Europa y el mundo ¨¢rabe: la hora de la acci¨®n
Lo que est¨¢ ocurriendo en el mundo ¨¢rabe es uno de esos fen¨®menos que mover¨¢n el andamiaje de la historia. La Uni¨®n Europea, en general, y Espa?a, en particular, tienen un inter¨¦s eminente en que el proceso futuro discurra hacia cotas aceptables de libertad, democracia y progreso econ¨®mico.
En el plano de la UE sectores significativos de las sociedades de T¨²nez y de Egipto han demostrado las deficiencias de orientaci¨®n en la praxis de la pol¨ªtica seguida hasta la fecha. Es obvio que la primac¨ªa a la estabilidad de asfixiantes dictaduras no ha superado la prueba de fuego. Sobre si los soportes conceptuales tambi¨¦n deben revisarse cabe debatir.
La UE tiene los medios, la capacidad y los instrumentos para hacerlo, si quiere. Es decir, si logra superar un vac¨ªo de creatividad pol¨ªtica y de eficacia administrativa. El Tratado de Lisboa ofrece un marco m¨¢s que adecuado para el necesario juego del tri¨¢ngulo institucional que forman el Parlamento, la Comisi¨®n y el Consejo. Esta prelaci¨®n resulta de la experiencia obtenida cuando la UE tuvo que hacer frente en el pasado a procesos de democratizaci¨®n en pa¨ªses no llamados a ser candidatos a la adhesi¨®n.
Los espa?oles dem¨®cratas de ayer sufrimos el mismo abandono que los ¨¢rabes de hoy
Gracias al Parlamento, la Comisi¨®n puso en marcha, al comienzo de los a?os ochenta, mecanismos de protecci¨®n y reforzamiento de las sociedades civiles, ya fuese en el Chile de Pinochet o en otras regiones de Am¨¦rica Latina. Frente a la actitud de algunos otros actores de importancia como los Estados Unidos en las eras de Reagan y Bush senior.
Las innovaciones no fueron nunca f¨¢ciles aunque el paso del tiempo empa?e su recuerdo. ?Qui¨¦n evocar¨¢ que el aparato burocr¨¢tico renque¨®? ?Que hubo todo tipo de funcionarios, muy altos y menos altos, que pusieron trabas y obst¨¢culos, parapetados tras los reglamentos? Por fortuna, tambi¨¦n hubo comisarios (alemanes, como Haferkamp; franceses, como Cheysson; holandeses, como Van den Broek, y espa?oles, como Matutes y Mar¨ªn) que removieron unas y otros. Delors apoy¨® de forma decisiva la creaci¨®n de f¨®rmulas novedosas en pol¨ªtica comercial, introdujo a la Comisi¨®n por la v¨ªa de la ayuda humanitaria y contribuy¨®, en definitiva, a alterar el statu quo.
En el Consejo las cosas no fueron mejor. En p¨²blico ning¨²n Estado miembro critic¨® a una Comisi¨®n todav¨ªa d¨¦bil en sus actuaciones en la escena internacional. De puertas adentro, algunos trataron de debilitarla. Encrespaba las relaciones con Estados Unidos. Malgastaba fondos escasos. Carec¨ªa del suficiente savoir-faire. En el fondo, se sent¨ªan c¨®modos apoyando a dictaduras y tiran¨ªas. Los g¨¦rmenes de la democracia local, que se apa?aran como pudieran. Estabilidad ante todo.
Nada remotamente parecido, al menos que se sepa de fuente fidedigna, se ha expuesto hasta ahora ante las oleadas de cambio en el mundo ¨¢rabe. No ha habido el menor atisbo de autocr¨ªtica. Existen, eso s¨ª, indicios de que las cosas pueden empezar a cambiar. ?A qu¨¦ ritmo?, ?con qu¨¦ perspectivas?, ?con cu¨¢ntos fondos?, ?cu¨¢l ser¨ªa su distribuci¨®n?, ?para qu¨¦? La vicepresidenta responsable de la Comisi¨®n no parece haber estimado oportuno dar muchas explicaciones. Por consiguiente, el Parlamento har¨ªa bien en invitarla a que informase acerca de los resultados de su an¨¢lisis de la situaci¨®n -quiz¨¢ con transiciones potencialmente prolongadas en ciertos casos- y c¨®mo entienda que deba materializarse en concreto la ayuda de la UE. Tal tipo de explicaciones ante los representantes de la soberan¨ªa popular no ser¨ªan ninguna innovaci¨®n. Muchos comisarios, con responsabilidades y poderes menores, lo hicieron en el pasado y la pol¨ªtica exterior de la UE no se vio debilitada.
En el plano espa?ol existe una responsabilidad particular. De entre los europeos occidentales somos de los pocos sobre los cuales se vertieron, en el secreto de las comunicaciones diplom¨¢ticas for¨¢neas, los m¨¢s hirientes comentarios despectivos y con frecuencia racistas. Somos tambi¨¦n de los pocos cuya sociedad civil la Comunidad Europea dej¨® siempre en la estacada. No en vano las ¨¦lites empresariales de diversos Estados miembros estaban en estrecha colusi¨®n con sus hom¨®logos de la dictadura. Pol¨ªticos y diplom¨¢ticos ideol¨®gicamente cargados tambi¨¦n primaron la estabilidad a cualquier precio. Afortunadamente, a veces se cohonestaron innovaci¨®n y realpolitik. Durante la transici¨®n, en Alemania no se dud¨® en abordar, v¨ªa programas de apoyo a la sociedad civil, la reparaci¨®n hist¨®rica de las canalladitas del Tercer Reich durante la guerra.
El anticomunismo del "Centinela de Occidente" fue el equivalente del antiterrorismo de hoy. Los espa?oles dem¨®cratas de ayer fueron el equivalente de los ¨¢rabes de hasta hoy. Razones para, en mi opini¨®n, inducir una pol¨ªtica de constante espoleo de la Comisi¨®n. No cabe abandonarla a sus inercias y din¨¢micas internas. Algunos Estados miembros ya lo han comprendido.
Ha llegado, en definitiva, uno de esos momentos en la historia en que es preciso exponer p¨²blicamente la nueva configuraci¨®n que deba revestir la siempre dif¨ªcil combinaci¨®n de realpolitik y efectivo compromiso con los valores de libertad y democracia, machaconamente proclamados pero raras veces aplicados al mundo ¨¢rabe. ?O habremos de dejar casi impasibles que la UE, soberbia y ombliguista, marche al paso que le dicten otros?
?ngel Vi?as es catedr¨¢tico de la UCM y acaba de terminar La conspiraci¨®n del general Franco.
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