Adi¨®s al peque?o Marruecos
El Consistorio ultima el derribo de casi todas las casas del sector IV de la Ca?ada - Es la zona donde hubo una batalla campal entre vecinos y polic¨ªa en 2007
Hace tres a?os, bajo el terrapl¨¦n de un olivar terroso que mira hacia la carretera de Valencia, un grupo de polic¨ªas antidisturbios y otro de ni?os y j¨®venes marroqu¨ªes se estuvieron lanzando piedras durante horas. No era un juego, 41 personas resultaron heridas, ocho de ellas, agentes. Uno casi pierde la visi¨®n de un ojo de un golpe. La causa de la batalla, retransmitida al mundo ¨¢rabe por la cadena Al Yazira, fue la demolici¨®n de la casa de Abdul. "Todo empez¨® porque pegaron a las mujeres", precisa ahora este hombre de 33 a?os y natural de T¨¢nger. "No se va a repetir", pronostica muy seguro.
Lo que s¨ª se va a repetir es el derribo de su casa. Una de las 300 viviendas ilegales del sector IV de la Ca?ada Real Galiana, a la trasera de las urbanizaciones de Rivas Vaciamadrid, a las que el Ayuntamiento de Madrid ha puesto fecha de caducidad y que se ir¨¢n demoliendo en las pr¨®ximas semanas. Unas 500 viviendas se amontonan en ese sector de la Ca?ada. Esta vez la mayor¨ªa de las ¨®rdenes de derribo no tienen posibilidad de recursos. En esa zona de la senda viven cerca de 2.000 ciudadanos marroqu¨ªes.
Jamal vende carne de Marruecos y reparte las cartas de los vecinos
A tres semanas de la aprobaci¨®n definitiva de la ley que regule el futuro de la v¨ªa pecuaria y el destino de sus moradores (cerca de 40.000 a lo largo de 15 kil¨®metros), los expedientes judiciales de la zona donde se ubica la casa de Abdul se han ido amontonando en la mesa del juez. Muchos de ellos, como el suyo, tocan a su fin sin posibilidad de recurso alguno. "Nosotros ya estamos dispuestos a irnos. Lo ¨²nico que queremos es que nos ofrezcan alguna soluci¨®n", dice el hombre sentado en el sal¨®n de su casa mientras el t¨¦ hirviendo ocupa el centro de la estancia y su padre, hermano y vecinos murmuran palabras pesimistas sobre el futuro. Abdul pag¨® 50.000 euros por el solar. En realidad, una transacci¨®n ilegal que se hace bajo la f¨®rmula de "cesi¨®n".
Alrededor de la mesa, en la que no hay ninguna mujer, s¨ª hay un chico, Manuel, que es espa?ol. "Somos unas seis familias no marroqu¨ªes en esta parte", explica. Todos est¨¢n unidos, tanto, que participar¨¢n la pr¨®xima semana en una manifestaci¨®n festiva con m¨²sica y comida de Espa?a y de Marruecos.
En el embarrado camino es casi imposible toparse con alguien que no sea marroqu¨ª. Unos metros m¨¢s all¨¢ de la casa de Abdul est¨¢ la mezquita. En realidad, es una especie de chalecillo con una planta di¨¢fana cubierta por una moqueta. Hay que entrar sin zapatos, en calcetines. Un hombre vestido con una chilaba sostiene un libro de cerca de un metro de alto. No despega la vista de la lectura.
Al otro lado de la senda est¨¢ la tienda de Jamal. Es una carnicer¨ªa, pero tambi¨¦n una tienda de alimentaci¨®n en general y una oficina de correos ocasional. La carne, embutida en unas bolsitas con forma de salchicha de pl¨¢stico, es importada. Las especias, tambi¨¦n. Una mujer hace cola para pagar. Cuando le llega el turno, el dependiente saca un fajo de sobres que guarda cerca de la caja registradora. Cartas con los logotipos de los bancos o membretes oficiales. No hay correo para ella. "Es que aqu¨ª no nos llegan las cartas y por eso Jamal las recibe y luego nos las reparte", confirman los hombres sentados en torno a la tetera en casa de Abdul.
El Ayuntamiento de Madrid no recuerda con particular ¨¦nfasis la casa de Abdul, reconstruida en su momento en una semana con la colaboraci¨®n de todos sus vecinos. "La demolici¨®n deviene en firme tras los recursos, y el Ayuntamiento inicia los tr¨¢mites", explican por escrito.
Abdul, que se dedica a recoger chatarra con su furgoneta en el vecino municipio de Rivas, s¨ª recuerda bien el mes de octubre de 2007, en el que se mont¨® una batalla campal tras su desalojo y la demolici¨®n de su vivienda. Entre otras cosas porque pendi¨® sobre ¨¦l una condena de tres a?os de c¨¢rcel, y desde entonces debe presentarse en el juzgado los d¨ªas 9 y 23 de cada mes.
El abogado de Abdul, Javier Rubio, no cree que existan grandes posibilidades de frenar las demoliciones.
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