Revolucionarias ¨¢rabes
Las mujeres de Egipto, Libia y T¨²nez temen que la liberaci¨®n de sus pa¨ªses no las incluyan
Han luchado codo con codo junto a sus compa?eros masculinos para liberar a sus pa¨ªses de la opresi¨®n y ahora temen que su propia liberaci¨®n quede en el olvido. Millones de mujeres ¨¢rabes han vivido o est¨¢n viviendo las rebeliones c¨ªvicas de sus respectivos pa¨ªses con la doble esperanza de conquistar la democracia y, al tiempo, liberarse de la opresi¨®n que sufren por su condici¨®n femenina exigiendo un cambio social. La evoluci¨®n de los acontecimientos abre, sin embargo, la puerta a la decepci¨®n. Los datos no son esperanzadores. Una vez desalojados del poder los presidentes de T¨²nez y Egipto, los nuevos ¨®rganos de poder que van a gestionar la transici¨®n est¨¢n dominados por los hombres. En ellos, la presencia de mujeres es nula o testimonial. Lo mismo est¨¢ ocurriendo en las zonas conquistadas por los rebeldes libios.
El mundo ¨¢rabe es el que peor trato depara a las mujeres. Todos los indicadores (empleo, participaci¨®n pol¨ªtica, brecha salarial) lo sit¨²an a la cola, por detr¨¢s incluso del ?frica subsahariana. En algunos de los pa¨ªses hoy levantados en armas contra sus tiranos, las mujeres (muchas de ellas, veladas) tienen enormemente limitada su capacidad de movimientos, sufren la ablaci¨®n del cl¨ªtoris (una pr¨¢ctica que se mantiene en las zonas rurales egipcias), son forzadas a casarse con el hombre elegido por las familias y muchas de ellas son condenadas al analfabetismo. En Egipto, el 83% de las mujeres han sufrido acoso sexual alguna vez. Un tri¨¢ngulo diab¨®lico formado por la falta general de libertades, la religi¨®n (en creciente radicalizaci¨®n frente al sentimiento antioccidental) y la cultura se ha cernido sobre las ¨¢rabes durante d¨¦cadas como un yugo asfixiante ante la indiferencia de sus compatriotas y la del resto del mundo. En ese contexto, que la cuarta parte del mill¨®n de manifestantes que tomaban cada d¨ªa la plaza cairota de la Liberaci¨®n fueran mujeres es un hito hist¨®rico que las democracias en ciernes no pueden dejar en el olvido.
Tampoco las potencias occidentales deber¨ªan deso¨ªr las ansias de libertad de las ¨¢rabes, ahora que se han atrevido a reivindicarla de manera masiva. Al igual que las revueltas que han estallado en buena parte de los pa¨ªses ¨¢rabes han dado al traste con las pol¨ªticas de cooperaci¨®n con dictadores que no dudan en robar y masacrar a sus pueblos, la discriminaci¨®n que sufren las mujeres deber¨ªa dibujar una l¨ªnea roja insoslayable en las relaciones internacionales, como ha reivindicado m¨¢s de una vez la secretaria de Estado Hillary Clinton. Solo una pol¨ªtica internacional comprometida con los derechos humanos, que incluyen la igualdad de oportunidades, puede insuflar algo de esperanza a las decepcionadas ¨¢rabes. Sus manifestaciones coinciden esta semana con las convocadas en todo el planeta por el D¨ªa Internacional de la Mujer, una fecha que recuerda que todas nuestras democracias siguen teniendo un d¨¦ficit que hay que corregir.
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