Libia, incendiada
La dictadura de Gadafi reprime masiva e indiscriminadamente la revuelta popular
Libia se ha convertido en menos de una semana en el escenario m¨¢s sangriento de entre todos aquellos en los que, en ?frica del norte y Oriente Pr¨®ximo, ha prendido la llama del cambio en el mundo ¨¢rabe. Los muertos civiles se cuentan por centenares y por millares los heridos a consecuencia de la implacable represi¨®n militar contra quienes piden el final de la dictadura en el desierto ba?ado en petr¨®leo que Gadafi gobernaba como cortijo propio desde hace m¨¢s de 40 a?os.
Incluso en un pa¨ªs tan herm¨¦ticamente sellado a la informaci¨®n como Libia, la masa cr¨ªtica de la revuelta prodemocr¨¢tica ha conseguido que la matanza se abra paso al exterior. Que se sepa que Bengasi, Tr¨ªpoli y otras ciudades son ahora mismo escenarios de guerra y que se producen defecciones gubernamentales y castrenses en un r¨¦gimen personal tenido por monol¨ªtico. El caos se ha instalado en el pa¨ªs norteafricano, crucial proveedor mundial de crudo, sobre el que planea la posibilidad de un enfrentamiento civil dada su desarticulaci¨®n pol¨ªtica, la inexistencia de una oposici¨®n organizada y la p¨¦rdida de control territorial por el Gobierno dictatorial.
Anticipe la renuncia o la huida de un desesperado Gadafi, o algo m¨¢s dr¨¢stico visto el cariz de los acontecimientos, la situaci¨®n en Libia (emparedada entre T¨²nez y Egipto, donde la revuelta ha derrocado a sus dictadores) no volver¨¢ a ser la misma. Sacudida hasta sus cimientos por la rebeli¨®n popular en marcha, la magnitud de la represi¨®n, masiva e indiscriminada, desatada por Gadafi -aquel autoproclamado gu¨ªa de la revoluci¨®n, patr¨®n del terrorismo planetario y vuelto hace poco al redil internacional- ha abierto un foso irreversible y se?ala la huida hacia adelante de un r¨¦gimen cuyos generales, a diferencia de los de T¨²nez y Egipto, han optado por disparar contra sus compatriotas. Un ensa?amiento que la UE se limitaba a condenar ayer con su buenista literatura habitual.
Saif Gadafi, hijo del tirano y sucesor designado, ha asegurado en televisi¨®n que el r¨¦gimen luchar¨¢ "hasta la ¨²ltima bala" contra los "elementos sediciosos". Es dif¨ªcil imaginar mayor perversi¨®n pol¨ªtica. Un dictador en ciernes, ungido por un dictador en ejercicio, ambos sin la menor legitimidad, se permite amenazar con el exterminio a quienes, tras generaciones de opresi¨®n, reclaman dignidad y libertad. El ominoso mensaje revela tambi¨¦n la debilidad de un poder que, como muestran los acontecimientos, carece de alternativa al terror.
Nunca pudo anticipar Mohamed Bouazizi, el vendedor callejero de frutas tunecino que se prendi¨® fuego el 17 de diciembre, que su gesto final se transformar¨ªa en antorcha devoradora. Nadie puede anticipar hoy c¨®mo las fuerzas sociales destapadas hace dos meses moldear¨¢n finalmente Libia y una entera regi¨®n del mundo aplastada por una colusi¨®n de caudillos sin escr¨²pulos y crudos intereses occidentales. Pero el despertar ¨¢rabe es ya un hecho hist¨®rico imparable.
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