Un mensaje de esperanza y advertencia
He pensado que deb¨ªa ver personalmente los efectos de las revoluciones en la calle ¨¢rabe. La calle ¨¢rabe en Europa, quiero decir. De modo que he decidido volver a la calle de Tribulete de Madrid. En esta calle estrecha, llena de bares m¨ªseros y locutorios de tel¨¦fono e Internet, desde los que los inmigrantes se comunican con sus convulsas patrias, hay marroqu¨ªes, tunecinos, argelinos y, en una peque?a tienda polvorienta llamada La Casa del Fara¨®n, un joven egipcio llamado Safy. Vino hace tres a?os desde el puerto mediterr¨¢neo de Rashid, o Rosetta, donde las tropas de Napole¨®n hallaron la famosa piedra del mismo nombre.
Lo que me dicen Safy, y Mokh-tar, y Muhammad (varios Muhammads) es que, por fin, existe cierta esperanza en sus pa¨ªses. Y que, si esas esperanzas se hacen realidad, si cae tambi¨¦n el que un inmigrante argelino denomina "Gobierno mafioso" de su pa¨ªs, si hay una perspectiva real de empleo, vivienda y m¨¢s libertades, entonces volver¨¢n a casa. Vinieron a Espa?a con el fin de construir una vida mejor para s¨ª mismos y para sus hijos. Les gustan muchas de las cosas que encuentran aqu¨ª, aunque dicen que los prejuicios antimusulmanes en Espa?a se han agravado desde los atentados de Madrid en 2004. Sin embargo, en cuanto tengan la oportunidad, piensan volver a su pa¨ªs. Porque ahora existe "c¨®mo se dice... espoir".
Espa?a carece de estrategia hacia las revoluciones ¨¢rabes. Reacciona tan mal como el resto de la UE
Esta no es una calle ¨¢rabe cualquiera de Europa, aunque se pueden encontrar otras exactamente iguales en todas las grandes ciudades de Europa occidental. No, esta es la calle de la que salieron varios de los terroristas de Madrid. Sol¨ªan reunirse en La Alhambra, un tranquilo caf¨¦-restaurante. En uno de estos locutorios trabajaba Jamal Zougam, que fue quien prepar¨® los m¨®viles para detonar las bombas que mataron a tantos espa?oles inocentes en los trenes que llegaban a la cercana estaci¨®n de Atocha el 11 de marzo de 2004. Cuando estuve aqu¨ª hace seis a?os, conoc¨ª a unos j¨®venes que ten¨ªan fotos de Osama Bin Laden en sus tel¨¦fonos. Eran muestra de su miedo, su indignaci¨®n por la guerra de Irak y su desesperaci¨®n.
Hoy, esos locutorios y esos m¨®viles est¨¢n llenos de mejores noticias. En La Casa del Fara¨®n, Safy e Ibrahim se alegran de la ca¨ªda del presidente egipcio. Y el que lleva el bar en La Alhambra, un marroqu¨ª pensativo que hace tiempo estudi¨® historia medieval, habla con cautela de la posibilidad de que las cosas mejoren en su reino natal. En unas elecciones libres, dice, los islamistas marroqu¨ªes podr¨ªan tener buenos resultados, pero ser¨ªan unos islamistas pac¨ªficos, respetuosos con la ley y la democracia, como los de Turqu¨ªa, "salvo que todav¨ªa m¨¢s moderados".
Bueno, como dice Herodoto, mi tarea es dejar constancia de loque dice la gente, pero no estoy en absoluto obligado a cre¨¦rmelo. No ser¨¦ yo quien d¨¦ una importancia desmesurada a la vox p¨®puli de una tarde en una calle ¨¢rabe. Habr¨ªa que ser insensatos para no darse cuenta de que este no es solo un momento de oportunidades, sino tambi¨¦n de peligros. El camino de T¨²nez y Egipto hacia el futuro est¨¢ mucho menos claro de lo que estaba el de los pa¨ªses de Europa del Este, y en la meta no les aguarda el c¨¢lido y acogedor refugio del ingreso en la UE.
A largo plazo, lo que oigo decir en la calle de Tribulete puede significar que algunos inmigrantes regresen a sus pa¨ªses de origen. Por ahora, lo que hay son m¨¢s de 5.000 refugiados ¨¢rabes llegados en patera a la isla italiana de Lampedusa, procedentes sobre todo de T¨²nez. "La revoluci¨®n no ha cambiado nada", aseguran a Le Monde, y quieren que Europa les d¨¦ trabajo.
En la confusi¨®n de la nueva semilibertad, van a aparecer viejos problemas muy desagradables. Puedo comprobarlo al hablar con un joven marroqu¨ª que est¨¢ esperando el autob¨²s en una parada. Sin venir a cuento, empieza a decirme que "todos los problemas del mundo son culpa de los jud¨ªos". El profeta Mahoma ten¨ªa un problema con los jud¨ªos, explica, y, desde entonces, los jud¨ªos han hecho siempre la vida dif¨ªcil a los musulmanes. Este joven reza en una mezquita cuyo im¨¢n principal es -?a que se lo imaginan?- de Arabia Saud¨ª.
Intentar contener la insatisfacci¨®n evidente de los j¨®venes ¨¢rabes a base de apoyar autocracias corruptas -incluida la de Arabia Saud¨ª, que financia el nombramiento de imanes wahab¨ªes-, como han hecho Estados Unidos y Europa durante tanto tiempo, no es m¨¢s que aplazar los problemas de hoy para convertirlos en otros m¨¢s graves ma?ana. Debemos aprovechar esta oportunidad, arriesgarnos y hacer que nuestras mejores mentes estudien de qu¨¦ manera, con los limitados medios de que disponemos, podemos ayudar a estos ¨¢rabes sedientos de libertad a alcanzar el mejor destino posible.
?C¨®mo? Esa es una pregunta para la que esperaba o¨ªr alguna respuesta en Espa?a. Porque ning¨²n otro pa¨ªs europeo est¨¢ tan cerca del mundo ¨¢rabe: solo 13 kil¨®metros hasta el punto m¨¢s pr¨®ximo de Marruecos, al otro lado del Mediterr¨¢neo.
Sin embargo, lo que he o¨ªdo hasta ahora en boca de los pol¨ªticos y analistas espa?oles es decepcionante. Es verdad que este pa¨ªs es un experto conocedor del Magreb, en especial Marruecos, pero su pol¨ªtica est¨¢ coartada por los temores a una avalancha de inmigraci¨®n a trav¨¦s del Estrecho (que las autoridades marroqu¨ªes ayudan a contener en la actualidad), con el terrorismo islamista, las drogas y el crimen que podr¨ªa acarrear; las preocupaciones por la seguridad de las ciudades espa?olas y norteafricanas de Ceuta y Melilla; y los estrechos lazos con la monarqu¨ªa marroqu¨ª. Si la manifestaci¨®n del domingo en Marruecos es el comienzo de un proceso serio, las autoridades espa?olas no saben qu¨¦ har¨¢n.
Si Espa?a no tiene estrategia, Francia tiene algo peor: una mala estrategia. En aras de un supuesto realismo y con gran cortedad de miras, las ¨¦lites pol¨ªticas y empresariales francesas han sido siempre u?a y carne con los gobernantes del norte de ?frica. Y, como los papeles de Wikileaks nos han ayudado a comprender, en ese grupo de gobernantes, eso quiere decir ser u?a y carne con ladrones.
Adem¨¢s, el presidente Nicolas Sarkozy ha encasquetado a Europa una organizaci¨®n que es peor que in¨²til, llamada la Uni¨®n para el Mediterr¨¢neo. Su copresidente y fundador, junto al propio Sarkozy, fue nada menos que Hosni Mubarak. Son 43 pa¨ªses que forman una instituci¨®n de paja, llena de comit¨¦s y proyectos pesados y disfuncionales y que no sirve en absoluto para sus supuestos fines. Ahora que verdaderamente necesitamos una uni¨®n para el Mediterr¨¢neo, deber¨ªamos empezar por abolir la que existe.
En cuanto a la otra gran potencia mediterr¨¢nea de Europa, Italia, el profundo inter¨¦s personal de su primer ministro en los asuntos ¨¢rabes acaba de provocar su pr¨®xima comparecencia ante la justicia para responder a la acusaci¨®n de haber pagado por mantener relaciones sexuales con una bailarina ¨¢rabe de night club llamada Karima el Mahroug, que en el momento de los hechos era menor de edad.
El problema serio de verdad es que todos los dirigentes europeos est¨¢n preocupados por bancos que quiebran, recortes del gasto p¨²blico y la crisis existencial de la Eurozona. Un pol¨ªtico espa?ol con visi¨®n de futuro me dice que lo que necesitamos ofrecer a los pa¨ªses de la otra orilla del Mediterr¨¢neo es "un plan Marshall con un fuerte componente pol¨ªtico". Algo que, para unos europeos agobiados y que tienen que apretarse el cintur¨®n, ser¨¢ tan poco apetecible como ceder sus puestos de trabajo a los tunecinos de Lampedusa.
En resumen, con un an¨¢lisis fr¨ªo, la reacci¨®n europea ante el "1989 ¨¢rabe" puede producir tanto escepticismo como el resultado de la propia revoluci¨®n. Ahora bien, si la UE no ofrece una respuesta generosa, imaginativa y estrat¨¦gica a lo que est¨¢ sucediendo en la orilla sur del Mediterr¨¢neo, ser¨¢ un fracaso cuyas consecuencias pagaremos un d¨ªa en todas las calles ¨¢rabes de Europa.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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