Competencias y responsabilidad
El desempleo es, ante todo, un drama personal, que solo quien lo ha vivido puede entender en toda su magnitud: "?Qu¨¦ hacer durante todo el d¨ªa? Vas a casa y te sientas y comienzas a frustrarte; toda la familia empieza a ponerse nerviosa, a discutir por cosas est¨²pidas... toda la familia se queda como aturdida por la situaci¨®n", recoge en su Historia oral del desempleo Harry Maurer de labios de un trabajador de la construcci¨®n en paro. Sus efectos sobre las personas son devastadores, hasta el punto de que la evoluci¨®n de la tasa de desempleo es una de las variables que se utilizan para prever la evoluci¨®n de la demanda de asistencia psiqui¨¢trica en algunas grandes ciudades. Y adem¨¢s de un drama personal con consecuencias sociales, el desempleo es un enorme despilfarro econ¨®mico que demuestra la existencia de un gran fallo en la organizaci¨®n pol¨ªtica: la incapacidad de aprovechar la disposici¨®n a trabajar y crear riqueza de multitud de ciudadanos, muchos de los cuales han realizado grandes inversiones personales y han aprovechado inversiones p¨²blicas para mejorar su capital humano, es decir, su formaci¨®n para obtener una renta mayor en los mercados laborales.
En Espa?a, las pol¨ªticas que permiten luchar contra el paro c¨ªclico son competencia del Estado
El desempleo involuntario, pues, es un mal absoluto que hay que erradicar. Ahora bien, para reducirlo o hacerlo desaparecer es conveniente recordar cu¨¢les son sus causas; y por tanto cu¨¢les son los remedios. Convencionalmente, los economistas distinguen entre tres tipos de desempleo. En primer lugar, el denominado desempleo friccional, que es el que afecta a quienes est¨¢n rotando de puesto de trabajo (por ejemplo a quien se cambia de ciudad por razones familiares) o a quienes se incorporan por vez primera al mercado laboral (que tienden a preferir un primer empleo directamente relacionado con su formaci¨®n reci¨¦n adquirida). En segundo lugar, el desempleo puede ser estructural, que es cuando afecta a un sector de la producci¨®n concreto (como ocurri¨® en tiempos de la reconversi¨®n del sector siderometal¨²rgico, o del sector naval), o a una zona geogr¨¢fica en particular (generalmente como consecuencia de su elevada dependencia de un ¨²nico sector que entra en crisis). Y, finalmente, el desempleo es c¨ªclico cuando, como consecuencia de una recesi¨®n econ¨®mica general, la demanda total de trabajo cae en pr¨¢cticamente todos los sectores.
Frente a los dos primeros tipos de paro, las pol¨ªticas de empleo basadas en la mejora de la intermediaci¨®n entre quien busca trabajo y quien demanda trabajadores, y las pol¨ªticas basadas en la formaci¨®n laboral, pueden ser muy efectivas. Unas oficinas de empleo y colocaci¨®n eficaces contribuyen a disminuir el tiempo de b¨²squeda para ambos (empleador y empleado) y a reducir el volumen de desempleo friccional que, dada su naturaleza, siempre se da en toda sociedad en alguna medida (del 1 al 5% de la poblaci¨®n activa, seg¨²n los pa¨ªses). La formaci¨®n de trabajadores experimentados en un sector industrial en decadencia para adaptarlos a otro sector industrial en auge contribuye notablemente a paliar los efectos del desempleo estructural. Pero cuando el paro crece simult¨¢neamente en todos los sectores productivos, porque la demanda global de empleo se desmorona, como sucede ahora en Espa?a, las ¨²nicas pol¨ªticas posibles son las econ¨®micas de alcance general. Por ejemplo, las relacionadas con la regulaci¨®n del mercado laboral; o con los costes de producci¨®n (energ¨ªa). Comparar las cifras de empleo destruido en Alemania durante la crisis y su situaci¨®n actual (entre el 7 y el 8%); o la media de la eurozona (10% en enero), y compararla con la espa?ola, que pasa del 19% en 2010 a m¨¢s del 20% en la actualidad, reforma laboral mediante, puede dar una buena idea de las consecuencias de una normativa laboral u otra; de una pol¨ªtica energ¨¦tica u otra; o del dinamismo de una econom¨ªa nacional u otra.
Como es bien sabido, aunque no sobra recordarlo, en Espa?a las pol¨ªticas econ¨®micas generales que permiten luchar contra el paro c¨ªclico son competencia del Estado; y el resto de las administraciones poco m¨¢s pueden hacer que ayudar a caminar en la direcci¨®n correcta (por ejemplo, reduciendo el d¨¦ficit). Las comunidades aut¨®nomas tienen competencias, b¨¢sicamente de ejecuci¨®n, en las pol¨ªticas de colocaci¨®n y formaci¨®n, m¨¢s adecuadas para reducir el paro friccional o el estructural. Y a¨²n as¨ª hay diferencias notables. De hecho, en 2010, Galicia (pese al repunte del ¨²ltimo trimestre) fue la tercera comunidad aut¨®noma en la que menos se increment¨® el paro registrado en relaci¨®n a 2009. Permanecemos en el entorno del 15%. Poco consuelo para quien vive el drama personal y familiar del paro. Que seguro que tampoco lo encuentra en los enredos sobre la titularidad de las competencias. Y que por ello sabe, perfectamente, qui¨¦n es el responsable de haber llevado a la econom¨ªa nacional al punto en el que se encuentra.
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