Tiempo de Adviento
Seguramente nos asusta su advenimiento, pero hay que hacerse a la idea. En contra de lo previsto, a Euskadi llega la paz. Suena raro; la paz nos va a coger desprevenidos y, todav¨ªa peor, al principio no sabremos c¨®mo usarla. Pero est¨¢ ah¨ª, a la vuelta de la esquina. Nadie nos explic¨® el sonido del universo sin la percusi¨®n constante del conflicto (el c¨¦lebre Conflicto) retumbando en nuestras cabezas.
?C¨®mo ser¨¢ vivir sin revivir a cada rato la ¨¦pica latosa del pueblo vasco? ?C¨®mo ser¨¢n los pol¨ªticos reducidos al papel de gestores del presupuesto p¨²blico? ?De qu¨¦ hablaremos tertulianos y articulistas? ?C¨®mo se vivir¨¢ en ciertos pueblos del Goierri sin la expectativa de un nuevo s¨¢bado recorriendo la calle Autonom¨ªa de Bilbao detr¨¢s de una pancarta??Cu¨¢ntos h¨¦roes de tercera tendr¨¢n que explicar, de pronto, qu¨¦ escribieron, sobre qu¨¦ investigaron, a qu¨¦ se dedicaron durante estos largos a?os? Se abre ante nosotros un abanico de sensaciones in¨¦ditas; hablar un idioma sin que ello importe una adscripci¨®n pol¨ªtica. O todav¨ªa m¨¢s: hablar un idioma sin que la se?ora del ascensor se apriete el bolso bajo el brazo -en serio, me pas¨® el otro d¨ªa-. Imaginen unas elecciones forales en que el debate entre los candidatos sea el peaje de las autopistas, el tipo del IRPF o las desgravaciones por tercer hijo. S¨ª, parece imposible, pero cuando la paz haya llegado los candidatos tendr¨¢n que ocuparse de esas cosas. O todav¨ªa m¨¢s, si ya lo hacen, les juzgaremos por eso, y no por compartir o no con ellos cierto imaginario. Nos tienen distra¨ªdos, ausentes, pero eso se va a acabar.
Mucha gente aprender¨¢ a vivir de nuevo. Y sin enga?os: las v¨ªctimas lo van a pasar mal, porque tarde o temprano llegar¨¢, si no la reconciliaci¨®n, al menos el olvido; y con ¨¦l la historia, esa versi¨®n burocr¨¢tica e indolora de la verdad. S¨ª, las v¨ªctimas llevar¨¢n su dolor a cuestas, pero la sociedad no podr¨¢ seguirlas hasta el final, porque la sangre se diluye en los manuales de historia y en las hemerotecas. Y si algunos tipos confiesan que se han divertido mucho con toda esta historia, eso s¨®lo demuestra que meterse en la trinchera de los buenos nunca har¨¢ bueno a un miserable.
Al otro lado queda la certeza de que tanta lucha, tanta muerte, tanta sangre, no han servido de nada. Entre estos, los honestos sufrir¨¢n la penitencia del recuerdo. Mientras otros gastar¨¢n los a?os que les queden rumiando su fracaso en alguna sucia taberna de su pueblo. Peor incluso, el fracaso podr¨¢ ser, para ellos, una forma de piedad.
Y a los dem¨¢s nos quedar¨¢ lo nuestro. A la clase pol¨ªtica, la modestia de comprender que no es posible hacer historia a cada rato. Y a nosotros, al com¨²n de los mortales, la aceptaci¨®n de que ser vasco resulta m¨¢s llevadero, m¨¢s liviano, que lo que nos dijeron siempre: soltar lastre y sentir que el camino se vuelve m¨¢s ligero. Ya era hora.
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