"Me pondr¨ªa el velo solo por fastidiar"
Los j¨®venes musulmanes criados en Galicia se quejan del racismo y de los estereotipos a la vez que acceden a la universidad o montan sus propios negocios
La educadora familiar y la orientadora del instituto Xuli¨¢n Magari?os de Negreira -7.146 habitantes, 276 de ellos de origen extranjero- remiten a ella cuando se les pregunta por la generaci¨®n de j¨®venes musulmanes, nacidos o criados en Galicia, que dan sus primeros pasos en el mundo laboral y en profesiones muy diferentes a las de sus padres. Leila Fathalla, nacida en Marruecos pero residente desde los siete en Negreira (A Coru?a), es hija de un vendedor ambulante y de una ama de casa y, adem¨¢s, la primera mujer marroqu¨ª del municipio que prolonga su formaci¨®n m¨¢s all¨¢ de la etapa obligatoria. A sus veinte a?os, es auxiliar de enfermer¨ªa y est¨¢ a punto de comenzar un m¨®dulo de mediaci¨®n intercultural en Sevilla. "Yo siempre he pensado en estudiar y mis padres siempre me han animado a hacerlo", cuenta desde Mohammedia, su ciudad natal -situada a 20 kil¨®metros al norte de Casablanca-, adonde ha ido a pasar unos d¨ªas mientras no empieza el curso en la capital andaluza.
"Casarse ya no es la ¨²nica aspiraci¨®n de la mujer. Algo est¨¢ cambiando".
"Queremos una vida distinta a la de nuestros padres", reclama Leila
"El d¨ªa que me lo ponga [el 'hiyab'] a ver qui¨¦n me dice que me lo quite"
Entre su generaci¨®n y la de sus padres ve "muchas diferencias". "Queremos tener una vida distinta, no como la de nuestros padres, que est¨¢n sufriendo trabajos muy duros", afirma. Son ellas, las chicas, las que llevan la delantera. "Casarse ya no es la ¨²nica aspiraci¨®n de la mujer. Algo est¨¢ cambiando", presume. Ahora el reto de los profesores y orientadores es lograr que los chicos no salgan del instituto con diecis¨¦is a?os reci¨¦n cumplidos y sin apenas formaci¨®n, porque son ellos, los hombres, los que antes dejan los estudios para continuar con los oficios de sus padres.
Los hijos de los inmigrantes marroqu¨ªes -los primeros llegaron a Negreira hace 20 a?os para trabajar en los mercadillos y hoy cuentan con una mezquita instalada por iniciativa de Said Fathalla, t¨ªo de Leila- est¨¢n acostumbrados a servir de mediadores, sobre todo porque los mayores a¨²n tienen problemas con la lengua. La propia Leila hizo varias veces de int¨¦rprete en los cursos organizados por el Ayuntamiento para las mujeres marroqu¨ªes. Ah¨ª comenz¨® su gusto por la mediaci¨®n. El ¨¢rabe es su lengua materna y la que sigue hablando con sus padres, pero con su hermano y con sus compa?eros de Negreira -marroqu¨ªes o no- usa siempre el gallego. "No me siento inmigrante. Me siento gallega y me gustar¨ªa tener un buen trabajo aqu¨ª", asegura. Advierte, sin embargo, que no quiere negar sus or¨ªgenes. "Ahora voy mucho m¨¢s a menudo a Marruecos que cuando era ni?a", se?ala. Nunca ha llevado pa?uelo ni recuerda a ninguna chica que lo haya usado en el colegio. "Se reir¨ªan de ella", lamenta, a pesar de que asegura sentirse "integrada".
Souhayla Souas naci¨® en Pontevedra pero tiene muy presentes sus ra¨ªces marroqu¨ªes. Al hogar familiar, en la regi¨®n de Casablanca, regresa casi todas las vacaciones. A sus 21 a?os, fue hace tres la primera joven de la comunidad musulmana de Vilaboa que lleg¨® a la universidad, donde estudia Medicina "sin asignaturas pendientes ni nada". Ha seguido con atenci¨®n y bastante fastidio el caso de la joven musulmana de Arteixo, que no acaba de entender. "Me dan ganas de ponerme el velo solo por fastidiar", lanza.
Como lleva toda la vida en Galicia y no se pone el hiyab, pasa m¨¢s desapercibida ante los comportamientos racistas que, asegura, se producen de vez en cuando. "Hay de todo. Como yo nac¨ª aqu¨ª tengo un poco de ventaja y muchos no piensan que soy marroqu¨ª hasta que se lo digo yo", explica, "pero sigo viendo cierto racismo cuando saben que eres de otro pa¨ªs". A?ade que a veces conflictos o discusiones con alg¨²n compa?ero de clase se agravan precisamente por el desprecio ¨¦tnico, aunque el origen del desencuentro fuese otro. "Tengo un compa?ero que, como soy marroqu¨ª, se dirige mal a m¨ª", aduce.
No acierta a comprender el revuelo ante el uso del velo en los centros de ense?anza. "Tengo visto a se?oras mayores con pa?oleta... Es como si un espa?ol lleva una cruz al cuello... ?O las monjas!", indica. "No s¨¦ por qu¨¦ precisamente en el colegio no se puede, me parece fatal". Y avisa: "Yo no lo llevo, pero el d¨ªa que me lo ponga a ver qui¨¦n me dice que me lo quite; me est¨¢n dando ganas de pon¨¦rmelo simplemente por fastidiar". Explica, adem¨¢s, que la decisi¨®n de pon¨¦rselo o quit¨¢rselo no se toma a la ligera. "Si me lo pongo es para siempre", cuenta. Se?ala tambi¨¦n que en Marruecos la decisi¨®n de usarlo o no es libre, no como antes, "cuando era un poco por obligaci¨®n".
Souhayla vivi¨® sus primeros a?os en Salcedo y desde los siete hasta que termin¨® la ESO asisti¨® al colegio en Vilaboa. De aquellos a?os recuerda el conflicto entre la comunidad musulmana y los vecinos de la parroquia de Paredes. Unos quer¨ªan edificar una mezquita y otros no lo ve¨ªan con buenos ojos. Al final, los musulmanes desistieron. Para evitar problemas. "La gente de Paredes no quiso, eso es lo que yo s¨¦", relata.
Chafia Bechiki pronuncia con esa dulzura que surge al aspirar las erres. Esta marroqu¨ª de 23 a?os, nacida en las inmediaciones de Casablanca y afincada en Galicia desde los dos meses (primero en Pontevedra y desde los 10 a?os en Xinzo de Limia) sonr¨ªe con resignaci¨®n cuando se le pregunta si se ha sentido o se siente discriminada. Si cree que est¨¢ totalmente integrada. "Bueno, ahora que escasea el trabajo, los gallegos nos echan en cara que los musulmanes cobremos del Estado. Nos dicen: los espa?oles trabajamos y vosotros cobr¨¢is", se queja, dejando claro que el racismo se basa fundamentalmente en lo econ¨®mico.
La joven limiana-marroqu¨ª se despacha sin problemas en gallego. Estudi¨®, como buena parte de su generaci¨®n de Xinzo, en el colegio p¨²blico Rosal¨ªa de Castro y en el instituto, hasta que siendo a¨²n adolescente conoci¨® a un joven pakistan¨ª con el que se cas¨®. Su pareja -de 32 a?os- recal¨® en Galicia hace una d¨¦cada despu¨¦s de un periplo por varias ciudades espa?olas. Antes de cumplir los 18 a?os tuvo a su primer hijo. Ahora, este (de cinco a?os) y dos peque?as (de tres y un a?o de edad) corretean por el bar que regenta el matrimonio. Por si hubiera duda de la fusi¨®n galaico-musulmana, el negocio tiene por nombre O lar do Kebak. Y no les va mal.
Bechiki no puede evitar sonre¨ªr tambi¨¦n cuando comenta que sus "or¨ªgenes" espa?oles est¨¢n muy ligados a Espa?a y al franquismo. "Mi padre fue uno de esos moros que reclutaba Franco para su ej¨¦rcito y cuando acab¨® la guerra se qued¨® ya aqu¨ª hasta que acab¨® tray¨¦ndonos a todos", relata su pasado.
Asegura que sus reto?os no tienen, de momento, problemas de adaptaci¨®n. Solo saben gallego y espa?ol porque ni ella conoce el idioma de su marido ni ¨¦ste el suyo "as¨ª que en casa hablamos en espa?ol y ellos aprenden el gallego en el colegio y en la calle". La joven madre sabe que los problemas llegar¨¢n m¨¢s tarde, en la adolescencia "que es muy cruel", o cuando sus hijos gallegos de sonoros apellidos tengan que luchar por un empleo que escasee.
Ahora, el matrimonio est¨¢ haciendo una campa?a para intentar traer a Galicia a un sobrino pakistan¨ª con un tumor del que no puede ser operado en su pa¨ªs. "Y, la verdad, nos est¨¢ apoyando bastante gente, pero necesitamos m¨¢s apoyo" resuelve
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