El primer gran pulso del siglo
La reci¨¦n anunciada bancarizaci¨®n de La Caixa ?es la goleada final de la banca a las cajas? ?Mantiene el empate en el mercado espa?ol? ?Desequilibra a Catalu?a? ?Es el primer pulso del siglo de un largo nuevo duelo banca-cajas, con final desconocido?
Bancos y cajas pelean ¨¢speramente por la primogenitura financiera al menos desde la dictadura de Primo de Rivera. A su inicio, las cajas supon¨ªan solo un 16,8% de los dep¨®sitos en el mercado espa?ol conjunto. El porcentaje fue creciendo sin pausa: al 20,2% en 1959; al 31,67% en 1970. Hoy, bancos y cajas se reparten el mercado por mitades.
Como La Caixa supone el 20% del total de activos de las cajas (1,3 billones), la paridad se romper¨¢ en favor de la banca. M¨¢s a¨²n en Catalu?a, pues representa el 71,7% de los activos de las cajas con sede real catalana.
?Banca o cajas? La victoria depender¨¢ de c¨®mo funcione la "naturaleza dual" de La Caixa-Caixabank
Los n¨²meros reflejar¨ªan, pues, una victoria aplastante del modelo bancario frente a su rival cajero. Pero el asunto es m¨¢s matizado. Porque el submodelo elegido por Isidre Fain¨¦ y Juan Mar¨ªa Nin, entre los cuatro que ofrec¨ªa la nueva LORCA del 13 de julio, es dual: la entidad sigue siendo una caja, aunque act¨²e sobre todo a trav¨¦s de un banco. La alternativa principal era desaparecer como tal o convetirse en una fundaci¨®n, lo que en el Reino Unido de Margaret Thatcher o en la Italia de Giuliano Amato llev¨® a su completa bancarizaci¨®n, sin remilgos.
Una prueba de esa naturaleza dual es que el resultante Caixabank deber¨¢ cotizar en el Fondo de Garant¨ªa de Dep¨®sitos de las cajas, no en el de los bancos (art¨ªculo 5.2 de la LORCA). De modo que, probablemente, el final de esta nueva historia est¨¦ por escribir. Mucho depender¨¢ de si la caja sigue controlando un alto porcentaje (al inicio, del 81,1%) del capital del banco filial, o se va desprendiendo de tramos significativos, y en ese caso, si lo hace en favor de socios relevantes. Y de qui¨¦n acabe mandando a largo plazo, si los cajistas, en funciones de due?os te¨®ricos, o los directivos bancarios, quienes allegar¨¢n la mayor¨ªa de los recursos con que alimentar a la entidad nodriza.
Esta encrucijada aconseja echar la vista atr¨¢s y ver c¨®mo se lleg¨® hasta aqu¨ª. Los m¨¢s apesadumbrados por las desgracias econ¨®micas de los catalanes consideran que estas derivan de su concepci¨®n "esquifida dels negocis", escribi¨® en 1927 Carles Pi i Sunyer en su cl¨¢sico L'aptitud econ¨°mica de Catalunya. Algunos pugnaron por superarla. Como el m¨ªtico Manuel Girona -quien pag¨® la fachada de la catedral y en contrapartida sestea su polvo en el claustro-, creador en 1844 del Banco de Barcelona.
Ese banco desafi¨® a todos. Emit¨ªa papel moneda, compitiendo con el Banco de San Fernando, hoy Banco de Espa?a. Exhib¨ªa "excesiva prudencia", y as¨ª sorte¨® episodios turbulentos como la febre d'or de 1871-1885: "No emprende negocios por su cuenta, ni los comandita; no juega tampoco a la Bolsa, es sencillamente banquero", recoge Francesc Cabana en su monograf¨ªa sobre la entidad. Pero al cabo sucumbi¨® a la tentaci¨®n de la especulaci¨®n monetaria, cuando cay¨® la peseta, y al exceso de cr¨¦ditos, cuando se derrumb¨® el precio de las mercanc¨ªas que los garantizaban, como explic¨® Juan Mu?oz en otra tesis. Era 1920. Fue el derrumbe del templo de Salom¨®n de las finanzas catalanas.
Algo similar sucedi¨® en 1931 cuando el Banc de Catalunya de los h¨¢biles y conspirativos hermanos Requesens, suspendi¨® pagos. Hab¨ªan compartido mucho mantel financiero con los hombres de la dictadura, sobre todo con Jos¨¦ Calvo Sotelo, el creador de la CAMPSA. Y la Rep¨²blica les retir¨® la cuenta de la petrolera, precipitando al banco al abismo. As¨ª, al final del primer tercio del siglo XX "la banca forastera constituye el nervio del sistema bancario en Catalu?a", lamentaban Joan Sard¨¤ y Lluc Beltran en Els problemes de la banca catalana. El desguace se aceler¨® en los cuarenta y los cincuenta, mediante la continua absorci¨®n de docenas de peque?as casas locales de banca por los grandes entidades globales, sobre todo las vascas. Surgi¨® entonces el tercer gran intento de crear un grupo aut¨®ctono, el de la Banca Catalana creada por Jordi Pujol (1959), que acabar¨ªa en los ochenta como el rosario de la aurora, dentro de la gran crisis que diezm¨® a la banca espa?ola.
"La baja capitalizaci¨®n, el escaso ¨ªmpetu y dinamismo y la tendencia a la titularidad cerrada y familiar" eran algunos de los estigmas que en todo o en parte aquejaron a las entidades hist¨®ricas, denunciaban en 1967 Jacint Ros y Antoni Montserrat, antes del ¨²ltimo gran fiasco, en un famoso texto que gui?aba al de Pi i Sunyer: L'aptitud financera de Catalunya. Escaso tama?o, exceso de optimismo o de especulaci¨®n, concentraci¨®n de riesgo en el grupo dominante, exagerada exposici¨®n a ciertas industrias y limitaci¨®n territorial, se ha analizado posteriormente.
Si a los catalanes se les tildaba de ineptos para la banca, alguna entidad parec¨ªa rescatarlos. Era el centenario Banc de Sabadell. Pero su escaso tama?o aportaba magro consuelo. Y su gen¨¦tica modestia se manifestaba en el miedo a expandirse: le cost¨® sudores fr¨ªos abrir su primera sucursal en Barcelona, en los a?os sesenta, m¨¢s a¨²n que en Madrid, ?en 1985! Y en su negativa a embarcarse en aventuras de compra de otros bancos o de fomento industrial directo: era el banco comercial puro, dedicado al descuento de efectos y otras labores de manguito anglosaj¨®n. La globalizaci¨®n de los noventa y la guerra por la dimensi¨®n modific¨® su inercia y le llev¨® a abrir en muchas otras ciudades, y a romper el cors¨¦ de la la territorialidad catalana con la compra del Atl¨¢ntico, el Urquijo, el Herrero y el Guipuzcoano. Una estrategia que le diferenciaba, para bien, de sus gloriosos pero fenecidos predecesores. Y aunque cay¨® en la tentaci¨®n inmobiliaria procedente de Valencia, lo hizo en niveles asumibles y con rectificaci¨®n r¨¢pida.
Pero el Sabadell no es un gigante como el Barcelona, ni un meteoro agresivo como el Catalunya. Es el cuarto grupo bancario espa?ol, con activos superiores a un tercio de los de la Caixa. No dirime pues ante la opini¨®n, por volumen a¨²n mediano, la vieja querella sobre la calidad de los catalanes como buenos o como mediocres financieros.
Frente a una banca sincopada (aunque con excepciones), las cajas marcaron el ritmo en el primer tercio del siglo XX como entidades sociales y de previsi¨®n (vejez, enfermedad). Luego el franquismo las encaden¨® a unos niveles exorbitantes de inversiones obligatorias, en el INI y similares : hasta el 84,87% de su inversi¨®n total en 1970.
La democracia germin¨® su multiplicaci¨®n. Fuentes Quintana equipar¨® legalmente en 1977 bancos y cajas, permitiendo a estas hacer "banca universal"; se liberaliz¨® su implantaci¨®n territorial y los tipos de inter¨¦s; se las vincul¨® a las comunidades aut¨®nomas, adem¨¢s de al Banco de Espa?a. Dos hombres fueron clave en el despegue: Eusebi D¨ªaz-Morera en la Caja de Barcelona, un breve periodo, y Josep Vilarasau en La Caixa. La fusi¨®n de ambas entidades bajo la ¨¦gida de la mayor en 1990, la atrevida expansi¨®n territorial; y la creaci¨®n de un potent¨ªsimo grupo industrial, que fue imitado por otras y consagr¨® el reemplazo de los bancos por las cajas en la constituci¨®n de n¨²cleos estables de los accionariados de las grandes empresas pespuntearon su ascenso. De lo posterior ya todos tienen memoria. Lo de ahora se avizora intenso. Y veloz.
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