Berlusconi
No se entiende el horror que despiertan las fiestas del primer ministro Silvio Berlusconi, salvo que tales cr¨ªticas vengan aderezadas por el mal vino con que el puritanismo disimula la envidia. Las cr¨ªticas y las masivas manifestaciones a que ha dado lugar no surgen de su gesti¨®n diurna, sino de sus distracciones nocturnas. Esto resulta intolerable.
Deber¨ªa investigar la fiscal¨ªa si sus fiestas se financian con dinero de los contribuyentes. Eso s¨ª ser¨ªa escandaloso. Por lo dem¨¢s, las fiestas son privadas. Asombra tanto esc¨¢ndalo entre quienes nos hab¨ªan ense?ado a no escandalizarnos. La prensa describe las fiestas de Berlusconi con un detalle propio de viejas resentidas. Tambi¨¦n a m¨ª estas fiestas me resultan reprobables, tan reprobables como algunas otras fiestas de algunas otras personas. Pero si son privadas y libremente aceptadas, no tengo nada que opinar, salvo que ¨¦l me lo pregunte, cosa que no parece que vaya a ocurrir ma?ana.
Berlusconi puede ser criticado, desde una perspectiva pol¨ªtica, por su gesti¨®n, y desde una perspectiva penal, por acciones vinculadas al tr¨¢fico de influencias, la corrupci¨®n, el abuso de poder o la utilizaci¨®n de recursos p¨²blicos para fines personales. Pero la calidad de sus horas de asueto deber¨ªa importar muy poco a la izquierda italiana. Han llegado a calificarlo de "decadente" o "degenerado", en una peligrosa deriva que recupera la censura p¨²blica por cuestiones privadas, costumbre repugnante que ahora regresa al amparo de higi¨¦nicas cruzadas a favor de la salud, la igualdad o el medio ambiente.
En el plano ¨¦tico s¨®lo una cr¨ªtica ser¨ªa posible: si se reconociera eficacia a la minor¨ªa de edad como criterio b¨¢sico para la protecci¨®n de la adolescencia y para el ejercicio de la tutela paterna. Ning¨²n progenitor asistir¨ªa impasible a que un adulto llegue a acuerdos sexuales con su hija o con su hijo menor de edad. Pero quienes ahora se sofocan ante las fiestas de Berlusconi, quienes censuran sus pactos con chicas muy bien remuneradas, son los mismos que defienden la libertad para abortar a espaldas de su familia en las ni?as de 16 a?os, y los mismos que reconocen eficacia legal al consentimiento a partir de los 13 a?os para realizar actos sexuales. Es loable que la vanguardia social redescubra, en defensa de las amigas del primer ministro (y eso que las chicas no parecen tan desamparadas), valores imperecederos, pero no estar¨ªa mal que protegieran a los menores de edad no s¨®lo de su particular bestia negra, sino de algunas bestias m¨¢s.
Esta no es una batalla moral. Son s¨®lo pol¨ªticos a la caza de un pol¨ªtico. El decorado es una multitud confusa, confundida, con el cerebro lleno de pegamento, una multitud que oscila a toque de corneta entre el prohibicionismo y la permisividad, seg¨²n les digan. ?Berlusconi? Desde la ¨¦tica, incluso los bellacos declarados ganan en algo a los hip¨®critas.
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