Despu¨¦s del 23-F: tres estampas
Primera. Amaneci¨® el 24 y madrugaron los obispos, reunidos en su 34? Asamblea Plenaria. Taranc¨®n, que se iba, y D¨ªaz Merch¨¢n, que llegaba, y todos los dem¨¢s, esperaron hasta las 10 de la ma?ana para examinar y aprobar un comunicado dirigido al pueblo y un telegrama enviado al Rey. Al pueblo le dec¨ªan los obispos, aunque el pueblo no se enter¨® hasta mucho despu¨¦s, que segu¨ªan "con preocupaci¨®n, serenidad y confianza los graves acontecimientos que amenazan perturbar la normalidad democr¨¢tica de la naci¨®n". Cu¨¢les fueran esos graves acontecimientos no lo dijeron, pero s¨ª aseguraron, como pastores de la Iglesia, su firme prop¨®sito de contribuir a la serenidad y a la responsabilidad de todas las instituciones.
Este monumento a la impostura fue todo lo que los obispos espa?oles, sumidos en meditaci¨®n y susurros toda la tarde-noche del 23, tuvieron que decir el 24. Una vez confirmada la salida pac¨ªfica de los retenidos, los obispos pidieron a quienes los reten¨ªan que facilitaran su pac¨ªfica salida. Oyes, perdona, les habr¨ªa dicho alguno de los pac¨ªficos guardias civiles, pero si es que ya est¨¢n fuera. Ah, si lo hubieran pedido 12 horas antes, a las 10 de la noche, por ejemplo, qu¨¦ servicio habr¨ªan prestado al pueblo y a la Guardia Civil. Pero no, esperaron a que el sol estuviera en todo lo alto para consumar su haza?a.
Segunda. A diferencia de los obispos, el Rey no durmi¨® aquella noche. No por eso dio muestra de fatiga el d¨ªa despu¨¦s. Tuvo ¨¢nimo y humor para convocar por la tarde, despu¨¦s de recibir a la c¨²pula militar, a seis diputados que la prensa defini¨® como de los partidos mayoritarios. Pero mayoritario solo hab¨ªa un partido, UCD, seguido de cerca por el PSOE; luego, como dir¨ªa el Guerra (el torero), naide, y despu¨¦s todos los dem¨¢s. Evidentemente, entre los mayoritarios no se contaba el PCE, que ten¨ªa 23 diputados, ni Coalici¨®n Democr¨¢tica, que no pasaba de nueve, solo uno m¨¢s que la minor¨ªa catalana, y dos m¨¢s que el grupo vasco. Y sin embargo, Carrillo y Fraga fueron invitados a la reuni¨®n; no as¨ª Miquel Roca ni Marcos Vizcaya, portavoces de sus respectivos grupos.
De modo que no fue un encuentro con los partidos mayoritarios, sino con los de ¨¢mbito estatal. ?Por qu¨¦? Quiz¨¢ podr¨ªa contarlo el mismo rey en alguna entrevista. Mientras tanto, cabe especular. El rey pidi¨® a los reunidos que respondieran con serenidad y mesura ante el "encierro forzoso", ante la "triste aventura", y les invit¨® a la "reconsideraci¨®n de posiciones que conduzcan a la mayor unidad y concordia de Espa?a y de los espa?oles". Y eso, la necesidad de reconsiderar tales posiciones da p¨¢bulo a pensar que lo sucedido en aquellas interminables horas hab¨ªa sido resultado -condenable, s¨ª, pero comprensible, sabe usted- de la necesidad de reconsiderar las posiciones que condujeran a una mayor unidad de Espa?a.
Tercera. El secretario general del PSOE, Felipe Gonz¨¢lez, que durante el a?o anterior hab¨ªa intentado forjar una "nueva mayor¨ªa" con sectores del conglomerado centrista para la formaci¨®n de un gobierno presidido por una personalidad independiente, no importaba si militar, sali¨® del secuestro con una idea en la cabeza: ofrecer su partido para un gobierno de coalici¨®n, y hasta de concertaci¨®n, como no hab¨ªa dejado de proponer Santiago Carrillo desde 1977. Para informar de ese giro estrat¨¦gico, llam¨® a Leopoldo Calvo Sotelo que, con buen criterio, rechaz¨® la oferta: no habr¨ªa gobierno de salvaci¨®n nacional; UCD, ya en la ruina, se bastaba para lidiar la situaci¨®n.
Y, lo que son las cosas, ese PSOE que anduvo en el filo de la navaja con su disparatada pol¨ªtica de formar una nueva mayor¨ªa presidida por un independiente, y que vio rechazada su propuesta de gobierno de coalici¨®n, ser¨¢ el mismo que a?o y pico despu¨¦s logre la primera mayor¨ªa absoluta de la democracia. As¨ª que al final result¨® que los obispos ten¨ªan raz¨®n: Dios escribe recto con renglones torcidos.
Y una coda. La tinta derramada sobre el golpe de Estado de 23 de febrero de 1981 forma ya un crecido caudal. Y, sin embargo, muchas preguntas perduran. Ser¨ªa interesante saber qu¨¦ cosa esperaban los obispos para esperar que su vomitivo (por aquello de que Yav¨¦ vomita a los tibios) documento apareciera muchas horas despu¨¦s de la salida del sol; qu¨¦ dijeron los militares al rey para que el rey recomendara a los pol¨ªticos que reconsideraran sus posiciones sobre la unidad de Espa?a; y qu¨¦ pens¨® y habl¨® el secretario general del PSOE en las reuniones celebradas en el verano y oto?o de 1980 con vistas a la formaci¨®n de una nueva mayor¨ªa.
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