Egipto aprende a convivir en la plaza de la Liberaci¨®n
Fieles de diferentes credos se congregan en una oraci¨®n
Una cruz copta y un rosario musulm¨¢n son alzados sobre las cabezas de la multitud. El Cor¨¢n y la Biblia se leen alternando un rezo com¨²n que ayer un¨ªa en hermandad a cristianos y musulmanes en la plaza de Tahrir. "No queremos que nadie nos robe la revoluci¨®n", gritaban unos y otros. Se refer¨ªan al intento del Gobierno egipcio de poner en el punto de mira de las protestas a los islamistas Hermanos Musulmanes.
Sin embargo, j¨®venes y adultos, barbudos y afeitados, mujeres y ni?os se daban la mano o profer¨ªan consignas revolucionarias contra Mubarak. No solo los miembros de alg¨²n credo religioso, sino tambi¨¦n los laicos y agn¨®sticos acompa?aron a sus compatriotas respetando sus momentos de oraci¨®n.
"Que nadie nos robe la revoluci¨®n", gritaban cristianos y musulmanes
M¨¢s de 300 personas han muerto en la revuelta, seg¨²n Naciones Unidas
Mientras por el escenario pol¨ªtico empezaban a desfilar los personajes protagonistas del proceso de transici¨®n que empieza a organizarse, en la plaza de la Liberaci¨®n el pueblo egipcio volv¨ªa a pintarse el rostro con los colores de la bandera.
No hab¨ªa l¨ªderes en la celebraci¨®n del D¨ªa de los M¨¢rtires, una denominaci¨®n de connotaciones religiosas que serv¨ªa para marcar en el calendario el domingo, 6 de febrero, como el d¨ªa del recuerdo de las v¨ªctimas mortales de las protestas. Naciones Unidas, que hace unos d¨ªas daba el dato de 135 muertos, elev¨® ayer la cifra a m¨¢s de 300.
"He venido para que todo el mundo sepa que soy musulm¨¢n, que mi esposa es musulmana y que un cristiano ha dado su vida por nosotros", explicaba el periodista Ahmed H. Sharkawi. Con la foto de un hombre de ojos azules con cara sonriente y traje de domingo, Ahmed y su esposa Somaya, cuentan, alzando m¨¢s y m¨¢s la voz, la historia de Fouad Soliman Asaad. "Ten¨ªa 28 a?os y era nuestro vecino. Era mec¨¢nico. El ¨²nico que trabajaba en una familia de siete personas".
El 28 de enero se fue de su casa en Shubra, un suburbio al oeste de El Cairo, para estar con los manifestantes. Aquella noche la polic¨ªa egipcia gase¨®, dispar¨® y atropell¨® a los j¨®venes que despu¨¦s de la oraci¨®n musulmana del viernes hab¨ªan manifestado su deseo de que Hosni Mubarak abandonara el poder. Fouad era uno de ellos. "Su sangre se derram¨® por nosotros, para que la democracia nos hiciera a todos, cristianos y musulmanes, iguales en una sociedad civil libre".
Hoda el Sharkawy tiene media melena y pasa la cincuentena. Al hombro lleva una flamante bandera que acaba de comprar en uno de los muchos puestos de los alrededores. Busca a quien escuche lo que tiene que decir porque se siente avergonzada. "?D¨®nde est¨¢ la gente de mi generaci¨®n? ?Qu¨¦ hicimos durante todos estos a?os?", explica apresurada. "Me da verg¨¹enza que no hayamos sido capaces de hacer en toda nuestra vida lo que los j¨®venes est¨¢n haciendo. No me fui del pa¨ªs porque no pod¨ªa, pero me habr¨ªa gustado hacerlo", dice apresurada conteniendo el aliento.
"M¨ªrame, soy musulmana y no llevo pa?uelo. He pasado todos estos d¨ªas en casa viendo por televisi¨®n c¨®mo mataban a nuestros hijos y escuchando que los islamistas se alzaban para derrocar el r¨¦gimen. Pero yo solo ve¨ªa a j¨®venes muriendo por la democracia. Siendo masacrados por nuestra libertad", dice El Sharkawy.
La mujer no puede contener el llanto mientras repite lo avergonzada que se siente de no haber hecho nada. Por eso ayer madrug¨®, no quer¨ªa que nadie "secuestrara el significado de esa sangre derramada". Se negaba a aceptar que un Gobierno, una religi¨®n o un partido pol¨ªtico pudiera sacar provecho de la historia que su generaci¨®n "nunca se hab¨ªa atrevido a protagonizar".
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