Ra¨ªles para Tennessee Williams
Para la mayor¨ªa, Un tranv¨ªa llamado deseo es esa pel¨ªcula de Kazan donde el brutal Stanley Kowalski interpretado por un Marlon Brando desbordante se fajaba en lucha desigual con la temperamentalmente fr¨¢gil Blanche DuBois de Vivien Leigh. Kowalski y DuBois personifican el enfrentamiento entre el estadounidense nuevo, hijo de emigrantes, brutalmente hecho a s¨ª mismo y los ¨²ltimos vestigios de una aristocracia terrateniente sure?a en v¨ªas de extinci¨®n. Con Blanche, desaparecen del mapa norteamericano el viejo orden, el deseo disfrazado de cortes¨ªa, el gusto por la cultura europeizante y un lenguaje trufado de circunloquios insufribles y de citas superfluas.
Es significativo que Kazan conservara en el filme el reparto entero de la producci¨®n original de Broadway (dirigida por ¨¦l mismo), salvo a la actriz protagonista: Laurence Olivier le convenci¨® para que fuera a ver a Leigh, su esposa, en el montaje londinense, y de all¨ª se la trajo. Interpretada por una brit¨¢nica rodeada de norteamericanos, la Blanche marcescente pero atractiva de Leigh simboliza la decadencia de la vieja Europa reci¨¦n autodestruida durante la II Guerra Mundial.
UN TRANV?A LLAMADO DESEO
Autor: Tennessee Williams. Versi¨®n: Jos¨¦ Luis Miranda. Int¨¦rpretes: Vicky Pe?a, Roberto ?lamo, Ariadna Gil,... Vestuario: Antonio Belart. Direcci¨®n: Mario Gas. Teatro Espa?ol. Del 4 de febrero al 10 de abril.
En la versi¨®n actual demoledora, desprovista de sentimentalismo, que Frank Castorf, director de la Volksb¨¹hne berlinesa, hizo nueve a?os atr¨¢s, Kowalski era un ex sindicalista de Solidaridad, nost¨¢lgico de sus luchas junto a Lech Walesa, y Blanche, una exuberante Marilyn Monroe crepuscular, capaz de fajarse con su antagonista de t¨² a t¨². Al final del combate, cuando parec¨ªa que nada m¨¢s pod¨ªa pasar, la boca del escenario se elevaba por sorpresa, los restos de una vajilla hecha a?icos rodaban estrepitosamente pendiente abajo, y ambos protagonistas, m¨¢s la bell¨ªsima Stella, Mitch y una Eunice mulata, remontaban la pendiente hasta quedar los cinco al borde del abismo, 12 metros sobre las cabezas del p¨²blico.
El montaje que acaba de estrenar Mario Gas en el Teatro Espa?ol es fiel a la ¨¦poca, el esp¨ªritu y el ambiente de la obra original e incluso a la imagen que de ella transmite la pel¨ªcula, aunque devuelve a Blance DuBois al centro del drama, de donde la desplaza en el cine la interpretaci¨®n torrencial de Brando: lo fundamental aqu¨ª es su intento desesperado de agarrarse al estribo del tranv¨ªa de la vida, y su cuesta abajo cuando se cierran las manos que le tend¨ªan su hermana Stella, vencida por el poderoso v¨ªnculo animal que le une a Kowalski, y Mitch, novio incipiente en cuya medrosa voluntad el veneno de la difamaci¨®n produce r¨¢pido un efecto letal.
Apoyado en una eficaz escenograf¨ªa de Juan Sanz y Miguel ?ngel Coso, Mario Gas planea el canto del cisne de Blanche con un hiperrealismo menos minucioso y trabajado que el de sus memorables puestas en escena de Franky y Johnny en el claro de luna y de La reina de belleza de Lenanne. Vicky Pe?a, actriz tantas veces celebrada, da, por edad, una Blanche muy diferente de las varias que tenemos en la memoria, incluidas las recientes de Cate Blanchett y Rachel Weisz. Esta Blanche, instalada ya en la madurez, parece estar mandando sus naves al combate a la desesperada, con un nivel inicial de afectada coqueter¨ªa que anticipa el fatal desenlace. Cuando se encandila con el joven vendedor de suscripciones parece reprimirse no tanto por miedo a ir demasiado lejos como por ser consciente de lo dif¨ªcil que le ser¨ªa.
Lo mejor de la primera parte es la escena ¨ªntima entre Mitch (un convincente ?lex Casanovas) y la protagonista, que abandona su impostura asumida: aqu¨ª Pe?a puede por fin explotar su veta dram¨¢tica m¨¢s sincera. El cl¨ªmax de la segunda parte llega con el cara a cara definitivo entre Blanche, ahora gata sin tejado, y un Kowalski portuario interpretado con naturalidad de chico de barrio por Roberto ?lamo, bajo una luz racheada veermeriana obra de Juan G¨®mez Cornejo. La dif¨ªcil escena final mantiene la tensi¨®n cenital precedente. Ariadna Gil es una Stella con encanto, falta de punta dram¨¢tica.
Quiz¨¢s a un proyecto comercial hecho con sentido art¨ªstico, como ¨¦ste, no quepa pedirle una lectura del texto m¨¢s personal, pero s¨ª una definici¨®n de producci¨®n y dram¨¢tica m¨¢s afinadas. El p¨²blico de una funci¨®n de a diario lo aplaudi¨® todo y ovacion¨® a Vicky Pe?a.
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