On¨ªrico animal ario
Penumbra, equ¨ªvoco t¨ªtulo de esta miscel¨¢nea on¨ªrica que nos proponen los autores Juan Cavestany y Juan Mayorga, se refiere a las zonas veladas del alma m¨¢s que a la ausencia de luz. Su atm¨®sfera es la del universo pict¨®rico de Edward Hopper, con una pincelada de Magritte: preside el escenario una casita sin muros, varada en un oc¨¦ano de pl¨¢stico nacarado transparente. Suspensos en el tiempo, sus ensimismados habitantes (una pareja y su unig¨¦nito hijo) parecen figuras escapadas tambi¨¦n de alg¨²n cuadro hopperiano, cuya intensa luz irreal los iluminadores Valent¨ªn ?lvarez y Pedro Yag¨¹e reproducen fant¨¢sticamente: mientras pasan su en¨¦simo veraneo (o sue?an con que lo pasan) en esa casa que parece haber sido arrastrada por una riada, hablan de sus miedos en t¨¦rminos ambiguos. El cuarto en discordia, extra?o de apariencia impenetrable, mantiene inquietantes duelos de preguntas y respuestas con el ni?o y encuentros carnales difusos con su madre.
PENUMBRA
Autores: Juan Cavestany y Juan Mayorga. Direcci¨®n: Andr¨¦s Lima. Matadero Madrid. Del 27 de enero al 20 de marzo.
La compa?¨ªa Animalario, celebrada por espect¨¢culos tan incisivos y pegados a la realidad como Urtain, ha dado un giro ¨ªntimo. Andr¨¦s Lima, su director, nos propone un viaje a trav¨¦s de material on¨ªrico personal aportado por los actores Alberto San Juan, Nathalie Poza, Guillermo Toledo y Luis Bermejo. Atravesados por una extra?eza permanente, los personajes que interpretan desgranan microrrelatos fragmentarios, entablan di¨¢logos que derivan en una incomunicaci¨®n frustrante y se transfiguran repetidas veces en mu?ecos de caja de m¨²sica cuyas pantomimas cabr¨ªa coreografiar mejor, para que tengan vuelo.
Or¨ªgenes
Con este montaje, Animalario regresa a sus or¨ªgenes, al teatro alternativo o de arte y ensayo, con un resultado que dista del conseguido en otros empe?os suyos. En lugar de contar una historia, Cavestany y Mayorga han escrito con voluntad po¨¦tica una serie de tiradas narrativas llenas de evocaciones que se muerden la cola. En Penumbra se apuntan sin desarrollo temas como el miedo a no ser hijo de nuestros padres y la cara oscura de los afectos familiares. La funci¨®n transcurre sin avanzar hasta muy cerca del final, cuando la madre relata un episodio breve de gran fuerza que parece darle sentido a todo lo dicho un tanto en balde hasta entonces: esa historia apenas esbozada, cruzada con la del maltrato que se insin¨²a, hubiera merecido continuidad. Lo mejor, la atm¨®sfera creada por los iluminadores y la escen¨®grafa Beatriz San Juan.
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