?Qu¨¦ pa¨ªs, Miquelarena!
Algunas frases sintetizan tanto que merecen una autor¨ªa colectiva. Es el caso de la que encabeza esta carta, pronunciada por el olvidado Pedro Mourlane Michelena ante el estupor que le produjo una situaci¨®n donde se mezclaba lo racial y lo grotesco. Su amigo Jacinto Miquelarena la escuchar¨ªa con el asentimiento de quien, como periodista, siempre procur¨® un barniz de refinamiento y gustaba de la s¨ªntesis.
La exclamaci¨®n se incorpor¨® al acervo de las an¨¦cdotas comentadas en tertulias y, de vez en cuando, reaparece en la prensa sin necesidad de aludir a Pedro Mourlane Michelena o al mism¨ªsimo Jacinto Miquelarena, dos autores condenados a las notas a pie de p¨¢gina de los eruditos.
Juan Cruz la ha recordado en un excelente art¨ªculo sobre los valientes y los cobardes publicado el 7 de marzo. Su atribuci¨®n es err¨®nea, pero apenas importa porque su utilizaci¨®n resulta pertinente. En cualquier caso, si escribo estas l¨ªneas es porque no abundan las ocasiones de recordar a quienes permanecen en el limbo de los estudios universitarios. Jacinto Miquelarena y Pedro Mourlane Michelena forman parte de esta n¨®mina y, en un pr¨®ximo libro dedicado a las hojas volanderas en tiempos de la Rep¨²blica, espero tener la oportunidad de rescatarles, aunque tan solo sea para que la c¨¦lebre exclamaci¨®n se asocie a unos rostros dignos del recuerdo.
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