Cambados sortea los nichos del cementerio en una tensa reuni¨®n
Patrimonio limit¨® el n¨²mero de panteones disponibles
Estaba el ambiente un tanto enrarecido ayer por la tarde en la antigua nave de la conservera Pe?a, en Cambados, donde unas 400 personas asist¨ªan al sorteo de los nuevos panteones salidos de la ampliaci¨®n del cementerio de Santa Mari?a. En una mesa sobre una tarima de un metro, el cura Jos¨¦ Aldao presid¨ªa la reuni¨®n junto al alcalde, el popular Luis Aragunde, para asignar plaza a las familias que reservaron, algunas hace ocho a?os, un hueco en el remozado camposanto. El proyecto inicial fue vetado por la Direcci¨®n Xeral de Patrimonio durante el bipartito, que impuso un l¨ªmite a las alturas y vol¨²menes de los nichos. El resultado: en torno a 850 nuevas tumbas que no cubren toda la demanda de los vecinos.
Las 850 nuevas tumbas no cubren las necesidades de los vecinos
"Esta es reuni¨®n inc¨®moda pero necesaria", comenz¨® conciliador el p¨¢rroco, que culp¨® a Patrimonio de los sucesivos rechazos de una obra que se proyect¨® en 2002 y a la que, en lo que respecta a la demanda, no se ha visto afectada por la crisis del ladrillo: los 3.000 euros que costaba de entrada el pante¨®n de cuatro nichos se fueron finalmente a 5.000. "Estuvo paralizado hasta que por narices hubo que aceptar un proyecto que no me gusta", descarg¨®, criticando la decisi¨®n de la Xunta, que limit¨® los planes iniciales para que la ampliaci¨®n no afectase a la famosa iglesia de Santa Mari?a Dozo. Algunos asistentes se mostraron disconformes con el discurso. Hab¨ªan pagado por su pante¨®n y la soluci¨®n que ahora les ofrec¨ªan no era la pactada.
Un vecino pidi¨® la palabra para protestar. Con el dise?o final, el nicho inferior de los panteones queda semienterrado, circunstancia que le parec¨ªa intolerable. Propuso instalar "unas barras de aluminio" para delimitar la zona y dar un mejor acceso a las tumbas. El alcalde trat¨® de explicar que la cuesti¨®n no era ayer proponer mejoras, sino sortear las tumbas disponibles entre los que se hab¨ªan apuntado en la lista. "Vamos a dejar el pasado", ped¨ªa. El cura se hizo a continuaci¨®n con el micr¨®fono y comenz¨® a elevar el tono de voz, enrojeciendo por momentos mientras contestaba a otro lugare?o, que insist¨ªa en que no se les hab¨ªa avisado del cambio de las condiciones y le recriminaba "el tono de amenaza" con el que don Jos¨¦ explicaba que quien no estuviese contento con la situaci¨®n pod¨ªa renunciar a su reserva y recuperar el importe consignado. "No personalicemos", lanz¨® de vuelta Aldao, que trataba de controlar el volumen de su discurso con escaso ¨¦xito.
"La ¨²ltima vez que convoqu¨¦ una reuni¨®n para hablar del tema ya sabemos c¨®mo acab¨®", reproch¨® el cura, que insisti¨®, mientras el alcalde asent¨ªa, en que el que no se hab¨ªa enterado de los cambios "fue porque no quiso". Una mujer, apostada en una esquina de la sala, sali¨® en defensa del religioso a voz en grito: "?Est¨¢ diciendo que fue cosa de Patrimonio!". Los ¨¢nimos se calmaron algo, y entre murmullos, comenz¨® el sorteo. Cuando iban por la mitad, otro hombre se levant¨® y pidi¨® la palabra. El cura callaba pero el alcalde le permiti¨® intervenir. "Acabo de hablar por tel¨¦fono con una de las se?oras que ha salido ahora en el sorteo y me dice que ella se inscribi¨® en la lista la semana pasada", protest¨®. No le hab¨ªan respetado, a su juicio, su derecho preferente. El alcalde se encogi¨® de hombros y neg¨®, meneando la cabeza. Una hora despu¨¦s concluy¨® el sorteo.
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