No acepten su dinero
Puede que Suiza se vuelva pronto tan famosa por sus prisas en congelar el dinero turbio como por su celo en cuidar de ¨¦l. Despu¨¦s de bloquear las cuentas bancarias de los presidentes tunecino y egipcio derrocados, el pa¨ªs ha hecho lo mismo con los que llama "posibles bienes" del libio Muamar el Gadafi, cuya fortuna familiar, seg¨²n las estimaciones m¨¢s descabelladas, puede ascender a decenas de miles de millones de d¨®lares. Pero el problema de los dictadores corruptos no es nuevo y ser¨ªa mejor abordarlo con antelaci¨®n. Congelar el dinero est¨¢ bien. Hubiese sido mejor no aceptarlo.
Hacer eso no es tan complicado como parece. Los bancos y los Gobiernos disponen de las herramientas financieras y legales para poner freno al saqueo de los recursos de sus pa¨ªses por parte de los dictadores aun cuando se les siga considerando unos l¨ªderes leg¨ªtimos. Lo que falta es la voluntad de aplicar unas normas reconocidas internacionalmente sobre lo que los diplom¨¢ticos que trabajan en el blanqueo de dinero llaman "personas pol¨ªticamente expuestas", o PEP, por sus siglas en ingl¨¦s.
Esas normas, acordadas por todos los pa¨ªses que forman parte de un organismo internacional llamado Grupo de Acci¨®n Financiera Internacional, imponen a los bancos la obligaci¨®n de investigar siempre que sospechen que un l¨ªder pol¨ªtico con responsabilidades actuales o pasadas realiza una actividad financiera extra?a. Pero en el caso de los l¨ªderes actuales parece que los bancos no han estado mirando mucho.
Los bancos sostienen que es dif¨ªcil seguir la pista del expolio e identificar al propietario final del dinero. Puede que eso sea un problema, pero si es tan complicado de superar ?c¨®mo es que resulta tan sencillo congelar los bienes una vez que un d¨¦spota ha sido derrocado?
Otro problema grave es la pol¨ªtica internacional. Es bastante f¨¢cil marginar a reg¨ªmenes desacreditados como Corea del Norte e Ir¨¢n, pero habr¨ªa sido m¨¢s dif¨ªcil para, digamos, un banco franc¨¦s o italiano tratar a Gadafi como un paria cuando estaba montando su tienda en Roma o en Par¨ªs antes de estrechar las manos de los l¨ªderes de esos pa¨ªses.
Desde ?frica hasta Asia Central y partes de Europa, en el mundo siguen abundando los potentados corruptos. Mientras los bancos y los Gobiernos occidentales miren deliberadamente hacia otro lado y acepten dinero en nombre de la raz¨®n de Estado existen pocas esperanzas de que cese el saqueo. Pero si realmente quisieran cambiar, podr¨ªan empezar por aplicar las normas existentes. -
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