embozado poco despu¨¦s de devolver a los antidisturbios un bote de gas.
Mohamed el Baradei, el ex director del Organismo Internacional de la Energ¨ªa At¨®mica y Premio Nobel de la Paz que volvi¨® el jueves a El Cairo desde su domicilio austriaco y se propone como alternativa presidencial a Mubarak, fue retenido por la ma?ana en la mezquita a la que acudi¨® a rezar y luego, seg¨²n diversas fuentes, fue sometido a arresto domiciliario para que no lanzara nuevos mensajes a la poblaci¨®n. La medida no tuvo efecto alguno. La revuelta sin l¨ªderes, inspirada en la de T¨²nez pero much¨ªsimo m¨¢s voluminosa, ten¨ªa vida propia.
Una de las batallas m¨¢s duras de la jornada se desarroll¨® sobre el c¨¦ntrico puente del 6 de Octubre, que conduce a la simb¨®lica plaza de Tahrir (Liberaci¨®n) y est¨¢ pr¨®ximo a varios edificios gubernamentales y al Museo Egipcio, amenazado anoche por un incendio cercano. Miles de manifestantes intentaron cruzarlo durante m¨¢s de dos horas, en sucesivos asaltos masivos que fueron rechazados una y otra vez por polic¨ªas antidisturbios y polic¨ªas camuflados. El gas lacrim¨®geno, el agua a presi¨®n, las balas de goma y las granadas s¨®nicas convirtieron el puente en un infierno. Del lado de Zamalek, donde se reagrupaban los manifestantes, hab¨ªa j¨®venes sangrando o semiasfixiados. Algo parecido ocurr¨ªa del lado de Tahrir, donde polic¨ªas deshidratados se desmayaban en brazos de sus compa?eros, sin fuerzas para despojarse del casco y el escudo. Cuando los muecines llamaban a la oraci¨®n desde los minaretes el fragor se convert¨ªa en silencio: los manifestantes se arrodillaban para rezar y los polic¨ªas reculaban. Luego se reanudaba el choque.
Cruzado el puente del 6 de Octubre, el foco de los enfrentamientos se desplaz¨® a los alrededores del hotel Hilton, unos 100 metros al norte de la plaza de Tahrir. Decenas de manifestantes se cobijaron junto al hotel, atrayendo a los antidisturbios y aterrorizando a los turistas, que observaban los choques desde el otro lado de las cristaleras o desde los balcones. Bajo la presi¨®n policial, unas 100 personas acabaron derribando las puertas y entrando en el vest¨ªbulo del hotel. Algunos sangraban. El establecimiento se llen¨® de inmediato de gas lacrim¨®geno. "Adi¨®s, Mubarak", gritaban los chicos, a la vez que ped¨ªan disculpas a los clientes. El personal del hotel se ocup¨® de distribuir agua y toallas mojadas entre los refugiados, que al cabo de una hora fueron volviendo a la calle. En otros hoteles, como el Intercontinental Sem¨ªramis, la polic¨ªa cerr¨® las puertas con candados y prohibi¨® entradas y salidas.
El aire de la ciudad era irrespirable. El quiosquero de la parada de autobuses cercana a Tahrir permanec¨ªa, sin embargo, en su puesto, con la boca cubierta por un pa?uelo h¨²medo. Era la ¨²nica persona impasible en pleno caos. "Al¨¢ me protege", dijo, cuando se le pregunt¨® por qu¨¦ desafiaba la tormenta a su alrededor.
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