Las confesiones de un editor
Jaime Salinas gan¨® el Premio Comillas (Tusquets) en 2003 con un libro que acaba en 1955, cuando entr¨® en Seix Barral. Busc¨® documentos para un segundo tomo, sobre su vida editorial. No lleg¨® a escribirlo. Pero aqu¨ª habla de su oficio, en una conversaci¨®n in¨¦dita
En 1996, Jaime Salinas, que falleci¨® el 25 de enero pasado en Islandia, escrib¨ªa el primer tomo de sus memorias. A?os despu¨¦s, en 2003, obtuvo por ese libro el Premio Comillas, de Tusquets. Y busc¨® afanosamente materiales para escribir un segundo tomo.
No hall¨® esos documentos de una etapa fundamental en la vida cultural espa?ola, la de Salinas como editor. Aquel libro, Traves¨ªas, narra su vida junto a sus padres (el padre fue Pedro Salinas, el poeta trasterrado) y a su hermana Solita, desde el exilio hasta la guerra mundial y hasta que lleg¨® a las puertas de Seix Barral, en 1955. El segundo tomo deb¨ªa partir de ese momento hasta que revolucion¨® la edici¨®n literaria espa?ola primero en Alianza Editorial (con Jos¨¦ Ortega y con Javier Pradera) y despu¨¦s en Alfaguara y Aguilar.
"En la edici¨®n literaria, la prioridad de lo comercial sobre lo cultural tiene consecuencias catastr¨®ficas"
"El de editor es un oficio que no necesita una carrera, ni estudiar nada. Aunque ahora se han creado m¨¢steres"
"Los tontos ¨²tiles cumplen un papel importante, porque los brillantes son a menudo in¨²tiles, y los inteligentes, peligrosos"
"Cuando Garc¨ªa M¨¢rquez se convirti¨® en un personaje p¨²blico, empez¨® a dosificar sus relaciones con los dem¨¢s"
Para ¨¦l result¨® traum¨¢tico no encontrar esos documentos, y se frustr¨® el libro en el que este revolucionario tranquilo ten¨ªa que habernos explicado de d¨®nde nacieron el orden y la locura que imprimi¨® a sus proyectos. Mientras trabajaba en aquel tomo que mereci¨® el Comillas, el editor Mario Muchnik, otro de los grandes de la edici¨®n literaria en lengua espa?ola, le encarg¨® a este periodista que conversara con Jaime Salinas, precisamente acerca del periodo en que se convirti¨® en un genio del oficio. Muchnik dirig¨ªa entonces Anaya-Mario Muchnik; el libro, en el que contamos con la colaboraci¨®n de la escritora Ruth Toledano, nos llev¨® a vislumbrar el caleidoscopio de una personalidad compleja, paternal y fraternal al mismo tiempo. Terminamos con una conversaci¨®n-r¨ªo que se produjo en un hotel de El Escorial, durante un fin de semana en el que se mostr¨® tan feliz y locuaz como en todo el trayecto de este di¨¢logo incesante.
Pero el libro no sali¨®. Cuando ya estaba en segundas pruebas, Salinas consider¨® que quiz¨¢ era prematuro darlo a las librer¨ªas antes de que ¨¦l mismo sacara las memorias en las que trabajaba. Y despu¨¦s se clausur¨® el proyecto editorial de Muchnik con Anaya. M¨¢s tarde, las pruebas del libro se fueron diluyendo, hasta que tras la muerte de Jaime una mano milagrosa las rescat¨® de no se sabe d¨®nde. El libro, que qued¨® in¨¦dito, ten¨ªa 284 p¨¢ginas e inclu¨ªa textos del propio Salinas, del editor y de Javier Mar¨ªas, un escritor que ¨¦l impuls¨® en la juventud de Mar¨ªas. Y ahora estas pruebas son un lugar al que se puede acudir para saber c¨®mo conceb¨ªa Salinas este oficio al que se dedic¨® hasta 1991. Cuando muri¨® estaba en Islandia, con su gran amigo el escritor Gudbergur Bergsson. Aqu¨ª publicamos unos extractos de lo que le preguntamos y de lo que ¨¦l respondi¨®.
?Qu¨¦ es un editor? Un editor es (o, mejor dicho, era) una especie de go-between, de intermediario, entre el escritor y el lector (...).
Y si es un mensajero, ?por qu¨¦ tiene tanto poder? (...) Hoy lo tiene porque en la edici¨®n el factor econ¨®mico es dominante y, naturalmente, su responsabilidad es mucho mayor de lo que considero que debe ser su papel, que es cumplir con una funci¨®n cultural. (...) Hoy d¨ªa, esta responsabilidad est¨¢ relegada a un segundo plano. No emito juicios, simplemente hablo de la realidad. Si he de formular un juicio, considero que esa prioridad de lo comercial sobre lo cultural, sobre todo en la edici¨®n literaria, tiene unas consecuencias absolutamente catastr¨®ficas (...).
?Cu¨¢les eran tus objetivos cuando empezaste a ser editor y de d¨®nde ven¨ªa tu conocimiento? Absolutamente de ning¨²n sitio, nunca lo hab¨ªa pensado, empec¨¦ en la edici¨®n por pura casualidad. No conoc¨ªa lo que era la edici¨®n y tuve la suerte de que en esa fase inicial m¨¢s que editor yo era una especie de bonne ¨¤ toute faire, en este caso para Carlos Barral [en Seix Barral]. Era un poco ser el gestor, el que coordinaba e intentaba ordenar las cosas. Intervine muy tarde en el papel de editor como tal, a partir del 76, con Alfaguara, porque en Alianza s¨ª desempe?aba ese papel, pero era relativamente f¨¢cil, ya que el libro de bolsillo publicaba Faulkner o Baroja o Proust y para eso no hace falta leer. En cierto modo, es un oficio extra?o el de editor. A veces es muy gratificante e incluso divertido. Por otra parte, requiere una entrega total. Es un oficio que no necesita ni hacer una carrera, ni estudiar nada en ning¨²n sitio, ni tener especiales conocimientos de nada, aunque ahora, como para todo, se han creado m¨¢steres para hacerse editor. En realidad, la simple atracci¨®n hacia un libro, el hecho de haber estado cerca de los libros toda la vida, es posible que baste y sobre (...).
?C¨®mo ha cambiado al escritor un mayor conocimiento de sus derechos y de su significaci¨®n econ¨®mica en el negocio editorial? El escritor ya no tiene nada que ver con los que yo conoc¨ª en mi tierna infancia, los amigos de mi padre, y con los que fui conociendo despu¨¦s como editor. Uno de los temas de conversaci¨®n favoritos del escritor de hoy es hablar de sus ordenadores, de sus tiradas, de cu¨¢ntos ejemplares ha vendido, de si est¨¢ o no en la lista de los m¨¢s vendidos, de si ha sido traducido y a cu¨¢ntas lenguas. Antes hablaban de tonter¨ªas o de pol¨ªtica o de mujeres o de hombres o de literatura (...).
?Qu¨¦ supuso el boom para la literatura espa?ola escrita en Espa?a? En cierto sentido, nos oblig¨® a plantearnos la posibilidad de escribir buenas novelas. Fue una especie de reto al que se ha respondido hasta cierto punto (...).
?C¨®mo era tu relaci¨®n con Julio Cort¨¢zar? Empez¨® siendo una relaci¨®n estrictamente personal. En aquel momento ¨¦l viv¨ªa con una mujer lituana importante en la edici¨®n, en Gallimard, Ugne Karvelis, y lo conoc¨ª a trav¨¦s de ella. Nos hicimos amigos, pero le ten¨ªa tal respeto literario que jam¨¢s se me ocurri¨® pedirle un libro. Una de las veces que me invitaron a pasar unos d¨ªas en la casa que ten¨ªan en Saignon, a la vuelta Julio me llev¨® al tren y me dijo que ten¨ªa un libro de cuentos y que si me interesaba publicarlo. ?C¨®mo se le ocurr¨ªa hacerme esa pregunta!
Tr¨¢zame un perfil de tus relaciones con autores de la talla de Julio Cort¨¢zar, Juan Carlos Onetti o Jorge Luis Borges. Cuando comienzan mis relaciones con Cort¨¢zar, gran parte de su obra ya est¨¢ publicada en otras editoriales. Se me ocurri¨®, siempre pensando en el cat¨¢logo, hacer una Biblioteca Cort¨¢zar. (...) Con Julio habl¨¦ fundamentalmente del orden en que deb¨ªan publicarse, siempre con una modestia por su parte, con una humildad y una generosidad como he visto pocas. A Borges lo publiqu¨¦ en Alianza. Nos llega a trav¨¦s de las relaciones que ten¨ªamos entonces con Argentina, y en este caso concreto es posible que Pradera o Jos¨¦ Ortega tuvieran m¨¢s mano que yo. Luego lo conoc¨ª cuando vino a Madrid y Ortega le invit¨® a una cena. Por otra parte, como ¨¦l hab¨ªa estado ense?ando en Harvard, donde tambi¨¦n ense?aba mi cu?ado Juan Marichal, en alguna ocasi¨®n en que Borges vino a Madrid estuve m¨¢s tiempo con ¨¦l. Pero no puedo decir que tuviera una estrecha relaci¨®n con Borges. Me inspiraba respeto, me impresionaba much¨ªsimo, no me sent¨ªa c¨®modo con ¨¦l, lo que a la gente le sol¨ªa suceder. Apreciaba mucho su sentido del humor, y era un ser absolutamente seductor. Ten¨ªa una sonrisa que desarmaba y sospecho que lo sab¨ªa.
Me dec¨ªas en alguna ocasi¨®n que desconfiabas del alcance de su erudici¨®n. Por ejemplo, que presum¨ªa de hablar island¨¦s y no era cierto. Te puedo asegurar que no hablaba island¨¦s. Lo s¨¦ porque, a trav¨¦s de mi amigo Bergsson -su traductor a esta lengua-, le organic¨¦ un viaje a Islandia. Hab¨ªa estudiado island¨¦s cl¨¢sico y hab¨ªa escrito un peque?o libro sobre mitolog¨ªa islandesa. Pero yo, que conozco un poco la lengua y la literatura islandesas, y mi amigo Bergsson, que es island¨¦s, percib¨ªamos sus limitaciones. Se interesaba m¨¢s por el old-english que por el island¨¦s. En cuanto a Onetti, fue una persona a la que vi poco. No se dejaba ver. Precisamente en un viaje que hizo Ugne Karvelis a Madrid, que quer¨ªa ver a Onetti por asuntos relacionados con Gallimard, yo organic¨¦ una cena a la que asistimos Ugne, Onetti, su mujer y yo. Empezamos a beber en el restaurante, despu¨¦s fuimos a mi casa y seguimos bebiendo. Onetti estaba ya bastante ebrio y empez¨® a lamentarse de que no ten¨ªa una l¨¢mpara para escribir. Dio la casualidad de que yo hab¨ªa hecho un viaje a Estados Unidos, donde me hab¨ªa comprado una lamparita que daba una luz magn¨ªfica. Se la saqu¨¦ y se la regal¨¦. A?os despu¨¦s me conmovi¨® much¨ªsimo cuando t¨² le publicaste Cuando ya no importe [en Alfaguara] y ¨¦l atribuy¨® la escritura de ese libro a la lamparita que yo le hab¨ªa regalado.
?Qu¨¦ otros personajes conociste que pudieran ilustrar esos contornos que tiene la relaci¨®n de amistad del escritor con el editor? Te podr¨ªa mencionar a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, pero eso empez¨® bien y acab¨® regular. Cuando estaba trabajando en Alianza me llam¨® Carmen Balcells y me dijo que iba a llegar a Madrid un escritor pr¨¢cticamente desconocido en Espa?a que se llamaba Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Me pidi¨® que fuera a buscarlo al aeropuerto y le buscara un hotel. Le busqu¨¦ un hotel que no fuera muy caro y Garc¨ªa Hortelano me recomend¨® el Tirol, en cuyo bar, por cierto, te serv¨ªan unos excelentes gin-tonics. El tiempo que pasaron aqu¨ª Garc¨ªa M¨¢rquez, su mujer y los ni?os estuvieron bastante en mi casa y nos hicimos amigos. Yo me sent¨ªa c¨®modo con ellos, y ellos, aparentemente, tambi¨¦n. Despu¨¦s, cuando ya se convirti¨® en un personaje p¨²blico, empez¨® a dosificar sus relaciones con los dem¨¢s. Me llam¨® mucho la atenci¨®n en una ocasi¨®n, cuando ya ¨¦l viv¨ªa en Barcelona. Yo hice un viaje para asistir a una cena que Carmen hab¨ªa organizado en su honor. Al entrar en el restaurante vi a Gabo con una sonrisa que pens¨¦ que iba dirigida a m¨ª. A medida que me iba acercando, me adelant¨® otra persona, un periodista, que era el destinatario de su sonrisa. Cuando yo llegu¨¦ a ¨¦l me salud¨® correctamente. No era lo que yo esperaba de una persona a la que ten¨ªa y sigo teniendo afecto y gran admiraci¨®n.
?Qu¨¦ sentimiento te produjo? Tristeza.
?Cu¨¢ndo acaba la gratitud del escritor? Cuando no te necesita (...).
?C¨®mo te ves a ti mismo? ?Cu¨¢l es tu autorretrato? Yo me suelo ver como un tonto ¨²til, pero no tengo nada en contra. Creo que los tontos ¨²tiles son muy necesarios en la sociedad.
Quiz¨¢ el papel del editor es ese. S¨ª, los tontos ¨²tiles cumplen un papel importante, porque los brillantes son a menudo in¨²tiles, y los inteligentes, peligrosos.
?Y qu¨¦ te gustar¨ªa que los dem¨¢s pensaran de ti? Que me he portado decentemente, que me han ayudado y les he ayudado, que hemos trabajado juntos a gusto, a pesar de que no soy una persona f¨¢cil, m¨¢s bien t¨ªmida e insegura, lo que, a su vez, puede dar la impresi¨®n de soberbia y distanciamiento. Que en el fondo quiero y soy leal a los amigos.
?A qu¨¦ se parece la palabra memoria? A recordar e inventar.
?Y la palabra adi¨®s? No me gusta decir adi¨®s.

Imprescindible
En el libro que ¨¦l mismo propici¨®, Mario Muchnik termina as¨ª su ep¨ªlogo, hablando de lo que Salinas tendr¨ªa para seguir contando: "Es la historia de nuestra cultura en la que ¨¦l, aun a su pesar, desempe?¨® un papel imprescindible". A?os despu¨¦s, y ante evidencia abrumadora de que ya no est¨¢ aquel compa?ero suyo de batalla por la edici¨®n literaria en espa?ol, Muchnik nos dec¨ªa que Salinas "cubri¨® una tarea fant¨¢stica, entre cuyos logros no cabe duda de que hay que poner muy en primer lugar la creaci¨®n de Alianza; esa fue una de las obras mayores en la edici¨®n en nuestra lengua". Salinas, dice Muchnik, "quiso hacer Penguin en castellano, y llev¨® adelante este proyecto, con la ayuda inestimable del gran portadista Daniel Gil, hasta l¨ªmites que superaron los de Penguin". Entre los atributos de Salinas para ser editor estaba "su extraordinario don de lenguas, que le permiti¨® hacer una agenda envidiable. Eran instrumentos a los que no se le acercaba Carlos Barral, a cuyo esplendor contribuy¨® sin duda; ¨¦l fue el alma de los premios Formentor, porque era el que trabajaba, mientras que los otros, como Barral o como Giulio Einaudi o Claude Gallimard, se levantaban tarde despu¨¦s de las largas cenas..." "?l sab¨ªa todo de todo el mundo", y por eso quiso tenerlo, con Giulio Einaudi y con George Steiner, entre otros, en la colecci¨®n de conversaciones a la que estaba destinado el libro ahora reencontrado.
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