La clase media quiere el cambio ya
Millones de ciudadanos aplauden en silencio la revuelta en los barrios acomodados de El Cairo, donde nadie se toma en serio el toque de queda
El levantamiento que vive Egipto desde hace 10 d¨ªas va m¨¢s all¨¢ de la plaza de la Liberaci¨®n, donde miles de personas siguieron ayer las protestas. Las ansias de libertad y el hartazgo del r¨¦gimen han calado en los distintos barrios de esta megal¨®polis en cuya ¨¢rea metropolitana se concentran 25 millones de personas. Entre las gentes m¨¢s acomodadas es donde se percibe con mayor facilidad el apoyo que ha generado entre la poblaci¨®n egipcia esta revuelta.
El barrio de Dokki, con sus impresionantes edificios bancarios, se extiende por la margen izquierda del Nilo, m¨¢s all¨¢ de la rotonda que da acceso al puente de Kasr el Nil, bloqueado con tanques y donde los soldados registraban a los miles que quer¨ªan ir -solo a pie- a gritar en la plaza contra el presidente Hosni Mubarak. "Estoy muy orgulloso de los manifestantes. Egipto va a tener ahora la revoluci¨®n que le usurparon los militares en 1952 [cuando derrocaron la monarqu¨ªa]. Tengo 47 a?os y mi generaci¨®n ha crecido siguiendo el miedo de nuestros padres. No pod¨ªamos hablar. Los j¨®venes han demostrado que eso se ha acabado", afirma Moataz al Aedel, que acaba de llenar el dep¨®sito de su coche en una gasolinera.
"Es mentira que haya escasez de alimentos", asegura un ejecutivo
"Es mentira que haya escasez de alimentos y de gasolina. Eso lo cuentan los medios de comunicaci¨®n oficiales, que se creen todo lo que les dice el Gobierno, para desatar el p¨¢nico", a?ade Aedel, que como muchos de los residentes en Dokki domina el ingl¨¦s y se brinda a traducir las palabras del empleado que corroboran que no les ha faltado suministro. Esto, sin embargo, no es motivo para que ambos no quieran que se acabe cuanto antes la incertidumbre reinante en el pa¨ªs.
Ejecutivo de una consultor¨ªa, Aedel, como algunos de sus vecinos, parece necesitado de explicar a la periodista extranjera la urgencia que tiene Egipto, despu¨¦s de 30 a?os de Mubarak, de una Constituci¨®n que no permita m¨¢s de dos mandatos: "No me importa si Mubarak se queda retirado en Sharm el Sheij [en el mar Rojo] como un presidente honor¨ªfico, lo fundamental es que el vicepresidente Suleim¨¢n, junto a los opositores Mohamed el Baradei y Amr Musa, pongan ya en marcha la transici¨®n hacia un Estado de derecho con una nueva Constituci¨®n y un sistema legal que obligue a los gobernantes a respetarlo", afirma.
El toque de queda impuesto entre las cinco de la tarde y las siete de la ma?ana no es muy respetado. "Este supermercado sigue abierto, como siempre, hasta la una de la madrugada", se?ala Gamil, aunque reconoce que a esas horas hay pocos clientes. La cadena Alfa tiene seis grandes establecimientos repartidos por la capital y en ninguno han faltado fruta, pan, carne u otros productos no perecederos.
"Nadie se toma en serio el toque de queda. En los barrios perif¨¦ricos las tiendas de las avenidas est¨¢n cerradas, pero las de los callejones permanecen abiertas. Yo mismo volv¨ª el jueves de una cena a la 1.30 de la madrugada y solo me par¨® un soldado que me dijo que, por favor, no anduviera tan tarde por la calle", se?ala Jamil, mientras paga los refrescos que ha comprado.
Tanto en Dokki, como en Zamalek, otro c¨¦ntrico barrio de clase alta y sede de varias embajadas, la situaci¨®n es de normalidad en cuanto al abastecimiento. "Algunos d¨ªas ha sido dif¨ªcil encontrar cigarrillos", dice Islam, un ingeniero de 22 a?os y empleado de Vodafone. Islam tambi¨¦n apoya a los manifestantes, pero quiere que la protesta termine cuanto antes porque no le gusta la violencia. "Considero que Mubarak debe irse ya para facilitar una transici¨®n pac¨ªfica, pero si se empe?a en quedarse hasta las elecciones de septiembre, por m¨ª vale, pero con la oposici¨®n en el Gobierno".
Islam es un afortunado. Gana 2.500 libras egipcias anuales (un euro equivale a ocho libras), casi el triple que la mayor¨ªa de los licenciados que trabajan en la sanidad, la educaci¨®n o en cualquier empresa nacional. Su amigo Ahmed Farahat, de la misma edad, pero a¨²n estudiante de ingenier¨ªa inform¨¢tica, corta en seco la pregunta sobre las clases sociales: "Esta revuelta no es de pobres contra ricos, ni de j¨®venes contra viejos. Esto no funciona. As¨ª no podemos seguir. Mubarak tiene que escuchar a la gente y dejar el poder hoy mismo para que la oposici¨®n construya un sistema pol¨ªtico adecuado".
Abeer va tocada con un hiyab (pa?uelo isl¨¢mico). Asegura que sus simpat¨ªas con la revuelta nada tienen que ver con los Hermanos Musulmanes, la ¨²nica fuerza opositora que, aunque ilegal y fuertemente perseguida, ha logrado mantener su poder de convocatoria. "Todos quer¨ªamos esta revuelta pero no tuvimos valor. Lo que ahora est¨¢n pidiendo en la plaza de la Liberaci¨®n fue nuestro sue?o de juventud. Me parece magn¨ªfico. Estoy muy ilusionada. Son tan valientes como nosotros fuimos cobardes", declara Abeer, quien pese a la pasi¨®n de su apoyo prefiere ocultar su apellido y la empresa en la que trabaja, en una evidente muestra del apoyo silencioso de la clase media alta a la revuelta.
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