Libia y el intervencionismo liberal
El error cometido por Bush y Blair en Irak le dio mala fama a la doctrina de la intervenci¨®n internacional para evitar matanzas masivas. Sin embargo, tiene versiones respetables. La actitud de Gadafi reabre el debate
Intervenir o no intervenir? Esa es la cuesti¨®n. Ver lo dispuesto que est¨¢ Muamar el Gadafi a matar a todos esos libios que, seg¨²n ¨¦l, le "aman" -aunque lo demuestren de formas extra?as-, vuelve a situarnos en un debate fundamental de nuestra era.
Desaf¨ªo a cualquiera que vea los ataques de los aviones de Gadafi contra esas ciudades asediadas a no reconocer que, por lo menos, es leg¨ªtimo preguntarse si las potencias extranjeras no deber¨ªan intervenir de alguna forma para impedir que siga matando a su pueblo. Y es evidente que algunos libios est¨¢n de acuerdo. En un art¨ªculo publicado el otro d¨ªa en la p¨¢gina web de The Guardian, "Muhammad Min Libya", un bloguero que escribe desde Tr¨ªpoli, se opone con elocuencia a "toda intervenci¨®n militar de cualquier fuerza extranjera sobre el terreno", pero es partidario de una zona de exclusi¨®n a¨¦rea. El hecho de que hasta hace muy poco varios pa¨ªses occidentales, como Reino Unido e Italia, estuvieran haciendo la pelota a Gadafi de la manera m¨¢s cobarde y vendi¨¦ndole armas que ahora puede utilizar contra su propia gente hace que sea todav¨ªa m¨¢s importante plantearse esta pregunta.
Es una hipocres¨ªa que EE UU, Rusia y China amenacen a Gadafi con el TPI, que ellos no aceptan
Blair no acert¨® ni una; se entusiasm¨® con la guerra de Irak y luego se abraz¨® con el dictador libio
El debate sobre el llamado "intervencionismo liberal" est¨¢ lastrado por dos distorsiones importantes. En primer lugar, al hablar de intervenci¨®n se suele pensar solo en la intervenci¨®n armada. Es decir, se ignoran muchas otras maneras que pueden tener los Estados de intervenir en los asuntos internos de otros pa¨ªses. El mero ofrecimiento de ayuda humanitaria a las v¨ªctimas de lo que empieza a parecer una guerra civil en Libia es, desde un punto de vista fundamental, intervenir. Y, a partir de la labor de las organizaciones humanitarias, que cuenta con una aceptaci¨®n pr¨¢cticamente universal, existen numerosos m¨¦todos de intervenci¨®n, como las zanahorias y los palos econ¨®micos y las presiones diplom¨¢ticas, hasta llegar a la ayuda cubierta o encubierta, y muchas veces controvertida, a los medios de comunicaci¨®n independientes y los grupos de oposici¨®n, la formaci¨®n en m¨¦todos de actuaci¨®n no violentos, etc¨¦tera. Dentro de ese abanico se encuentran muchas de las formas de intervenci¨®n m¨¢s aut¨¦nticamente liberales -las que ayudan a la gente a ganar su propia libertad-, pero no el uso de la fuerza armada. Durante los ¨²ltimos 30 a?os las hemos utilizado demasiado poco en Oriente Pr¨®ximo.
La otra gran distorsi¨®n en el debate sobre el "intervencionismo liberal" es que las acciones militares que m¨¢s relacionamos hoy con el t¨¦rmino (Afganist¨¢n, Irak) no tuvieron nada de liberales; o, por lo menos, ese no fue su car¨¢cter fundamental. Algunos justificaron esas acciones con argumentos liberales, y algunos liberales las apoyaron, pero no fueron actuaciones basadas en un principio liberal, como s¨ª lo fueron las intervenciones militares de Occidente en Bosnia (demasiado tarde), Sierra Leona y Kosovo.
Los motivos siempre son variados, pero la raz¨®n principal por la que las fuerzas occidentales invadieron Afganist¨¢n fue que Al Qaeda, que entonces ten¨ªa su cuartel general en aquel pa¨ªs, hab¨ªa atentado en Estados Unidos. Esa misi¨®n se transform¨® en -o se mezcl¨® con- la de construir una sociedad en la que, por ejemplo, no se tratase a la mujer como a una esclava encapuchada propiedad del marido: un buen objetivo liberal al que Occidente est¨¢ hoy renunciando en silencio y avergonzado. Pero seguro que George W. Bush no hab¨ªa pensado mucho en las mujeres oprimidas de Afganist¨¢n antes del 11 de septiembre de 2001.
Irak es un caso m¨¢s complicado. Aqu¨ª, los motivos como la frustraci¨®n por no haber capturado a Osama Bin Laden, el deseo de emplear la superioridad militar estadounidense para apabullar ("conmoci¨®n y espanto") y el inter¨¦s por el petr¨®leo iraqu¨ª se mezclaron desde el principio con un programa neocon de difusi¨®n de la democracia y dar ejemplo a toda la regi¨®n. Incluso el falso argumento de las armas de destrucci¨®n masiva se relacion¨® con casos anteriores de "intervenci¨®n liberal", al insinuar que un Sadam Husein con armas nucleares, qu¨ªmicas y biol¨®gicas podr¨ªa ser otro Slobodan Milosevic (de hecho, ya lo hab¨ªa sido con los kurdos iraqu¨ªes, un Milosevic antes de Milosevic, mientras Occidente lo ignoraba y le defend¨ªa frente a Ir¨¢n).
Habr¨ªa que ser est¨²pido para no reconocer que la invasi¨®n de Irak dio al "intervencionismo liberal" mala fama. Y el que m¨¢s contribuy¨® a ello fue Tony Blair. Blair, a quien apoy¨¦ con firmeza cuando, en su primera ¨¦poca, tuvo un comportamiento gladstoniano en Sierra Leona y Kosovo, queda hoy especialmente mal. Porque no solo se apropi¨® de los argumentos del intervencionismo liberal para justificar la invasi¨®n de Irak; a continuaci¨®n mostr¨® su apoyo personal a Gadafi, el Sadam del norte de ?frica. ?No acert¨® ni una! (es verdad que Reino Unido y EE UU convencieron a Gadafi de que renunciara a la mayor¨ªa de sus armas de destrucci¨®n masiva y, gracias a eso, por lo menos no tiene hoy bombas nucleares que pueda utilizar contra su pueblo, pero para conseguirlo no hac¨ªa falta tanta adulaci¨®n ni tantos negocios con ¨¦l).
Sin embargo, junto a estas distorsiones del intervencionismo liberal, ha seguido desarroll¨¢ndose discretamente una versi¨®n mucho m¨¢s liberal de verdad, precavida y respetuosa con la ley. Sobre la base de la tradici¨®n nacida tras 1945 de impulsar los derechos humanos y el derecho humanitario internacional, y en colaboraci¨®n con la ONU, este intervencionismo ha engendrado el Tribunal Penal Internacional y la doctrina de "la responsabilidad de proteger", tambi¨¦n refrendada por la ONU. Desde luego, es una hipocres¨ªa que EE UU, Rusia y China amenacen a Gadafi con llevarle ante un tribunal internacional cuya autoridad no aceptan para s¨ª mismos ("haz lo que decimos, no lo que hacemos"). Pero ese es un motivo para que los tres pa¨ªses se incorporen al TPI, no para que haya que abolirlo. Si la amenaza de juicio empuja a m¨¢s esbirros de Gadafi a desertar, habr¨¢ servido de algo.
Y, al fin y al cabo, ?no tenemos cierta responsabilidad de proteger a quienes se han rebelado contra ¨¦l, aunque solo sea con la zona de exclusi¨®n a¨¦rea que proponen ciudadanos libios como "Muhammad Min Libya", y sobre todo si se trata de protegerlos contra unas armas que nosotros vendimos al dictador?
Hace una d¨¦cada, una comisi¨®n internacional independiente encargada de desarrollar la idea de la "responsabilidad de proteger" elabor¨® seis criterios para decidir en qu¨¦ casos est¨¢ justificada la acci¨®n militar. Se trata, en definitiva, de una versi¨®n modernizada de los viejos criterios cat¨®licos sobre la "guerra justa". Son: autoridad leg¨ªtima, causa justa, intenci¨®n debida, ¨²ltimo recurso, medios proporcionales y posibilidades razonables. La amarga experiencia, desde Kosovo hasta Afganist¨¢n, nos ha ense?ado que las "posibilidades razonables" (de triunfar) pueden ser las m¨¢s dif¨ªciles de calibrar y conseguir.
Con arreglo a estos criterios, no estoy nada convencido de que est¨¦ justificado implantar una zona de exclusi¨®n a¨¦rea en Libia... en el momento de escribir estas l¨ªneas. Si resulta que Gadafi tiene todav¨ªa un arsenal escondido de armas qu¨ªmicas que puede arrojar desde el cielo, mi opini¨®n podr¨ªa cambiar de la noche a la ma?ana. Deber¨ªamos preparar planes de emergencia por si acaso. Pero todav¨ªa no hemos agotado todas las dem¨¢s v¨ªas, como intentar por todos los medios que los amigos de Gadafi le abandonen (quiz¨¢ podr¨ªamos crear para ellos un centro especial de retiro en la London School of Economics, que hace no mucho tiempo recibi¨® una generosa donaci¨®n de Sa¨ªf al Islam, el hijo de Gadafi). Una zona de exclusi¨®n a¨¦rea ser¨ªa muy dif¨ªcil de controlar y tal vez no tendr¨ªa m¨¢s que un efecto marginal en tierra.
Sobre todo, cualquier forma de intervenci¨®n armada de Occidente -y el Ej¨¦rcito de EE UU dice que para hacer respetar realmente una zona de exclusi¨®n a¨¦rea ser¨ªa necesario empezar por bombardear las instalaciones libias de radares y defensas antia¨¦reas- echar¨ªa a perder el mayor motivo de gloria de estos acontecimientos, que es que son todos obra de hombres y mujeres valientes que luchan por su propia liberaci¨®n.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Facts are subversive: political writing from a decade without a name. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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