Las egipcias son humilladas mientras claman por no quedarse atr¨¢s en su revoluci¨®n
Mujeres y hombres vuelven a la plaza de Tahrir para pedir que no se las excluya del cambio y son dispersadas por una multitud
La plaza de Tahrir ha vuelto a te?irse de blanco, negro y rojo, los colores de la bandera egipcia, y a hacerse eco de los gritos de los ciudadanos que piden una vida mejor, pero sobre todo se ha te?ido con el rojo de la ira (habr¨ªa debido ser verg¨¹enza) de aquellos que han querido humillar a los que se manifestaban. La marcha del mill¨®n de mujeres se ha convertido en una pesadilla para los centenares de personas que se congregaban en la emblem¨¢tica plaza. Lo que empez¨® siendo una reivindicaci¨®n pac¨ªfica que celebraba el D¨ªa de la Mujer, y reclamaba que nadie olvidara que ellas son una parte importante de las sociedades ¨¢rabes y no deben ser dejadas atr¨¢s, se ha convertido en el peor ejemplo de por qu¨¦ Egipto necesita un cambio urgente en cuesti¨®n de g¨¦nero.
Al grito de "fuera, fuera", el grupo que se encontraba en la plaza ha sido disgregado por una multitud que ha amedrentado a las manifestantes hasta el llanto
Si el Gobierno de Hosni Mubarak ten¨ªa a cuatro mujeres entre una veintena de ministros, el nuevo Gabinete de Essam Sharaf solo tiene a Fayza Abul Naga
Al grito de "fuera, fuera", el grupo que se encontraba en la plaza ha sido disgregado por una multitud que ha amedrentado a las manifestantes hasta el llanto. Acus¨¢ndolas de "extranjeras" y se?al¨¢ndolas como las culpables de obstaculizar la revoluci¨®n, la turbamulta ha conseguido dividirlas en peque?os grupos, incluso de una persona, despu¨¦s de lo cual las rodeaban e imprecaban. "Esto es lo que quieren los americanos", chillaban.
Algunos hombres intentaban defender a las muchachas que estaban acorraladas y aterrorizadas pero que se enfrentaron a sus agresores estoicamente. Portando pancartas con el lema "d¨®nde est¨¢n la campesina y la madre del m¨¢rtir" y dando a entender que las que se manifestaban no eran egipcias aut¨¦nticas, los contramanifestantes han humillado a las congregadas con el argumento de que deben estar en casa "limpiando y cuidando a sus hijos". Tambi¨¦n algunas mujeres vestidas de forma tradicional han increpado a las que se reun¨ªan para pedir unas mejoras que las ata?en a todas.
Horas antes, en un comunicado, los organizadores hab¨ªan recordado que durante la revoluci¨®n "las mujeres hicieron de escudos humanos, formaron parte de los comit¨¦s de defensa de los barrios y se enfrentaron a los matones del Partido Nacional Democr¨¢tico". Tambi¨¦n lanzaron consignas en contra del acoso sexual y de la discriminaci¨®n por raz¨®n de sexo.
Una mujer en el nuevo Gabinete
A pesar de haber permanecido codo con codo desde el primer minuto de la revuelta, las mujeres fueron dejadas a un lado cuando empezaron a darse pasos hacia una transici¨®n democr¨¢tica. Si el Gobierno de Hosni Mubarak ten¨ªa a cuatro mujeres entre una veintena de ministros, el nuevo Gabinete de Essam Sharaf solo tiene a Fayza Abul Naga. Lo mismo ha sucedido con la coalici¨®n de J¨®venes del 25 de enero que instig¨® la revoluci¨®n y que se reuni¨® con representantes del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. S¨®lo Asmaa Mahfouz tuvo el privilegio de encontrarse entre los ocho emisarios de la juventud egipcia.
Ni una sola mujer estuvo en el grupo de sabios que ha elaborado las enmiendas propuestas a la Constituci¨®n que tendr¨¢n que votarse en referendo el pr¨®ximo 19 de marzo. Este precisamente era uno de los motivos que esgrim¨ªan las personas que se encontraban hoy en la plaza de Tahrir pidiendo el fin del machismo y de una sociedad paternalista que tiene lastradas a sus mujeres, a las que relega a un segundo plano constante.
Inferioridad salarial, peores condiciones laborales y violencia sexual como norma es a lo que la mujer egipcia se enfrenta cada d¨ªa. Y no s¨®lo por motivos religiosos. Si bien algunos de los que asediaron a las manifestantes les repet¨ªan hadices cor¨¢nicos, se?alando que "la mujer debe estar sometida al hombre", la mayor¨ªa de los que acosaban a las manifestantes eran individuos normales, de mediana edad. No se trataba de una cuesti¨®n de religi¨®n, argumentaban algunas de las chicas, sino de machismo puro y simple.
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