Legalizarles y vencerles
Sabemos que la violencia terrorista con la que hemos convivido nos tiene malheridos y deber¨¢n pasar a?os para superar sus terribles secuelas. Ha sido y todav¨ªa es tanto y tan profundo el dolor, la rabia, la decepci¨®n que el terrorismo ha causado que no es de extra?ar que ante el hecho relevante de la creaci¨®n de Sortu, y su petici¨®n de legalizaci¨®n, la mayor parte de las reacciones y de los an¨¢lisis que se est¨¢n produciendo acaben por olvidar, en mi opini¨®n, que en la entra?a de la cuesti¨®n que se ha de resolver est¨¢, nada m¨¢s y nada menos, que la efectividad de un derecho fundamental: el de la participaci¨®n pol¨ªtica, sin el que ser¨ªa imposible hablar de ese valor supremo del pluralismo sobre el que descansa todo estado democr¨¢tico. Y esta cuesti¨®n en absoluto es un asunto pol¨ªtico, sino esencialmente jur¨ªdico, que solo puede ser debidamente resuelto partiendo de criterios y par¨¢metros estrictos de ¨ªndole constitucional.
Si se produce la legalizaci¨®n, ser¨¢ el triunfo y no la derrota del Estado de Derecho
La deslegitimaci¨®n y derrota de todo lo que significa ETA corresponde a los ciudadanos
Desde mi limitado conocimiento jur¨ªdico considero que Sortu cumple los requisitos legales para ser reconocido e inscrito como un nuevo partido pol¨ªtico, y solo una prueba exhaustiva y completa, basada en datos objetivos y no en opiniones o meras sospechas por muy vehementes que sean, de que es el continuador o sucesor de Batasuna, podr¨ªa justificar la denegaci¨®n de lo solicitado. Creo, tambi¨¦n, que esa continuidad tiene que desprenderse de un conjunto de coincidencias o similitudes de distinta naturaleza sin que, por ejemplo, la concurrencia de un elemento de continuidad personal sirva por s¨ª solo para presuponer que estamos ante una simple sucesi¨®n de Batasuna. Entiendo, adem¨¢s, que la interpretaci¨®n de la norma y la valoraci¨®n de los hechos se tienen que hacer del modo que se favorezca la mayor efectividad del derecho fundamental en juego que, por otro lado, est¨¢ vinculado al no menos fundamental de la libertad de conciencia, que se niega si no existe la libertad de asociaci¨®n. Pero esta opini¨®n, como cualquier otra en Derecho, puede que no sea la mejor fundada, y en breve sabremos lo que el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional deciden. Lo que s¨ª tengo muy claro es que si se produce la legalizaci¨®n, estaremos ante el triunfo y no la derrota del Estado de Derecho.
Quienes temen que una eventual legalizaci¨®n pueda suponer la derrota de la democracia, han de recordar que la grandeza de ¨¦sta, y, desde luego, su fortaleza, radica precisamente en la aceptaci¨®n de que para su defensa no vale todo. La aparici¨®n de Sortu es ya un triunfo de nuestro Estado de Derecho. Y s¨®lo podremos pensar en una derrota del mismo si la decisi¨®n, sea la que sea, se adopta forzando la interpretaci¨®n del ordenamiento jurisdiccional o constitucional, ya sea por consideraciones ¨¦ticas o morales, ya sea por razones discrecionales de oportunidad o conveniencia pol¨ªtica, de manera que se diluyan o se exacerben las restricciones expl¨ªcitas del derecho fundamental y b¨¢sico que ese ordenamiento ha establecido. Tampoco puede influir en la decisi¨®n el miedo a que una vez legalizado el partido se act¨²e luego contra el propio sistema democr¨¢tico, porque ya la Ley tiene prevista la manera de reaccionar ante ese supuesto y, sobre todo, porque nunca una democracia debe solucionar los problemas o conflictos que el ejercicio de los derechos y libertades b¨¢sicos plantee mediante su restricci¨®n excesiva y desproporcionada. Para que se me entienda: al igual que deseo vivir en un sistema que prefiere el riesgo de que muchos culpables est¨¦n libres antes de que un solo inocente est¨¦ preso, elijo correr el riesgo de que un partido est¨¦ legalizado, aunque sospeche que quiere socavar el sistema de libertad al que se acoge, en vez de, por esa sospecha, impedir la efectividad plena de un derecho fundamental.
Hay muchos tambi¨¦n que creen que la legalizaci¨®n de Sortu, sin que previamente se condene todo el horror y se reconozca todo el da?o que hasta hoy ha ocasionado ETA, supondr¨ªa tanto como legitimar el proyecto totalitario que han querido imponer y pervertir el relato hist¨®rico de lo sucedido en estas d¨¦cadas. Yo no lo veo as¨ª, aunque comprendo que este temor exista, sobre todo en aquellos con los que m¨¢s directa y personalmente se ha cebado el terrorismo. Precisamente porque la legalizaci¨®n solo se podr¨¢ decretar si los tribunales llegan a la convicci¨®n de que no hay continuidad o sucesi¨®n de Batasuna ni vinculaci¨®n con ETA, sino un proyecto nuevo sometido a la Constituci¨®n y a la Ley de Partidos, es obvio que si se produce en modo alguno se legitima todo lo anterior.
Por otro lado, hay algo en toda esta situaci¨®n que conviene repetir hasta la saciedad: la deslegitimaci¨®n y la derrota de todo lo que representa ETA y su entorno, y de todo lo que defiende o pueda defender el nuevo partido, nos corresponde a los ciudadanos, y no depende en modo alguno de la legalizaci¨®n o ilegalizaci¨®n de ese partido. Es con nuestra actitud y con nuestra actividad como ciudadanos, en todos los ¨¢mbitos en los que se organiza una sociedad democr¨¢tica, con la que cada d¨ªa estaremos deslegitimando y derrotando ese proyecto y con la que podremos imponer un relato justo y veraz de lo que hemos vivido. Es en las urnas donde debemos vencer los dem¨®cratas. A m¨ª no me gusta lo que Sortu propone, y tampoco me f¨ªo de todo aquello que ahora dicen. Y como ciudadano les combatir¨¦ con mi palabra donde corresponda y no les votar¨¦. Pero en esa batalla no quiero, bajo ning¨²n concepto, renunciar a mis convicciones sobre el modo en que debe de funcionar el Estado de Derecho.
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