Envejecer bellamente bajo los focos
A las diez en punto de la noche, los gritos eran de indignaci¨®n: en el demencial bochinche organizativo del Madrid Arena, cientos de espectadores pugnaban en vano por localizar sus butacas. Dos minutos m¨¢s tarde, en cuanto Luz Casal irrumpi¨® en escena, hasta los sedicentes se sumaron a la ovaci¨®n abrumadora, a la emoci¨®n de este reencuentro demorado desde el pasado mes de mayo. Entonces la artista coru?esa anunci¨® que el c¨¢ncer -esa maldita "larga enfermedad" de las cr¨®nicas cl¨¢sicas- le retaba a un segundo y encarnizado duelo. La vida es una tragicomedia que siempre acaba mal, pero hoy nos congratulamos de que Luz siga morando, majestuosa, en el centro de las tablas. Nuevamente plet¨®rica, vencedora de tantos duelos y, esta vez, de su segunda gran batalla.
La enfermedad ha hecho a la cantante m¨¢s vulnerable
La historia de esta artista es la de superaci¨®n de la adversidad
"Llevo semanas hablando y prepar¨¢ndome para el d¨ªa de hoy", admit¨ªa nuestra protagonista nada m¨¢s finalizar su primera interpretaci¨®n, Mar y cielo. Nerviosa todav¨ªa, la voz solo a medio templar, pero elegante y esbelta con su vestido y botines negros. Ya entonces sab¨ªa que acabar¨ªa meti¨¦ndose en el bolsillo a las 7.000 personas del pabell¨®n (algunas, hacinadas de mala manera en los pasillos). Y tambi¨¦n a los pr¨ªncipes de Asturias, esforz¨¢ndose por demostrar que las monarqu¨ªas no solo sirven para conceder t¨ªtulos de car¨¢cter hereditario. Unos 200.000 euros se recaudaron ayer para plantarle cara al c¨¢ncer de mama.
La de Luz es una alentadora historia de pundonor y superaci¨®n de la adversidad, un ejemplo involuntario para tantas mujeres a las que un d¨ªa aciago se les vino el mundo encima. La enfermedad ha vuelto a la cantante seguramente m¨¢s vulnerable; no en t¨¦rminos de resistencia f¨ªsica, sino de percepci¨®n vital. Aquella mujer de fiera melena cardada que parec¨ªa inalcanzable en sus comienzos se nos antoja ahora, qu¨¦ cosas, mucho m¨¢s pr¨®xima, c¨¢lida, familiar. Si nos la cruzamos en la cafeter¨ªa, la invitar¨ªamos a un cortado para preguntarle qu¨¦ tal le va el d¨ªa. Ha vuelto a ponerse guapa, espl¨¦ndida en su madurez serena. Y solo entran ganas de desearle muchos a?os m¨¢s de estad¨ªa en los teatros. Como le sucediera a Am¨¢lia Rodrigues, Luz envejece bellamente bajo los focos.
Ya lo dijo hace poco Manuel Rivas, el maestro: "No podemos evitar que la vida sea apasionante". Luz tambi¨¦n lo sabe y por eso nos regala, en la despedida, ese Gracias a la vida (Violeta Parra) que en su voz adquiere ahora dimensiones de escalofr¨ªo. Como aquella frase de Entre mis recuerdos que anoche dej¨® anudadas muchas gargantas: "Y si las l¨¢grimas vuelven, ellas me har¨¢n m¨¢s fuerte".
La noche hab¨ªa empezado m¨¢s anodina, con hasta cinco de los boleros de La pasi¨®n: un disco infinitamente m¨¢s conservador -l¨¦ase aburrido- que su antecesor, Vida t¨®xica. Solo Con mil desenga?os hizo honor al t¨ªtulo del ¨¢lbum. Luego llegar¨ªan las baladas cl¨¢sicas (Un nuevo d¨ªa brillar¨¢ termina en apoteosis de karaoke) hasta que, poco a poco, las guitarras se van electrizando. A partir de A cada paso que voy, el vestido negro ya es blusa dorada de seda y procede agitar las musculaturas. La de Luz responde, por cierto, con una elasticidad asombrosa. Ah¨ª la tienen: una chavala de 52 a?os que arrasar¨ªa en los juegos ol¨ªmpicos de la vitalidad.
En una noche de emotividades, acabamos con las risas de ese disparate memorable titulado Rufino. Un cuarto de siglo atr¨¢s, la gallega ya sab¨ªa rodearse de letristas muy brillantes. Un beso, Carmen Santonja: igual que Luz, seguimos acord¨¢ndonos de ti.
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