La silla vac¨ªa
Un hito, tal y como cont¨¢bamos ayer en este peri¨®dico. Entrar en una sesi¨®n de control al Gobierno y encontrar la silla vac¨ªa de Esperanza Aguirre es una puesta en escena absolutamente ins¨®lita. En los ocho a?os que ha desempe?ado el cargo era la primera vez que la presidenta no acud¨ªa a responder las preguntas de la oposici¨®n.
La raz¨®n ten¨ªa que ver con una causa mayor. Convalece todav¨ªa de la operaci¨®n a la que fue sometida la pasada semana para tratar su c¨¢ncer de mama. Han sido casi dos semanas de baja, pero su poder de atracci¨®n, su magnetismo es tan intenso que hasta sus ausencias se convierten en hechos -o no hechos- noticiosos.
No nos ha dado tiempo siquiera a echarla de menos. Con el roce medi¨¢tico uno la coge cari?o. Su pol¨ªtica atroz no quita para que produzca asombro y admiraci¨®n en el gesto humano. El mundo en que vivimos, no solo nuestro desanimado pa¨ªs, necesita de l¨ªderes decididos, que vayan de frente. Ella es as¨ª. Y por eso nos gusta hasta a quienes no comulgamos con casi nada de lo que propone.
Prefiero a Esperanza, con su sonrisa de doble filo, sus mandobles y sus pellizcos de monja a propios y ajenos que a Rajoy. Donde una aniquila sin complejos todo lo que huele a basura bajo sus pies, el otro, un d¨ªa permite que se presente Camps a las elecciones y al otro bendice en Baleares que no se apunte en las listas ning¨²n imputado en casos de corrupci¨®n. ?Alguien le sigue?
Me seduce m¨¢s Aguirre metiendo la pata que Ana Botella con esa actitud de ama de casa desocupada que ha ido a caer en pol¨ªtica no por propios m¨¦ritos sino por estrategia de su mentor, el alcalde. Si una defiende con desfachatez y convencimiento un disparate como el Tea Party, la otra se trastabilla y ni se cree sus argumentos cuando tiene que bregar con los ataques que sufre -bien merecidos- por no aportar ninguna medida contra la contaminaci¨®n. Mientras una nos llena de titulares asombrosos, la otra no es capaz de articular una frase coherente ni cuando se defiende atacando.
Me gusta m¨¢s la presidenta que sus oponentes -la mitad de su partido y todos los dem¨¢s-, no en cuanto a sus propuestas ni su ideario, que es caduco, irresponsable, delirante y macarra, sino en su actitud y su descaro a la hora de defender lo indefendible. Me confieso rendido hacia su franqueza, conmovido por ese quebrado tono de voz que delataba su angustia en el trance antes de entrar al hospital. Era la suya una dignidad que marcar¨¢ estilo cuando es preciso concienciar y encarar de frente los golpes de la vida.
La prefiero a ella aglutinando a la derechona y marc¨¢ndoles el paso que las medias tintas de otros. Da mucha tranquilidad saber de qu¨¦ va. Mientras el facher¨ªo tenga el consuelo de Esperanza y Aznar tranquiliz¨¢ndoles con esa consigna de "sin complejos", no se formar¨¢ en este pa¨ªs un partido extremista con aspiraciones.
Si no existiera, habr¨ªa que inventarla. Si no ocupara su espacio a la derecha de la derecha sin ning¨²n inter¨¦s por formar parte del centro, alguien tendr¨ªa que jugar ese partido. Al fin y al cabo, ella presume de dem¨®crata y liberal. Un tanto sui g¨¦neris cuando compara Telemadrid con la BBC, quiz¨¢s en el l¨ªmite del barranco, pero dem¨®crata conocida al fin y al cabo.
Ya pronto llega San Isidro y la veremos vestida de chulapa en la pradera. Ya pronto volver¨¢ a lucir sus modelos de Zara y H&M con ese estilo de arist¨®crata que domina el g¨¦nero popular a la misma altura que la duquesa de Alba. Poco le falta para que nadie la eche de menos lanzando pullas al alcalde, sonrojando a Rajoy, coqueteando con Pepi?o Blanco y retando a Zapatero por todo lo alto sin rebajarse a discutir en la arena regional con los dem¨¢s candidatos, sin ni siquiera responder al resto.
Con la misma determinaci¨®n que salt¨® de aquel helic¨®ptero accidentado completamente ilesa y escap¨® de un atentado terrorista en India, Espe ha toreado su c¨¢ncer de mama. Ojo con ella. No hay quien la tuerza el brazo. Es brava y valiente. Decidida y voraz, una mujer ins¨®lita. Ojal¨¢ vuelva en forma, aunque, lo dicho, no hemos tenido tiempo ni para echarla de menos.
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