'Amadeu': Boadella suma esencias
Empiezo por el final, un final que a muchos seguidores de Boadella les parecer¨¢ ins¨®lito. 1932. Amadeo Vives est¨¢ agonizando en su cama. Le acercan un tel¨¦fono para que pueda seguir el estreno en el Apolo de Do?a Francisquita. Vives lo intenta, pero hay demasiadas interferencias: prefiere imaginarlo. Cierra los ojos. Desciende de los telares una embocadura troquelada, casi de teatro infantil; el coro ataca, vibrante, el Canto alegre de la juventud que cierra la zarzuela. Un sacerdote le pide que rece con ¨¦l y Vives reza un padrenuestro. En catal¨¢n. Un singular silencio, entre tenso y expectante, flota sobre el p¨²blico del Canal. Vives dice: "Lo aprend¨ª as¨ª. Es mi lengua materna". Quiz¨¢s esperasen una chanza de Boadella, pero el momento era, a mi entender, muy sentido, y pur¨ªsimo. Como lo que viene a continuaci¨®n. Un tenor, a la izquierda, comienza a cantar L'emigrant: "Dol?a Catalunya / patria del meu cor...". A la derecha, una soprano arranca el Marab¨² de la Francisquita: "Ay que me mu, que me muero / San Juan de la Cruz". Las dos canciones, las dos lenguas, los dos sentimientos parecen unirse en una sola voz, una sola m¨²sica. Una idea preciosa, clara y profunda, puro teatro musical, un g¨¦nero que Boadella mam¨® en su infancia y en el que ha debutado como si no hubiera hecho otra cosa. Hay torpezas antiguas: su inveterada tendencia a remachar el clavo, a explicar verbalmente, como sucede en el ep¨ªlogo, lo que acaba de mostrar dram¨¢ticamente. Y hay tendenciosidad, para llevar el agua al no menos viejo molino. Bajo sus aspas, Vives se va a Madrid ("se ahogaba en Catalu?a") y se convierte en "mofeta en su tierra", como dir¨ªa Cabrera Infante. Boadella es de los que se niega a que la realidad desbarate sus te¨®ricas, de modo que escamotea un dato fundamental: Vives muri¨® en Madrid, pero su entierro en Barcelona, el 6 de diciembre de 1932, fue una impresionante manifestaci¨®n de duelo, encabezada por el presidente Maci¨¤ y las principales autoridades catalanas, que desbord¨® la V¨ªa Layetana y el paseo de Gracia. Mi abuelo, que toc¨® durante a?os en la compa?¨ªa de Marcos Redondo, recordaba siempre aquel entierro con l¨¢grimas en los ojos. A m¨ª (te¨®ricas aparte) se me han saltado las l¨¢grimas varias veces viendo Amadeu, por el respeto y el cari?o con el que Boadella ha tratado al personaje, por su amor a la zarzuela y por los grandes logros que alcanza: me parece la funci¨®n m¨¢s sobria y m¨¢s inspirada que ha hecho en mucho tiempo. Hay, de entrada, una torrentera de m¨²sica muy bien elegida e interpretada: los clasicazos (Do?a Francisquita, Bohemios, La Generala), el soberbio trabajo de exhumaci¨®n (desde el bolero Ay, maresita de La primera del barrio, con el que Vives comenz¨® su carrera, hasta la canci¨®n de las fumadoras de La Chip¨¦n), los himnos (L'emigrant, La Balenguera, y entiendo el t¨¦rmino "himno" en un sentido profundamente sentimental, por encima de politiquer¨ªas, del mismo modo que, para m¨ª, el Canto alegre ser¨¢ siempre el himno oficioso y perfecto de Madrid, de un "estado" del alma madrile?a) y el Virolai (escuchado, otra preciosa idea, a trav¨¦s de una caracola de infancia), y fragmentos de Chap¨ª (Vives se arrodilla ante La revoltosa), y hasta dos sonatas de Beethoven. Como hay much¨ªsimo que aplaudir y algunas cosas que retocar (en mi opini¨®n), divido la cr¨ªtica en dos columnas imaginarias: lo superlativo y lo mejorable. Superlativo: el sencillo y elegante espacio dise?ado por Ricardo S¨¢nchez Cuerda, con la orquesta en escena, al fondo; el piano en primer t¨¦rmino, y un pasillo en medio para el movimiento esc¨¦nico. Mejorable: el esquema dialogado, habitual en Boadella, que acaba haci¨¦ndose tedioso, aqu¨ª entre un joven periodista adicto al heavy (muy bien defendido por Ra¨²l Fern¨¢ndez) y el aparecido Vives (ahora les cuento), con mensaje machac¨®n y gracejer¨ªas barat¨ªsimas ("esta pierna se me ha quedado auton¨®mica") a cargo del cojitranco reportero. Superlativo: el tentacular Antoni Comas, que interpreta de f¨¢bula a Vives (a m¨ª me record¨® a Terenci: la peluca rizada, las cejas mefistof¨¦licas, la ternura y el sarcasmo), toca sin partitura y canta (pocos temas, l¨¢stima). Mejorable: el acento forzado (que ni Josep Pla) y el garabato f¨ªsico (ten¨ªa brazo y pierna atrofiados, pero tampoco era Quasimodo). Superlativo: el retrato art¨ªstico y humano. Vives frenando los excesos ret¨®ricos de sus cantantes; inyectando en la m¨²sica sus sentimientos m¨¢s oscuros (el dolor por sus fracasos amorosos) en dos escenas antol¨®gicas: la romanza Por el humo se sabe d¨®nde est¨¢ el fuego, que canta como un eco de la voz del tenor, o el desde?oso d¨²o de Fernando y Beltrana, que "mueve" como un maestro de marionetas (de nuevo, esencia de teatro musical: la canci¨®n revela personaje y hace avanzar la acci¨®n). Mejorable: la puerilidad de mostrar a Vives dirigiendo Bohemios mientras le ba?an en d¨®lares. Superlativo(s): la orquesta dirigida por Miguel Roa y Manuel Coves; el brillant¨ªsimo sexteto compuesto por Yolanda Mar¨ªn y Auxiliadora Toledano (sopranos), Lola Casariego y Joana Thome (mezzos) y Francisco Corujo e Israel Lozano (tenores). Superlativo coral: obviamente, el Coro de la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid, dirigido por F¨¦lix Redondo y "movido" con imaginaci¨®n y gracia por el core¨®grafo (otro Superlativo para ¨¦l) Ram¨®n Oller. Tres momentazos (corales): cuando desperdigan las melod¨ªas de Vives (en d¨²os, en tr¨ªos) por las calles de Madrid (una idea digna del Trenet de L'?me des po¨¨tes); cuando se convierten en jaur¨ªa reventadora de su primer estreno en la Villa y Corte; cuando muestran d¨®nde est¨¢n atados los hilos de los que tiraba la Generala en la Canci¨®n del arlequ¨ªn. Superlativo Bis: la tan pasmosa como emotiv¨ªsima escena en la que el coro, ante una enorme bandera cuatribarrada, demuestra que La Balenguera es pura pulsi¨®n tel¨²rica (?conocen alg¨²n otro himno que trate sobre las moiras que tejen el destino de los hombres?). Mejorable: el corolario "de aquellos polvos vinieron estos lodos", definitiva evidencia de que en el alma de Boadella coexisten un cosmonauta y un taxista.
Como hay much¨ªsimo que aplaudir y algunas cosas que retocar, divido la cr¨ªtica en dos columnas imaginarias: lo superlativo y lo mejorable
Amadeu, de Albert Boadella. Teatros del Canal. Madrid. Hasta el 13 de febrero. www.teatroscanal.com.
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