No son revoluciones
Aunque los levantamientos en los pa¨ªses ¨¢rabes tienen una misma motivaci¨®n, sus reg¨ªmenes son muy diferentes. Y falta una estrategia y cabecillas que sean catalizadores eficaces de esos movimientos
Si los levantamientos que se encadenan en determinados pa¨ªses ¨¢rabes tienen en com¨²n una misma motivaci¨®n, a saber, la expresi¨®n ultrajada de un hartazgo y de una necesidad vital de emancipaci¨®n y de libertad, los reg¨ªmenes totalitarios contestados son muy diferentes los unos de los otros. En Yemen se trata de una dictadura est¨¢tica, esclerotizada, sin proyecto real de sociedad y sin din¨¢mica, basada exclusivamente en las alianzas tribales. Una dictadura virtual, sorda, opi¨¢cea, que ha instalado al pueblo en el estoicismo y la renuncia.
En T¨²nez, el r¨¦gimen, nacido a partir de una esperanza de renovaci¨®n y de progreso, cay¨® en la trampa de una espantosa estrechez de miras que condujo a Ben Ali a perder de vista la oportunidad de poder inscribir su nombre con letras de oro en la historia de su pa¨ªs. Ben Ali era, sin duda alguna, el m¨¢s convincente de los presidentes ¨¢rabes. Dispon¨ªa de un pueblo magn¨ªfico, instruido, moderno, emancipado y no violento. Su reino era pan bendito. Pero, al no hacer la gloria estremecerse m¨¢s que a las almas que son dignas de ella (Gogol dixit), el soberano de Cartago opt¨® por la depredaci¨®n bul¨ªmica y por una represi¨®n policial que no ten¨ªan ninguna raz¨®n de ser. Privilegi¨® el reino de sus allegados y de su familia pol¨ªtica en detrimento de su propio reino y acab¨® por verse superado por el giro de los acontecimientos. Podr¨ªamos decir que la dictadura de T¨²nez era sobre todo un poder crapuloso sobre el pa¨ªs, basado en el nepotismo, la corrupci¨®n y el tr¨¢fico de influencias.
En la insurrecci¨®n de 1988 en Argelia cometimos la torpeza de no contar con gu¨ªas prevenidos
T¨²nez podr¨ªa arregl¨¢rselas. En Egipto, se trata de las relaciones de fuerza de la regi¨®n
En Egipto se trata de un r¨¦gimen fantoche, deseado y alimentado por los intereses estadounidenses e israel¨ªes. Considerado como la punta de lanza del mundo ¨¢rabe, se ha convertido en su eslab¨®n d¨¦bil. Su incondicional alianza con los norteamericanos ha perjudicado mucho al destino de Palestina y dispersado considerablemente a la unidad ¨¢rabe. Al concentrar en su seno a las principales instituciones ¨¢rabe-africanas (pol¨ªticas, econ¨®micas, culturales y deportivas), Occidente ha hecho de ¨¦l su ¨²nico interlocutor y su principal pe¨®n en la regi¨®n. Vali¨¦ndose de ese privilegio, el r¨¦gimen de Mubarak troc¨® deliberadamente su estatuto de hermano mayor por el poco brillante papel de c¨®mplice y de traidor, actitud que el pueblo egipcio, considerado como el m¨¢s intelectualizado del mundo ¨¢rabe, no ha acabado de digerir. En la dictadura egipcia se da el ejercicio flagrante de una creciente injerencia de los intereses geoestrat¨¦gicos occidentales, en particular los de Estados Unidos e Israel. Su vocaci¨®n consiste esencialmente en amordazar el orgullo y la dignidad nacionales en beneficio de ambiciones vampirizantes exteriores.
Los levantamientos que tienen lugar en esos tres pa¨ªses responden tambi¨¦n a una urgencia capital. En Yemen, como en T¨²nez y en Egipto, los pueblos reclaman la libertad, el honor y la posibilidad de acceder a una vida decente. Los reg¨ªmenes denostados han sido, para nuestros pueblos, la causa principal del marasmo y de la descomposici¨®n socioecon¨®mica que nos deniegan el derecho a poder ascender en el concierto de las naciones. Pero de ning¨²n modo se trata de revoluciones. Se trata de una reacci¨®n espont¨¢nea, incoherente y sin orientaci¨®n precisa, cuyo objetivo es el de expulsar al tirano sin prever ni preocuparse por lo que vendr¨¢ despu¨¦s. Una revoluci¨®n es un acto pensado, maduramente articulado en torno a una hoja de ruta, de una estrategia, y conducido por actores identificados y determinados. No vemos a cabecillas titulares designados en las calles de El Cairo, de T¨²nez o de Ad¨¦n. Privados de catalizadores eficaces, estos vastos movimientos de protesta van a tener que seguir hasta el final y desbaratar todos los ardides que los Gobiernos amenazados van a multiplicar para cambiar la situaci¨®n a su favor. Nos hallamos ante la duda sideral, de ah¨ª que se haga imperativo el recurso inmediato a conciencias intelectuales o pol¨ªticas capaces de encarnar la c¨®lera popular y la saludable alternancia exigida por el pueblo. Ser¨ªa desastroso seguir sitiando las plazas p¨²blicas sin erigir en ellas tribunas y sin hallar para ellas una voz fuerte y cre¨ªble que desbanque los discursos falaces y las llamadas a la calma de los reg¨ªmenes acorralados. Como ser¨ªa desastroso aceptar un compromiso, que, con toda evidencia, no ser¨ªa sino una trampa inesperada y una tentativa de ganar tiempo para los Mubarak y sus esbirros. Cometimos esa torpeza en Argelia con ocasi¨®n de la formidable insurrecci¨®n de octubre de 1988. Al no contar con gu¨ªas prevenidos que nos evitaran las trampas de la recuperaci¨®n y nos precavieran de los fallos de nuestra inadvertencia, aplaudimos la proclamaci¨®n de la democracia y del multipartidismo para desenga?arnos algunos a?os m¨¢s tarde bajo el tsunami islamista. No quisiera que esta cat¨¢strofe se operara en T¨²nez y en Egipto. Esa es la raz¨®n por la que resulta de extrema importancia, para esos dos pa¨ªses, escoger a hombres y mujeres aguerridos, vigilantes y dispuestos a erradicar toda traza de los antiguos aparatos represivos del Estado y a impedir las tentativas de instrumentalizaci¨®n y desviaci¨®n ideol¨®gicas que reducir¨ªan a cenizas la instauraci¨®n de una aut¨¦ntica democracia laica y republicana.
Sin embargo, si el caso tunecino suscita la simpat¨ªa de Occidente, el de Egipto le quita el sue?o. Porque en Egipto no se trata del porvenir del pueblo egipcio, sino de una nueva configuraci¨®n de las relaciones de fuerza en la regi¨®n. Si el r¨¦gimen de Mubarak se hundiera, la "paz" de Oriente Pr¨®ximo ya no estar¨ªa garantizada. Entendiendo por "paz" la estabilidad de Israel y su impunidad. Estados Unidos va a emplear todo su peso para mantener el r¨¦gimen, a riesgo de sacrificar a Mubarak. Y los egipcios est¨¢n viviendo las horas m¨¢s peligrosas de su historia republicana. O aceptar la "transici¨®n" o la guerra civil. Personalmente, no soy nada optimista. Cada d¨ªa que pasa lo hace en beneficio del r¨¦gimen, que ha elegido la guerra de desgaste. Ya no es la calle la que gestiona el asedio. La econom¨ªa est¨¢ parada, la gente no percibe sus salarios y los est¨®magos empiezan a acusar el hambre. El r¨¦gimen lo sabe y va a tratar de prolongar las manifestaciones pac¨ªficas para volver a desplegarse, restablecer sus redes de propaganda y de disuasi¨®n y sembrar la duda en los ¨¢nimos. En el momento en que escribo, Mubarak habr¨ªa confiado ya el destino de Egipto a los expertos del Pent¨¢gono. Esa "transici¨®n" que reclama Washington es la trampa mortal que destruir¨¢ toda oportunidad de recuperar su honor y su salvaci¨®n al pueblo egipcio.
Hay dos preguntas que hacerse:
1. ?Podr¨ªan extenderse estos levantamientos a Libia, Argelia, Marruecos y Jordania? Para Libia, la cuesti¨®n ni se plantea. Para los libios, Gadafi no es un dictador sino un l¨ªder iluminado. Tardaremos en ver sumidas en la c¨®lera a las calles de Tr¨ªpoli. Respecto a los otros tres pa¨ªses, a pesar de la corrupci¨®n generalizada, el desempleo, el empobrecimiento galopante y la falta de perspectivas para la juventud y los nuevos diplomados, no habr¨¢ insurrecciones en ellos. Los Gobiernos actuales prometer¨¢n la introducci¨®n de vastas y urgentes reformas para satisfacer las reivindicaciones de sus pueblos y seguir¨¢n sin comprender que es la alternancia lo que la naci¨®n exige. El brazo de hierro ser¨¢ flexible, pero nadie podr¨¢ prever la reacci¨®n popular a corto plazo. Una cosa es cierta, gracias a lo que ocurre en T¨²nez y en Egipto, los pueblos saben ya d¨®nde est¨¢n sus verdaderas fuerzas. Nada ser¨¢ ya como antes.
2. ?Van a cambiar algo estos levantamientos? En Yemen, nada concluyente. Al r¨¦gimen le bastar¨ªa con hacer algunas concesiones para dispersar a las multitudes. Las alianzas tribales est¨¢n demasiado corrompidas como para renunciar a sus conquistas en beneficio de sus comunidades. T¨²nez podr¨ªa arregl¨¢rselas. Tiene bazas reales de salir bien parado de la transici¨®n, pero los excluidos del aparato del poder no renunciar¨¢n a su parte del pastel. En cuanto a Egipto, se velan las armas, o, por seguir con la tradici¨®n musulmana, es "la noche de la duda". Se juega todo a una carta. Y todo lleva a creer que se va a armar una buena. Los envites geoestrat¨¦gicos son de tal calibre que gustosamente aceptar¨ªan el sacrificio de algunas decenas de miles de muertos.
Yasmina Khadra es escritor argelino. Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
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