Un r¨ªo bravo y andaluz

Con mucho fr¨ªo ma?anero comienza esta excursi¨®n desde la vieja piscifactor¨ªa. La furia de las aguas ensordece los pasos del camino. Este no es el arroyo conocido de los a?os de sequ¨ªa, lo han cambiado las lluvias y las nieves de las semanas pasadas. La turbulencia resbala por el barranco con el ¨ªmpetu de los r¨ªos de los Pirineos y ese color verde gris¨¢ceo de los deshielos glaciares. El deseo del encuentro con el Borosa no defrauda a quien busca el espect¨¢culo visual de un r¨ªo salvaje de monta?a en las tierras andaluzas. Y el mejor momento para acercarse es el final del invierno o, mejor a¨²n, el inicio de la primavera.

Los derrumbes se suceden a lo largo del camino por los estragos de las lluvias torrenciales. El agua brota por todas las laderas del tajo. Trocha y r¨ªo caminan juntos, pero lo que a uno le engorda a la otra le achica. Ya sabemos que vivir en pareja nunca fue f¨¢cil.

Puentes de madera, puentes de piedra, senderos de pescadores y arrop¨¢ndolo todo el angosto barranco, que estrecha sus formas verticales poco a poco con sus cumbreras alineadas de pinos agarrados al abismo con las u?as de sus ra¨ªces. La pelona nocturna no termina de salir de los charcos, mientras el sol reh¨²ye colarse en las honduras del desfiladero, con las umbr¨ªas apoderadas del cauce dejando chupones de hielo en cada manadero. Las nueve de la ma?ana y el vaho de mi boca me dice que hace un fr¨ªo que pela. Un cartel desv¨ªa la trayectoria del camino principal hacia una estrecha vereda que se dirige a la llamada Cerrada de El¨ªas. La senda adelgaza hasta la m¨ªnima expresi¨®n y se cuelga de la ladera. El desequilibrio y los h¨²medos barros de la huella montuna se acompa?an de tupidas espesuras de quejigos, mirtos, lentiscos y madro?os, que ocultan en ocasiones el r¨ªo de la trocha y la trocha del r¨ªo. Un entramado de pasarelas de madera clavadas en los paredones de roca permite el paso por encima de las aguas turbulentas en el tramo m¨¢s impresionante de la ruta. El r¨ªo se cuela por un tajo de roca viva de unos doscientos metros de largo, en donde la pasarela es la ¨²nica posibilidad de seguir el cauce.

Pasadas las apreturas de la Cerrada de El¨ªas, el lecho del r¨ªo se hunde y el camino se empina en busca de los farallones del Alto del Infierno. Como siempre, un top¨®nimo bastante descriptivo de lo que representan las descomunales moles rocosas que se levantan por encima del tajo fluvial, que adem¨¢s en estos d¨ªas relucen por mantener sus cabezas nevadas.

Cabras montesas

El ¨²ltimo trecho del camino, muy cerca de una minicentral el¨¦ctrica, se abre dando cabida a buenas solanas donde se descubren peque?os reba?os de cabras montesas. La nieve de las cimas las han hecho descender hasta los calveros m¨¢s abrigados del barranco del Borosa.

Tras el peque?o complejo el¨¦ctrico, por la diestra contin¨²a la vereda con direcci¨®n a la laguna de Valdeazores, pero a mitad de camino el arroyo de Aguas Negras pierde el equilibrio desde lo alto de la Nava Noguera, en forma de espectacular cascada. Un paseo de diez kil¨®metros rematado con una de las visiones m¨¢s impresionantes de la sierra de Cazorla. Una escena natural que se encuentra en su mejor esplendor: la cascada de Los ?rganos o de Aguas Negras, con casi cien metros de ca¨ªda libre.

Paseo por la Sierra de Cazorla