Describir el duelo
La cosa m¨¢s com¨²n entre todas las vidas: perder a alguien. Se sobrelleva que el muerto, el ausente, se haya convertido en algo imaginario, en algo casi falso, pero el deseo que se tiene de ¨¦l no es imaginario. La presencia del muerto es imaginaria, pero su ausencia es muy real y sabemos que, a partir de ahora, ¨¦sa ser¨¢ su forma de aparecer. Y el grito de ese sufrimiento: "?Por qu¨¦?", resuena no s¨®lo a lo largo de toda la historia de la Literatura, sino a trav¨¦s de la plena conciencia de todas las acciones humanas. El car¨¢cter irreductible del sufrimiento hace que uno no pueda sentir horror por s¨ª mismo mientras sufre de la misma manera que el absurdo detiene la inteligencia y la impide avanzar, pero -como es bien sabido- la ausencia de aquel a quien hemos amado no detiene el amor, el amor contin¨²a tras la muerte en la obstinaci¨®n del duelo. Sobre ese tema hay libros tan conmovedores como El libro de mi madre, de Albert Cohen, o Una pena en observaci¨®n, de C. S. Lewis. Ahora se ha a?adido otro, in¨¦dito hasta hoy: Diario de duelo, de Roland Barthes. Notas simples como golpes de aguja, un dietario de las impresiones, los descubrimientos diarios, las breves fulguraciones que asaltan a cualquiera que llora una desaparici¨®n... Barthes confirma lo que todos hemos sentido alguna vez al perder a alguien: el amor manifestado a los muertos es perfectamente puro pues el deseo por una vida que ya ha terminado no puede dar nada nuevo: se desea que el muerto haya existido y ha existido, pero junto a ese sentimiento, que es perfectamente real, se percibe que el mundo se ha despedazado y vuelto irreal. Dice Barthes: "La soledad donde me deja la muerte de mam¨¢ me deja solo en terrenos donde ella no ten¨ªa parte. Hay pues en el duelo una domesticaci¨®n radical y nueva de la muerte; pues antes era s¨®lo un saber prestado (torpe, venido de los otros, de la filosof¨ªa, etc¨¦tera), pero ahora es mi saber. Esto es para m¨ª el universo: este lugar falso en el que nada es verdad, donde nada cristaliza".
Despu¨¦s de esta lectura conmovedora, uno siente la seguridad de que ese descubrimiento, que en parte es consustancial a la simple idea de estar vivo (y de estar vivo para los otros), es un conocimiento para el que no hay instrucci¨®n posible y al que cada hombre deber¨¢ acceder antes o despu¨¦s en solitario y en la medida de su imaginaci¨®n y su inteligencia. Pero si ese sufrimiento penal es en parte la garant¨ªa de la autenticidad del amor, no lo es menos la alegr¨ªa que produce pensar que esa vida ha sido real, que ha existido, que ha sido exterior en el sentido m¨¢s radical de la palabra. Y algo m¨¢s misterioso a¨²n: la convicci¨®n ¨ªntima de que ese dolor puede, o bien hacer m¨¢s firme y real la vida, o bien despe?arla hacia el barranco de lo imaginario.
Diario de duelo: 26 de octubre de 1977-15 de septiembre de 1979. Roland Barthes (Paid¨®s). El libro de mi madre. Albert Cohen (Quinteto, Anagrama, C¨ªrculo de Lectores, Columna). Una pena en observaci¨®n. C. S. Lewis (Anagrama, Columna). Andr¨¦s Barba (Madrid, 1975) ha publicado recientemente la novela Agosto, octubre (Anagrama. Barcelona, 2010. 152 p¨¢ginas. 15 euros)
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.