Muros livianos y terrazas voladoras
La primera obra de Lamela sigue resultando moderna medio siglo despu¨¦s
En la calle O'Donnell pastaban las ovejas cuando el arquitecto Antonio Lamela hizo la que fue su primera obra con la carrera acabada. Su Opel Rekord "era de los pocos coches" que transitaban la calle. "Todo esto era campo, Madrid se acababa aqu¨ª", dice el arquitecto de 84 a?os, haci¨¦ndose o¨ªr por encima del tr¨¢fico. "Los compa?eros me preguntaban '?c¨®mo te vas a construir tan lejos?".
Tan lejos es hoy el coraz¨®n de la ciudad. Y aquella obra primeriza en O'Donnell 33, cumple ya m¨¢s de medio siglo. "Pero mira a tu alrededor, ?cu¨¢l dir¨ªas que es el edificio m¨¢s moderno?", presume no sin raz¨®n el arquitecto.
El bloque de viviendas tiene una ristra de primeros: fue un pionero del clima artificial centralizado, de los primeros en colocar buzones en el portal, el ascensor en una caja propia en vez de en el hueco de la escalera y un garaje con muchas plazas ("?De d¨®nde van a salir tantos coches?', me preguntaban"). Tambi¨¦n el primero que us¨® gresite en una fachada: "Tuve que obtener un permiso especial para importarlo de Italia, a ra¨ªz de aquello montaron una sucursal en Espa?a". El mosaico v¨ªtreo (como de fondo de piscina) aporta textura y color, pero tambi¨¦n es resistente y autolimpiable. "Mi arquitectura es sincera y novedosa", dice Lamela, para quien innovaci¨®n no significa m¨¢s presupuesto, sino "menos rutinas". Vuelve a se?alar los anodinos edificios del entorno: "Esos portales oscuros, esas fachadas aburridas... ?es que no se les ocurre nada mejor?". La entrada de O'Donnell 33 es abierta y ajardinada (el modelo se imit¨® luego hasta la saciedad en Madrid) y el portal, di¨¢fano y transparente (tanto que aunque tiene dos entradas, una para oficinas y otra para viviendas, solo hace falta un portero). La casa se mete en la calle y viceversa. Las terrazas vuelan ligeras sobre el tr¨¢fico. "A¨²n no hab¨ªa acu?ado el t¨¦rmino arquitectura suspendida, entonces la llamaba liviana", recuerda Lamela que, enfrentado a una estrech¨ªsima fachada de 10 metros, la hizo en forma de Z duplicando los metros en los que colocar ventanas.
En cada rinc¨®n se nota el mimo: dise?¨® una preciosa escalera, el mobiliario de fresno del portal, las puertas de los pisos (forradas por dentro con cuero repujado), los muebles de cocinas y salones, las chimeneas y hasta los buzones. Estaba construyendo la casa en la que ha criado cuatro hijos y ha tenido su estudio. Fue promotor de la obra junto a su padre, un industrial harino-panadero, que hizo de socio capitalista. "Confiaba mucho en m¨ª, hab¨ªa hecho sus pinitos en el mundo inmobiliario... entonces se ganaba mucho dinero", dice. Admite que en su momento el edificio no se entendi¨®: "Resultaba extra?o, tanto, que todos los pisos, salvo uno, los compr¨® gente relacionada con la arquitectura". Adem¨¢s de extra?os, eran caros, 1.200.000 pesetas de 1958 por 375 metros. Todav¨ªa quedan varios vecinos originales, el ¨²ltimo que se vendi¨® fue hace 20 a?os. El precio por metro cuadrado en la zona ronda los 5.000 euros, el valor actual ascender¨ªa a los 1.875.000 euros.
El inmueble apenas ha cambiado desde los cincuenta (salvo que se clausur¨® la piscina de la azotea). En el resto de la calle los inquilinos han cerrado terrazas y alterado portales. "Gracias a que yo siempre he vivido aqu¨ª, este no se ha tocado", dice Lamela. "La fachadas no son de los vecinos ni de la comunidad, son de la ciudad y no se pueden alterar al antojo".
La casa de Lamela es enorme, luminosa y acogedora. Exactamente lo que busc¨® cuando la proyect¨®. "Tard¨® a?os en comprenderse, ha tenido que pasar medio siglo, pero a¨²n se sigue hablando de ella", dice el arquitecto. Amante de integrar el arte en la arquitectura, no como una mera decoraci¨®n, sino como parte de ella, sin marcos ni pedestales, el arquitecto reserv¨® una sorpresa de la que solo disfrutan los vecinos. En la fachada del patio interior las ventanas forman un gigantesco y colorista Mondrian de siete pisos de altura.
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