Asfixiar a Gadafi
La tard¨ªa presi¨®n internacional debe servir para que los propios libios ajusten cuentas al tirano
La ONU, EE UU y Europa han salido finalmente de su sopor castigando a Gadafi con tard¨ªas medidas de presi¨®n. La resoluci¨®n un¨¢nime del Consejo de Seguridad, que convierte al dictador libio en un apestado internacional e incluye la petici¨®n a La Haya para que le juzgue por cr¨ªmenes de guerra, constituye por su relativa firmeza, pese a lo interminable de su gestaci¨®n, un hito en los adormecidos mecanismos de la ONU. Las represalias contribuyen a estrechar el cerco al sanguinario d¨¦spota, pero tardar¨¢n en materializarse; y algunas tienen solo un valor simb¨®lico en una fase de la confrontaci¨®n en la que Gadafi parece m¨¢s decidido a resistir y morir matando que a buscar seguridad fuera del pa¨ªs sublevado al que ha aterrorizado y esquilmado durante m¨¢s de 40 a?os.
De esta presi¨®n exterior creciente forma parte por vez primera la amenaza militar. Washington est¨¢ acercando a Libia parte de su flota mediterr¨¢nea y Barack Obama y sus aliados europeos han comenzado a hablar abiertamente de preparativos b¨¦licos, como la imposici¨®n de una zona de exclusi¨®n a¨¦rea sobre el pa¨ªs norteafricano como primera opci¨®n. Pero esos movimientos son harina de otro costal y los tiempos en Libia y fuera de ella son diferentes. El despliegue naval en marcha tiene como prop¨®sito fundamental la intimidaci¨®n y el eventual rescate masivo de civiles en una zona donde se est¨¢ gestando una crisis de refugiados de enormes proporciones. Y el deseable cierre del espacio a¨¦reo, para evitar que Gadafi utilice la aviaci¨®n como arma de exterminio -derribando sus cazas en ¨²ltima instancia-, es una operaci¨®n lenta y compleja, que exige como pre¨¢mbulo la aniquilaci¨®n de sus defensas antia¨¦reas. La acci¨®n directa en favor de los sublevados no tendr¨ªa sentido mientras los libios que luchan contra el tirano no integren un frente ¨²nico, y lo suficientemente homog¨¦neo pol¨ªtica y territorialmente, que lo permita. Parece que una intervenci¨®n terrestre abierta, que ¨²nicamente podr¨ªa abanderar la Casa Blanca, est¨¢ descartada en Libia por el momento. Y no solo porque requerir¨ªa la improbable unanimidad del Consejo de Seguridad, sino porque tanto Europa como EE UU arrastran invencibles fantasmas despu¨¦s de Irak y Somalia.
Gadafi es un cad¨¢ver pol¨ªtico, y es m¨¢s probable y mucho m¨¢s deseable que sean los propios libios, cada vez con mayor control de la situaci¨®n, los que tengan la oportunidad de ajustar las cuentas al coronel de atrezo. El cerco internacional debe estrecharse hasta privar de cualquier ox¨ªgeno militar, pol¨ªtico o econ¨®mico a uno de los d¨¦spotas m¨¢s contumaces del planeta. Pero el maremoto de libertad que sacude el vasto mundo ¨¢rabe ha obtenido su legitimidad de lo inmaculado de su g¨¦nesis popular, al margen de instrumentalizaciones espurias interiores o exteriores. Si son sus compatriotas los que ponen fin al experimento de terror ejecutado por Gadafi, ser¨¢ mucho mejor para la nueva Libia.
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