Apremiante firmeza
La ONU debe cerrar el cielo libio, adem¨¢s de acorralar a Gadafi diplom¨¢tica y econ¨®micamente
Cada hora que pierde el Consejo de Seguridad dudando sobre si reunirse y qu¨¦ nuevas medidas adoptar, Gadafi prosigue su brutal castigo contra su propio pueblo. La ecuaci¨®n de fuerzas es abiertamente favorable al dictador, que dispone de blindados y aviaci¨®n frente a las voluntariosas milicias mal armadas y peor entrenadas de los opositores a su r¨¦gimen. Parece que ha logrado detener el avance de los rebeldes hacia Sirte y puede que haya retomado algunas ciudades que, como Zauiya, perdi¨® en d¨ªas pasados. A las matanzas perpetradas se a?aden ahora las represalias con que amenaza en territorio reconquistado.
Las dificultades de una eventual intervenci¨®n internacional no son solo militares, sino tambi¨¦n diplom¨¢ticas y pol¨ªticas. Pero contener la furia criminal del d¨¦spota libio es un imperativo moral y no puede haber excusas para una mayor firmeza tanto de las principales potencias como del Consejo de Seguridad. Urge, a este respecto, considerar al Consejo Nacional interino como Gobierno leg¨ªtimo del pa¨ªs norteafricano. Sea cual sea el desenlace de la guerra en marcha, nada deber¨ªa seguir como antes, y el reconocimiento del Consejo libio ser¨ªa o el inicio del apoyo internacional a las nuevas autoridades o bien una inequ¨ªvoca advertencia del ostracismo que aguardar¨¢ a Gadafi en el supuesto de que se impusiera a su propio pueblo por la fuerza de las armas.
Igualmente apremiante resulta detener el flujo de dinero que contin¨²a llegando a manos del coronel libio. Los activos financieros bloqueados hasta ahora por la comunidad internacional no son los m¨¢s importantes de los que dispone. Le siguen llegando cientos de millones de d¨®lares por petr¨®leo, v¨ªa Banco Central de Libia, que est¨¢ empleando para financiar una guerra que ¨¦l mismo ha provocado. La decisi¨®n de la UE de bloquear esta misma semana los activos del fondo soberano libio, que mueve 70.000 millones en grandes empresas internacionales, es un paso tard¨ªo en la buena direcci¨®n.
El Consejo de Seguridad, por ¨²ltimo, no puede seguir dando largas a la imposici¨®n de una zona de exclusi¨®n a¨¦rea sobre Libia, para lo que existe una aparente predisposici¨®n de relevantes pa¨ªses ¨¢rabes. Poco se podr¨¢ hacer si Rusia y China vetan el acuerdo, pero es necesario colocar a ambas potencias ante sus responsabilidades: defender a Gadafi equivale a enajenarse a quienes, desde el Atl¨¢ntico al golfo P¨¦rsico, se han levantado reclamando el fin de la tiran¨ªa.
Entre la intervenci¨®n militar abierta e impedir al d¨¦spota libio que utilice su aviaci¨®n para seguir cometiendo cr¨ªmenes de guerra, media una largu¨ªsima distancia. Aparte de la suerte en el campo de batalla, ambos contendientes se disputan la legitimidad para erigir el r¨¦gimen que suceda al actual. Gadafi no ha dispuesto nunca de ella, y ahora menos que nunca. En cuanto a los rebeldes, es crucial que esa legitimidad les pertenezca por entero, no compartida con una intervenci¨®n exterior.
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